La mañana está oscura, un poco de brisa fresca y unos chubascos intermitentes nos acompañan durante el recorrido. El camino es de la misma tierra, de troncos y algunas hojas secas que con el paso del tiempo se compactaron en el suelo.
Conforme se avanza empezamos a hacernos uno con la naturaleza. El aire fresco y puro se introduce en cada respiración, los oídos dejan atrás todo recuerdo de ciudad para enfocarse en el canto del jilguero, el tucán y el quetzal. El camino se vuelve estrecho y se abre apenas lo necesario para que el iris se deleite con la complejidad de la naturaleza.

La montaña nos ha recibido, no hay rastro de asfalto, concreto o metal. Atrás quedó todo recuerdo de trabajo, de tarea pendiente, de preocupación. Nuestro cerebro se ha relajado, la naturaleza lo calma con un sutil masaje y deja que sea él mismo. Sin tensión alguna. Está recibiendo un baño forestal.

La exposición de nuestro cuerpo a la naturaleza puede atenuar el estrés, rebajar la ansiedad y el insomnio, mejorar el sistema inmunitario, reducir la presión arterial y combatir el estado de ánimo depresivo, entre otros, según un estudio del Instituto DKV de la Vida Saludable (I-DKV) publicado por la agencia EFE.
Si bien los baños forestales nacieron en Japón en 1982, en Costa Rica tenemos espacios de más para recorrer de manera relajada y silenciosa un ecosistema forestal y sumergirse en el entorno con todos nuestros sentidos.
Nosotros nos fuimos a Coronado, en la comunidad de Monserrat, a una hora y media de San José. Ahí encontramos la Reserva Forestal Locos por el Bosque, espacio privado que abre sus puertas a quienes, al igual que ellos, se declaren amantes de la naturaleza.
Randall Gutiérrez, propietario y guía, cuenta que desde el 2013 reabrieron el proyecto dirigido a público nacional, el cual representa el 70% de los visitantes.
“Decidimos hacerlo de una forma muy sostenible. Los senderos no tienen ni hierro ni cemento. Lo iniciamos con la idea de que fuera un proyecto comunitario, las familias de Monserrat se ven beneficiadas con la llegada de turistas. Tuvimos que luchar con las agencias, nos piden senderos de concreto y totalmente seguros, pero esa no es nuestra esencia”, cuenta.

Para recorrer estos caminos se requiere de un cierto grado de habilidad. Las raíces de los árboles centenarios sirven de gradas junto a troncos que han caído con el paso de los años y el barro se siente durante el recorrido. No es que llueva mucho, es que está sumergido en un bosque nuboso que mantiene hidratado el ambiente.
La biodiversidad aquí es amplia y sigue en evolución gracias a que sin forma parte de un corredor biológico que conecta el Parque Braulio Carrillo con Rancho Redondo y el Volcán Irazú.
En total son 30 kilómetros de rutas que se pueden recorrer, su mayoría para la categoría de montañismo, es decir que requieren de un nivel técnico alto. Quienes prefieren algo más intermedio pueden recorrer dos rutas principales: hacia la cascada del río Cajón y otra que conecta al mirador.

El agua de este río es café producto del hierro y otros minerales provenientes de venas volcánicas. Es fría y pasa por un acantilado que Locos por el Bosque aprovechó para crear un paso aéreo.
Aquí en las piedras que rodea la catarata puede comer algo e hidratarse, el camino sigue. De regreso al sendero principal, luego de subir las más de 40 gradas de barro y troncos, inicia el descenso al mirador de la catarata La Trocha. En el recorrido se descubren el canto de aves como el jilguero que según el guía durante mucho tiempo fue blanco de cazadores.
Debo confesar que el mejor momento fue cuando de repente una familia de monos araña se nos cruzó en el camino. Claro, nosotros con los pies bien puestos en la tierra y ellos balanceándose entre las copas de los árboles.
“Son una manada de paso. Ellos saben que aquí no les van a hacer daño. Son salvajes, tiene cero contacto con el ser humano”, estaba diciendo Randall cuando empezamos a sentir ramas que caían, frutos secos y finalmente orines que nos hicieron correr, al fin tenían el paso libre.
Además de los monos, la reserva es hogar de cabritos rojos, endémicos de la zona que estuvieron en peligro de extinción; dantas, chanchos de monte y un sinfín de aves.
Siguiendo la ruta, en medio del bosque se abre un paisaje impresionante. Un cañón, una catarata y al fondo los pulmones del Braulio Carrillo, llegamos al mirador.

En este punto el estrés tuvo que haberse ido. Contemplar y sentirse en ese espacio sin duda alguna nos relaja y baja los niveles de exigencia del cerebro. No debería de existir otro pensamiento que el disfrute de aquel paisaje.
Dispóngase para un baño forestal, eso sí olvídese del celular, de fotos o aparatos electrónicos. El proposito es conectar los cinco sentidos con la naturaleza, llenar los pulmones de aire y salir renovado. Cuando termine será otro, con más energía y positivismo, y muy posiblemente con algo de hambre. Recorrer 14 kilómetros abre el apetito.

Locos por el Bosque
Contacto: 8361-6292
Dirección: Monserrat, Coronado.
Especialidad: caminatas guiadas, senderismo, caminatas nocturnas y avistamiento de aves.