¿Cómo evitar ser víctima de violencia? La pregunta parece carecer de respuesta. No conozco ninguna mujer en mi círculo cercano que nunca haya estado expuesta a algún tipo de violencia solo por su condición de mujer. Violencia física, violencia sicológica, violencia obstétrica, abusos callejeros... son solo algunas de las manifestaciones de desigualdad y poder patriarcal.
Femicidio, feminismo y patriarcado son, quizá, palabras demasiado académicas y para muchas, parecen lejanas. Sin embargo, la realidad es que basta poner un pie en la calle para escuchar algún “piropo” pasado de tono, o revisar en nuestra lista de ex novios para recordar aquel extremadamente celoso que quería controlarnos la vida.
La violencia es nuestro pan de cada día. Los números lo confirman. Costa Rica cerró el 2018 con un total de 24 femicidios, a causa de estos asesinatos quedaron huérfanas 30 personas. Cada cinco minutos, una operadora del servicio de emergencias 911 recibe una llamada de una mujer agredida. En promedio, son 228 casos al día. En días feriados y fines de semana, la cifra puede llegar a duplicarse.

“El factor principal de riesgo es, en esta sociedad machista, el hecho de ser mujer”, asegura la ministra de la Condición de la Mujer, Patricia Mora. Asimismo, asegura que hay otras condiciones que atraviesan la vida de las mujeres que pueden generar condiciones de vulnerabilidad como la pobreza y la dependencia económica que deriva de esta –en Costa Rica, el 46 % de las mujeres con pareja dependen económicamente del hombre–.
Es muy fácil juzgar o creer que una víctima debe echar de su casa al hombre agresor... pero si lo hace, ¿quién paga el arroz y los frijoles?
Por supuesto que la mujer puede trabajar, pero ¿tiene las herramientas necesarias para insertarse en el mercado laboral?, ¿quién cuidará de sus hijos?, ¿cómo evita que el agresor la siga instigando? No decimos que el camino sea imposible, pero definitivamente no es fácil y se requiere de múltiples actores que apoyen a esa mujer para salir del círculo de violencia y dependencia.
Educación y trabajo para las mujeres
Evitar ser víctima de violencia (o, en muchos casos, evitar volver a serlo) requiere del fortalecimiento de los esfuerzos educativos y el fomento de oportunidades laborales para la mujer. Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral implica importantes sacrificios.
En promedio, nosotras trabajamos siete horas a la semana más que los hombres cuando tenemos un trabajo remunerado fuera del hogar, porque en nuestros hombros recae la responsabilidad de las labores domésticas y cuido de personas como hijos, padres o familiares dependientes. Estos datos los reveló la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Además lo justo es que la mujer gane un salario equitativo al hombre. Actualmente, es común que entre dos personas con las mismas responsabilidades y mismas capacidades, gane más el hombre solo por el hecho de ser hombre.

Las empresas deben evaluar cuántas mujeres están en los puestos altos (les adelantamos: suelen ser minoría) y aportar su grano de arena certificando su negocio con el Sello de Igualdad de Género que brinda el Instituto Nacional de las Mujeres a aquellas instituciones que velan por la eliminación de las brechas entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. En otras palabras, las empresas en las cuales nos gustaría trabajar.
Según la ministra Patricia Mora, “el Estado tiene que garantizar las condiciones para que las mujeres puedan acceder de manera plena al derecho humano a una vida libre de violencia, y para ello se requieren políticas públicas, recursos, servicios en esta dirección”.
Es importante tener claro que las mujeres no somos naturalmente más débiles ni está en nosotras ser seres vulnerables, es el contexto el que potencia, posibilita y naturaliza la violencia de género.
“Una mujer con oportunidades y con acceso a servicios y recursos enfrenta mejor un contexto de violencia”, agregó Mora.
Lo cierto es que un cambio es urgente para combatir el alto número de muertes y agresiones. Necesitamos más mujeres preparadas y mayores oportunidades de trabajo. El cambio es urgente a ver si, finalmente, decenas de mujeres dejan de llamar por ayuda cada cinco minutos al sistema de emergencias.
Femicidios latentes
La palabra aparece cada vez más en los periódicos. Las desgarradoras historias de 24 mujeres que murieron en el 2018 en manos de hombres cubrieron titulares y llamaron nuestra atención.
El lado amable (si es que hay algo de amable en todo esto) es que aún nos indignamos. La violencia hacia las mujeres no puede, jamás, ser naturalizada.
El femicidio es la más grave de las violencias de género, en la cual una mujer es asesinada, por su condición de mujer, usualmente a manos de su pareja actual o pasada, o de otro hombre con quien no tiene o tuvo una relación de pareja. No es un homicidio común, sino producto normalmente de una violencia escalonada y una relación desigual entre la mujer y el hombre.

