En su célebre obra La divina comedia, el poeta Dante Alighieri describe el infierno como un enorme valle en forma de cono, dividido en nueve niveles, donde las almas en pena son sometidas a terribles castigos por sus pecados.
Sin ánimo de contradecir la visión de Alighieri, tal parece que el infierno aquí tiene forma de torre de cemento de 17 pisos, donde criaturas malignas se sientan en sus humeantes curules a torturar a los costarricenses.
Por lo menos así imagino la Asamblea Legislativa luego de escuchar la arenga lanzada por el presidente, Rodrigo Chaves, contra los partidos de oposición en vísperas de su primer año de gestión.
“Yo no quiero tender puentes al infierno ni con filibusteros, prefiero volarlos, prefiero dinamitarlos”, aseguró, en alusión a algunas agrupaciones que, según dijo, solo “hacen show” friegan y obstruyen.
Pese a que Chaves no precisó a qué seres del inframundo legislativo iba dirigido su discurso pirotécnico, resulta clara su intención de incumplir uno de los compromisos adquiridos al asumir el poder.
“Demostremos a Costa Rica la mayor valentía de todas, la capacidad de sentarnos a la mesa y mirarnos a los ojos y llegar a consensos que traigan paz, tranquilidad”, prometió el 8 de mayo del 2022.
Chaves amenaza con dinamitar puentes que nunca construyó, pero que posiblemente alguna vez tendrá que levantar para evitar que se estanque, aún más, su débil agenda de proyectos.
Lo anterior denota falta de visión, poca madurez política y un menosprecio hacia la tradición de diálogo del costarricense, y genera incertidumbre sobre el futuro.
Hablar con tanta ligereza hacia la gradería popular puede costar caro a un gobierno que, en los siguientes tres años, requerirá apoyo para tramitar sus iniciativas por los calderos hirvientes del Congreso.
Recordemos que la fracción del partido oficialista es minoría y está fracturada. Además, la Casa Presidencial ha sufrido tropiezos en su afán de gobernar por decreto. Entonces, ¿qué le queda al presidente?
El mandatario debería entender que el país se encuentra en un momento crítico en el que, en vez de cerrar caminos a punta de mazazos, se deben mantener abiertos todos los canales posibles para alcanzar acuerdos.
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El autor es jefe de información de La Nación.