Hay conductas tan pequeñas y tan comunes que quizá ni nos demos cuenta que estamos siendo víctimas de una acción machista. Históricamente el hombre ha tenido el poder económico y político, en ellos recae la responsabilidad de proveer y proteger a las mujeres (¿o deberíamos decir “a las frágiles damicelas?).
Los tiempos han cambiado: tenemos mujeres empresarias, presidentas, científicas, ingenieras; tenemos hombres encargados del hogar, enfermeros y maestros. Hoy en día las posibilidades son infinitas, hombres y mujeres podemos llegar tan lejos como queramos... aunque, tal vez a nosotras nos cueste un poco más. Tristemente, las costumbres patriarcales se arrastran y se transmiten de una generación a otra, en situaciones tan sutiles que ni nos damos cuenta. A esto se le llama micromachismos.
“Al ser tan imperceptibles y tan difíciles de identificar, se permite que las personas lo repitan cotidianamente”, explica Darcy Araya, especialista en violencia de género del Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU).
¿Se ha preguntado por qué somos nosotras las que sentimos la responsabilidad de tener toda la organización de nuestro hogar bajo control?, ¿o acaso es también un patrón de los hombres andar recogiendo las medias que quedaron debajo de la cama?. ¿Verdad que no?

Nos guste o no, los roles de género nos han marcado y, en gran medida, han definido cuál es el papel de los hombres y mujeres en esta sociedad. Esa frase podría sonar inocente, pero detrás de ideas como “que las muñecas son para las mujeres y los carritos para los hombres” se despliega una lista de abusos y discriminaciones.
“La identidad se construye en los primeros años de la vida y es en esa etapa donde se aprende que el hombre tiene el poder y el dominio, se les asigna el papel de manejar un carro, manejar una relación, ser cabeza del hogar, hacer una empresa, ser inteligentes”, explica Araya. “A las mujeres en cambio se nos enseña a retraernos en los espacios de decisión y poder, que la última palabra la tiene su esposo y que somos las encargadas del cuido de los hijos, por ejemplo”, agrega.
La violencia solapada y los micromachismos son los responsables de la brecha salarial entre hombres y mujeres, de que sean pocas las adolescentes que se atrevan a elegir carreras de ingeniería, de que la carga de la maternidad sea tan pesada y que las mujeres tengan doble jornada laboral (la de sus trabajos y la de las tareas domésticas).
Los micromachismos se alejan de la violencia física, pero tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la desigualdad de género.
Todo puede empezar por un chiste sexista entre amigos del trabajo o por un “piropo” callejero... pero esas pequeñas acciones solo envían un mensaje: el hombre tiene poder sobre las mujeres. El poder de juzgarlas por su apariencia, por su ropa, por su forma de hablar o por cómo se relaciona con los demás.
El término “micromachismos” se le atribuye al sicoterapeuta español Luis Bonino, quien los describe como comportamientos “invisibles” de violencia y dominación, que casi todos los varones realizan cotidianamente. Él se enfoca a estudiarlos en el ámbito de la pareja, pero pueden suceder en relaciones laborales, de amistad u otro orden.

Según explica Bonino, muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados en el proceso de “hacerse hombres”. Es decir, es algo tan interiorizado que sale en automático.
Pero también están los machismos sutiles que son consientes y adrede, que forman parte de las habilidades masculinas desarrolladas para ubicarse en un lugar de dominio y control, que mantenga los lugares que la cultura tradicional asigna a mujeres y varones –es decir, los hombres en el poder y los negocios; las mujeres en la casa–.
Un claro ejemplo
Uno de los micromachismos más comunes ocurre en la convivencia en pareja. ¿Quién se encarga de hacer la comida, la limpieza o el cuido de los hijos?, en la mayoría de los casos son las mujeres.
Es común que el hombre no se involucre en las tareas domésticas o familiares porque “no sabe” o porque “ella lo hace mejor”. En este caso, se obliga a la mujer a hacer lo que en una relación igualitaria debería ser cosa de dos.
Esto genera una sobrecarga en las mujeres. Según la última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, publicada en el 2017, somos nosotras quienes dedicamos una mayor cantidad de tiempo semanal al trabajo doméstico no remunerado, con 35:49 horas; entretanto los hombres destinan 13:42 horas. Es decir, las mujeres dedican 22 horas más a la semana que los hombres.

