
El lunes de esta semana, varios líderes mundiales firmaron un acuerdo de paz para poner fin a dos años de cruento bombardeo en Gaza. A pocos días del aniversario del 7 de octubre de 2023, el presidente estadounidense Donald Trump lideró un encuentro donde reinó la ambigüedad y algunos detalles cruciales, como la administración transitoria de la Franja de Gaza, quedaron en el aire.
Las hostilidades en Gaza se recrudecieron desde que Hamás, el grupo armado que controla ese territorio palestino, incursionara en Israel en una ofensiva terrorista. En los ataques murieron 1.206 personas, en su mayoría civiles, según un recuento de AFP basado en cifras oficiales israelíes. Hamás capturó además a 251 rehenes, una tragedia que ha polarizado a la sociedad israelí y que ha provocado una crisis política perpetua.
El acuerdo inició, de hecho, con la liberación de los rehenes que seguían vivos y los cadáveres que custodiaba Hamás. Por su parte, Israel se comprometió a devolver 15 cuerpos de palestinos que han fallecido en sus prisiones y movilizaciones militares dentro de su territorio. Asimismo, ha liberado a docenas de presos palestinos de sus prisiones; a algunos los deportó a otros países.
Múltiples organizaciones internacionales acusan al gobierno de Benjamin Netanyahu de genocidio en Gaza: una comisión especializada de las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Médicos por los Derechos Humanos, B’Teselem y académicos lo afirman. La Corte Internacional de Justicia debe analizar la acusación, presentada por Sudáfrica, donde se detallan los cargos que Israel rechaza con vehemencia.
Las consecuencias de la intensa campaña de bombardeo que Israel llevó a cabo por dos años se perciben en el costo humano, el económico y el ecológico. Gaza está en ruinas. Para 2023, habitaban este territorio de 365 km² dos millones de personas. Ahora, los palestinos vuelven a los sitios donde estuvieron sus casas, entre 55 millones de toneladas de escombros, según la ONU.
Se impone ahora la pregunta: ¿quién debe reconstruir Gaza? ¿Cuáles son los planes para el futuro del territorio palestino?
Infraestructura destruida en Gaza
De acuerdo con Unicef, hasta 90% de las casas en Gaza fueron destruidas. Las imágenes aéreas que circulan en medios internacionales muestran extensos barrios cubiertos de la fina capa blanca de escombros pulverizados. Unicef estima que el bombardeo israelí ha destruido 89% de la infraestructura sanitaria e hídrica en la franja, y que la mitad de la población vive con menos de seis litros de agua por día (el estándar para sobrevivencia a largo plazo es de 20 litros diarios).
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que la reconstrucción de Gaza podría costar al menos $70.000 millones y que el proceso podría tomar décadas. Las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Unión Europea habían estimado $53.000 millones en febrero, justo antes de que Israel recrudeciera el bombardeo. En la Ciudad de Gaza, 83% de los inmuebles fueron dañados o destruidos por completo.
La destrucción abarca tanto edificios como la infraestructura para el funcionamiento normal de una ciudad. Este miércoles, la municipalidad de Gaza aseveró que la ocupación israelí destruyó 56 pozos y prácticamente todo el sistema de acueductos. El problema se agrava porque no hay en Gaza vehículos ni equipo especializado requerido para iniciar tal escala de reconstrucción.
La situación se extiende a los demás servicios básicos, como electricidad, Internet, transporte, hospitales y clínicas y calles para poder transitar entre los escombros. En la primera fase del acuerdo de paz, Israel retiene control del 54% del territorio y está vetado acercarse a una “línea amarilla” en el mapa; al menos seis personas fueron asesinadas por acercarse al límite desde la firma del plan.
El costo humano
Tras dos años de bombardeos, es difícil conocer la cifra exacta de muertos. El Ministerio de Salud de Gaza, cuyas cifras son validadas por la ONU, contabilizaba 67.938 muertos, contando las docenas de cadáveres recuperados entre los escombros tras el cese de los ataques.
No obstante, algunas estimaciones colocan la cifra mucho más arriba. En setiembre, el jefe de personal de las Fuerzas de Defensa de Israel hasta marzo, Herzi Halevi, dijo en una reunión comunitaria que más de 200.000 personas habían muerto o habían sido heridas en Gaza, es decir, 10% de la población.
El gobierno gazatí no distingue entre civiles y militares en su conteo. Una investigación de The Guardian y dos medios de Israel reveló en agosto que, según datos del propio ejército israelí, hasta 83% de las bajas serían civiles.
Conocer la cifra exacta de muertos y heridos requerirá, como en otros conflictos históricos, un proceso de investigación internacional e imparcial. La dificultad de buscar entre los escombros complicará el conteo por meses o años.
El Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) estimaba, a inicios de setiembre, que 40.500 niños habían sufrido heridas por la guerra y que 21.000 vivían ahora con alguna amputación o discapacidad. Asimismo, persiste el peligro de hambruna, dada la escasez de alimentos y la restricción al ingreso de ayuda que, en teoría, Israel debería de aligerar en los próximos días.
A todos estos daños habría que sumar el desastre ecológico que implica un bombardeo a tal escala, así como la afectación a fuentes de agua, vegetación y animales.
Previo a 2023, el 47% de la franja, 170 km², era tierra agrícola; para marzo de 2024, el grupo de investigación Forensic Architecture estimaba que 40% de ese terreno había sido destruido. Por medio de análisis satelital, calcularon que 50% de los huertos y jardines también habían sido arrasados en la invasión terrestre, lo que para ellos constituye un ecocidio.
¿Qué sigue ahora?
La mayor duda en torno a la reconstrucción de Gaza es quién debe y quién puede asumirla. El costo económico es alto, pero también el nivel de compromiso en el tiempo. Naturalmente, cualquier esfuerzo tendría que hacerse en un ambiente político de alta tensión y confrontación constante.
La endeble situación del gobierno de Netanyahu no ayuda. En Haaretz, el analista israelí Amos Harel considera que el dilema de Netanyahu persiste: complacer a Trump y a los líderes europeos bajando el tono a la confrontación, pero a sabiendas de que podría perder el apoyo del ala dura de la coalición que lo mantiene en el poder y a salvo, por ahora, de un juicio por corrupción.
Pocas semanas antes de la firma del plan de paz, había circulado información sobre una posible administración de transición liderada por Tony Blair. Luego Trump sugirió que él mismo podría coordinar el esfuerzo. No ha quedado claro cuál será el camino.
Además, la Autoridad Palestina, el gobierno que los demás países reconocen como legítimo, y que adversa Hamás, sería presuntamente el que debe asumir el gobierno. ¿Con qué fondos? ¿Cuáles serán sus estrategias para lidiar con las luchas en Palestina, la presión de Israel y la precariedad económica?
Por ahora, Israel celebra el regreso de sus rehenes. Las familias palestinas vuelven a casa o adonde tendrán su nuevo hogar. Si se mantiene la tregua, podría vislumbrarse pronto un futuro para Palestina. En estos momentos, cualquier imprudencia podría ser catastrófica.