No sé si a ustedes les ha pasado despertar de madrugada dándole vuelta a uno de esos temas de fondo que uno dice “¡qué tirada! ¿Y por qué no se me ocurrió pensarlo de día?”. Un segundo antes, uno andaba en las profundidades del descanso y un segundo después el sueño se despide sin dejar nota ni pistas sobre su paradero. Entonces, hasta las sábanas pesan y muchas gracias, insomnio gratis.
El caso es que el otro día desperté con esta pregunta: ¿Por qué, décadas atrás, una sociedad como la costarricense, con menos personas preparadas en todos los campos del saber, tuvo la capacidad de tomar decisiones visionarias que marcaron nuestra singularidad, mientras que hoy, con las generaciones más preparadas de la historia, nos consumimos en discusiones bizantinas sin más horizonte que el “hoy”, “lo que a mí y a mi grupo nos conviene” y el “me pela lo que tengan que decirme”?
Si en la actualidad estuviéramos discutiendo crear la Caja Costarricense de Seguro Social, abolir el ejército, dar prioridad a la educación pública, establecer un sistema de parques nacionales y asuntos de ese calado, de seguro tendríamos todo judicializado con salacuartazos y juicios contencioso-administrativos, expertos diciendo que no se puede, declaraciones de la asociación de coroneles amenazando al gobierno, un presidente atacando a la prensa… en fin, un aquelarre hacia ninguna parte.
A ver si me explico bien. No afirmo que antes la gente era mejor, que primaba el bien común, etc. ¡Qué va, éramos demonios y lo seguimos siendo! Muchas de esas decisiones fueron no solo conflictivas, sino también producto de graves enfrentamientos a sangre y fuego. Y eso no lo añoro para nada. Si escarbamos un tantito, muchos de nuestros próceres tenían larga cola que majar.
Mi punto es otro: ¿Qué es lo que antes había y que hoy no tenemos, ya que, como dije, hay gente mucho mejor preparada para hacer política pública? No tengo una teoría que responda satisfactoriamente esta cuestión. Quizá, aunque diablos, los liderazgos políticos tenían una visión del país y capacidad para empujar la carreta. Quizá teníamos organizaciones políticas y sociales que representaban intereses ciudadanos y exigían cambios. ¿Qué creen ustedes? Me consuelo con que, a veces, plantearse un problema, aunque no tenga la respuesta, ayuda a explorar nuevos horizontes, y nuevos insomnios.
vargascullell@icloud.com
El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.