La Organización Internacional del Trabajo plantea que la inequidad en la distribución y uso del tiempo entre mujeres y hombres es un determinante importante de las desigualdades en el trabajo y en el empleo.
El Consenso de Quito, firmado en el 2007, reconoce que el trabajo doméstico no remunerado y de cuidados es una barrera para el pleno desarrollo de las mujeres, por lo tanto éste debe reconocerse como un asunto público que compete a los Estados, gobiernos locales, organizaciones, empresas y familias.
Mientras el Estados, los gobiernos locales, las organizaciones y las empresas deciden qué hacer, nosotras seguimos planeando qué hacer para el almuerzo y la cena de mañana.
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Las consecuencias del micromachismo son un estado de ánimo depresivo e irritable en aumento, que genera más autoculpabilización y resignación.
Luis Bonino considera que en la mujer se produce una inhibición de la lucidez mental por disminución de la valentía, fatiga crónica, agotamiento de sus reservas emocionales, sentimiento de incapacidad, deterioro de la autoestima, una actitud defensiva, parálisis del desarrollo personal, limitación de la libertad, malestar difuso, irritabilidad crónica y un hartazgo “sin motivo” de la relación. ¿Se ha sentido así?
“Es necesario lograr que los hombres estén dispuestos a hacer una autocrítica sobre el ejercicio cotidiano del poder y el dominio, de sus micromachismos, y a reconocer el efecto que tienen sobre las mujeres”, detalla Bonino.
Maternidad y paternidad
Aunque los tiempos han cambiado y cada vez vemos más padres amorosos, esta no es la norma. La crianza es responsabilidad de la mamá, el padre es el que pone la plata. O, dicho por Paco y Lola: “Mamá amasa la masa, papá lee el periódico”.
La idea está ahí, en nuestro subconsciente, así que cuando un bebé llega a la familia, suele ser la mujer quien se preocupa por temas como la salud, alimentación, afecto, cuidados y tareas escolares. Esto es una carga muy grande para una sola persona, que debería estar dividida entre los dos progenitores; pero también es una lástima que los hombres se priven de tantas facetas bonitas –aunque a veces arduas– de criar un niño. Recordemos que el machismo también negativamente afecta a los hombres.
La especialista en violencia de género Darcy Araya explica que “asumir la paternidad en toda su dimensión es atreverse a derribar un micromachismo. Establecer vínculos afectivos entre papás e hijos es tan gratificante para el padre como para la madre, quien se siente acompañada en el trabajo de crianza”.
De lo contrario se da una relación de poder donde suele salir perdiendo la mujer y el hombre toma ventaja, por ejemplo: “usted se hace cargo de los niños mientras yo asciendo en el trabajo o mientras aprovecho el tiempo para ir al gimnasio”.
“Hay que visibilizar la paternidad desde otro lugar, uno donde el hombre no solo aporte la plata sino que también se encargue del cuido, de la protección y el afecto, tanto con sus hijos como con su compañera”, señaló Araya.
Para lograrlo, considera que el trabajo está en erradicar los micromachismos desde edades de preescolar en niños, niñas y también en adolescentes. El trabajo también está en su casa, identificando los micromachismos dentro de usted misma e intentando modificar sus conductas.
Fuentes: Darcy Araya, profesional especialista del área de violencia de género del Inamu; entrevista realizada por el “Movimiento por la paz” a Luis Bonino (www.mpdl.org); Sitio web www.machistaenrehabilitacion.com del Inamu; artículo “Micromachismos: si haces alguna de estas cosas, debes replantearte tu comportamiento”, publicado en el periódico El País (elpais.com).