Maritza Vargas, de 25 años, falleció por las heridas de arma blanca que, presuntamente, le propinó su pareja, en San Carlos de Alajuela; posteriormente, su cuerpo fue lanzado a un río. Vargas tenía seis meses de embarazo y era madre de un niño de menos de un año. Rita de los Ángeles Arias murió tras ser atacada a golpes con un tubo; Rita tenía 26 años y era madre de una niña de 4 años. En Liberia, Guanacaste, Mariana Leiva Fernández, de 36 años, murió degollada y quemada; su esposo confesó el crimen y se entregó a la Policía.
Las 24 desgarradoras historias tienen nombre y apellido, tienen familias que las lloran, hijos que quedan huérfanos, sueños que fueron truncados.
Prioridad nacional
Un decreto y directriz declararon de interés prioritario nacional la prevención y la atención de la violencia contra las mujeres.
Los ojos de todos están puestos sobre esta problemática. “Tenemos que levantar la voz para que esta violación de derechos humanos se detenga”, exclamó la ministra de la Condición de la Mujer.
El decreto contiene 40 acciones y obliga a todas las entidades estatales a que inscriban o fortalezcan programas para prevenir y atender la violencia contra las mujeres.
Las cinco grandes apuestas de esta declaratoria de interés nacional son:
- Prevenir el femicidio.
- Mejorar el acceso de las mujeres a servicios de atención.
- Fortalecer los mecanismos institucionales para que las mujeres tengan mejor y mayor acceso a la justicia y a la protección.
- Promover que se aplique la Ley sobre relaciones impropias.
- Trabajar en la promoción de una cultura de igualdad y de no violencia.
También es cosa de hombres
Erradicar la violencia de género no es un asunto de feministas, ni siquiera un asunto exclusivo de mujeres o del INAMU (Instituto Nacional de las Mujeres). Es un asunto de todos, de cada persona, cada costarricense, incluyendo los hombres.
“Los hombres pueden y deben eliminar comportamientos machistas y violentos, instar a otros hombres a hacerlo y denunciar cualquier caso de violencia contra una mujer que conozca”, detalló Patricia Mora.
Por su parte, el presidente Carlos Alvarado ha manifestado que para detener los feminicidios, el país requiere hacer un cambio profundo en su cultura para erradicar el machismo.
“En la raíz de estos feminicidios está la violencia de género, son agresiones, es violencia contra mujeres y esto requiere un profundo cambio en nuestra cultura, una cultura que tiene una gran dosis de machismo”, declaró Alvarado a finales del año pasado.
Medidas de precaución frente a situaciones de violencia o maltrato
Si usted teme por su seguridad o la de sus seres queridos, lea las siguientes afirmaciones y actúe:
- El acto violento es responsabilidad de la persona agresora.
- La agresión es progresiva y se agrava conforme pasa el tiempo.
- Antes de aceptar una reconciliación o acercamiento, recuerde que los actos de violencia pueden repetirse y pueden llegar a acabar con su vida y la de sus hijas e hijos.
- Converse sobre su problema con una persona de confianza (familiar, vecina, amiga, compañera de trabajo o profesional de alguna institución).
- Trate de no permanecer a solas con la persona agresora y de no quedarse en lugares cerrados de su casa u otro lugar cuando hay discusiones fuertes, golpes, amenazas u otras formas de maltrato.
- Con la ayuda de una vecina, amiga o familiar trabaje en un sistema de alerta que les permita enterarse si usted está en una situación de peligro; por ejemplo, una llamada por teléfono en clave, una luz encendida, emisión de algún ruido, o cualquier otra señal. Estas señales las puede practicar con las personas menores de edad que vivan con usted. Enséñeles a llamar al 911, si no tienen teléfono enséñeles a ubicar a una persona cercana que sea de su confianza.
- Si la persona agresora llega a su casa, le llama o le busca en cualquier lugar, o le amenaza, llame de inmediato al 911.
- No es recomendable andar a solas o con sus hijas e hijos por la calle u otros lugares donde pueda encontrarse con la persona agresora.
- Si ve a quien le agrede, de inmediato trate de entrar a algún lugar seguro donde haya personas que puedan protegerla (tienda, policía, otra casa, etc.).
- No acepte que quien le agrede entre a su casa o donde usted se encuentra, hágase acompañar siempre de alguna persona adulta y avise al 911.
- Avise en la escuela, guardería o colegio, dónde están sus hijas e hijos para que se les proteja.
- Utilice todas las medidas de seguridad que tenga a mano para protegerse.
- Tenga presente que su vida vale mucho y que puede recibir ayuda y protección para su seguridad y la de sus hijos e hijas. Usted ya dio un gran paso al gestionar medidas de protección.
- Si es una emergencia, llame inmediatamente al 9-1-1.
Fuente: Observatorio de Violencia de Género contra las Mujeres y Acceso a la Justicia, del Poder Judicial.