Los zombis, personajes estrella, son cadáveres reanimados, que actúan a costa y en contra de los vivos. Por esto también se llama zombis a promesas o proyectos que, a pesar de su comatoso estado, alguien se empeña en mantener vivos, aunque sea en perjuicio de otros. En Costa Rica abundan.
La lista la encabezan Ciudad Gobierno y el Tren Eléctrico Metropolitano (TREM). En mayo de 2022, sus proyectos estaban listos; el segundo, financiado, pero el Ejecutivo los enterró y dijo que renacerían mejores. El resultado ha sido otro: seres desfigurados que periódicamente salen de sus tumbas, dan alaridos y regresan a las profundidades entre excusas, culpabilizaciones y quejas de sus sepultureros.
Zombis son también la promesa de bajar los precios de las medicinas o el arroz; los partidos taxis; las “rutas” de la educación y de las listas de espera; la sectorialización del transporte público urbano; la reforma del Estado; la finalización de la carretera a San Carlos; el inicio de ampliación de puerto Caldera; la mejora en la seguridad ciudadana y la lucha contra la corrupción.
En zombis se han convertido los compromisos de evitar la discriminación y el acoso contra las mujeres, respetar a la población sexualmente diversa, reparar la “deuda histórica” con los pueblos originarios y “construir puentes” con opositores que “también son fuerzas del pueblo”, según dijo el presidente Chaves al asumir su cargo. Y zombi, o huidiza alma en pena, es la “Liga de Naciones” anunciada junto al autócrata Nayib Bukele tras condecorarlo el 11 de noviembre.
¿Por qué todo esto? Mucho hay de cortoplacismo y trabas burocráticas de larga data. Sin embargo, hoy están recargados por las prioridades sin rumbo, la arrogancia, las vendettas e impericia. Son ellas las que nutren a los nuevos muertos vivientes, a costas de quienes seguimos vivos.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.