Los vecinos de San Antonio de Belén dicen que Óscar Ramírez dejó el fútbol para dedicarse a cosechar naranjas en Guanacaste. Desde que regresó de Europa, el “Machillo” no ha vuelto a ser él mismo. Ya no es como antes, cuando el mundialista de Italia 90 se paseaba por el barrio sobre su bicicleta para comprar un bollo de pan o un par de cortes en la carnicería que queda a 100 metros de su casa.
Algunos belemitas aseguran haberlo visto una madrugada trabajando en las labores de jardinería de su vivienda, la cual es resguardada por un muro de 40 metros que tiene el timbre desconectado.
El sacerdote de la parroquia afirma que lo ha visto los domingos como un fantasma sentado en las bancas de su iglesia, pero todo el barrio concuerda que el “Macho” pasa la mayor parte de sus días recluido en una finca que tiene en Hojancha, Guanacaste.
Allá, en su alejada propiedad, es donde nuestro personaje se fue a buscar la paz mientras observa cómo sus naranjas crecen y espera que el tiempo termine por enterrar los recuerdos de aquellos tres partidos que le cambiaron la vida en junio.
Así se refugia Óscar Ramírez, el encargado de dirigir la carga de la Selección Nacional en su quinto mundial mayor. El entrenador no respondió los pedidos de entrevistas para la elaboración de este artículo.
Era obvio que su nombre iba a estar en la boca del pueblo, después de todo, el “Machillo” fue el que eligió a los 23 mejores hombres de fútbol de un país, que según el escritor Alberto Cañas, siente que si no ha sido campeón del mundo , solo se debe a una injusticia.
Al “Machillo” le tocó satisfacer el ego de una afición exigente, en la que once de cada diez hinchas juran con la mano en el pecho que entienden su oficio mejor que él.
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Por los malos resultados, Ramírez se convirtió en el blanco de críticas arteras por parte de la prensa deportiva, así como de algunos aficionados desaforados que hasta se atrevieron a amenazarlo de muerte a él y a su familia durante las justas mundialistas.
Por esta razón, Óscar Ramírez es considerado personaje del año; para recordarnos que el fútbol puede sacar, con la misma facilidad, lo peor y lo mejor de nosotros, los ticos.
Un hombre de fútbol
Ramírez es un hombre sencillo: no le gustan las cámaras de televisión ni las conferencias de prensa, es de verbo atropellado cuando se pone nervioso, y disfruta de un buen pollo frito.
Antes de Rusia parecía que el técnico acumulaba todo el estrés en la zona lumbar de su cuerpo de 1.68 metros y sus ojos azules delataban su ausencia. Ramírez se pasaba todos los días pensando en cómo ganar esos tres partidos ante Serbia, Brasil y Suiza— o al menos en cómo no perderlos–.
Todos los que han trabajado al lado de Óscar Ramírez aseguran que él es un hombre de fútbol, en todo el sentido de la palabra.
“Él se siente obligado a analizar las grabaciones de partidos que hace meses terminaron, tomar nota y sacar sus propias conclusiones. Solo habla de eso y se entrega totalmente a su profesión, no tiene tiempo para nada más”, explicó Luis Marín, la mano derecha de el “Macho”, durante el proceso mundialista.
Sobre este personaje obsesionado recayó la tarea de llevar a una generación excepcional de futbolistas a reclamar de vuelta ese octavo puesto conseguido en el mundial de Brasil 2014, aunque los mismos resultados futbolísticos terminaron por demostrar que aquel verano brasileño fue la excepción y jamás la norma.
Óscar Ramírez asumió la silla más caliente de Costa Rica el 18 de agosto del 2015, tras la renuncia de Paulo César Wanchope, quien se marchó criticado por su insuficiente entendimiento del juego y por protagonizar un bochornoso pleito con un oficial de seguridad en un estadio panameño.
En ese momento, Ramírez acumulaba en su currículum un pentacampeonato con Alajuelense, la asistencia técnica de Saprissa en el Mundial de Clubes del 2005 y además una convocatoria al Mundial de Italia 90.
A pesar de predicar un estilo de juego conservador que anteponía el resultado antes que el trámite, Óscar Ramírez era la opción lógica dentro la oferta nacional, luego de que la Federación Costarricense de Fútbol intentara sin éxito contratar un técnico extranjero.
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Así fue como el “Machillo” asumió una responsabilidad que es fiscalizada por casi todo un país. Así arrancó el sueño que tres años después lo condenaría al exilio.
In Machillo we trust! (¡En Machillo confiamos!) fue el grito con el que la Tricolor encaró la eliminatoria. Al “Macho” y su estilo les alcanzó para colocar a La Sele en el segundo puesto de la hexagonal. Sin embargo, ya para los ticos clasificar al mundial no basta.
El declive.
Óscar Ramírez dirigió una expedición a Rusia cargada de dudas e incertidumbre. Definitivamente perder los dos partidos previos a la justa mundialista, ante Inglaterra y Bélgica, no ayudó a crear una atmósfera positiva, mucho menos referirse a la estrella belga Eden Hazard como “este muchacho, el 10”. Con ese desliz, los comunicadores especializados en fútbol hicieron un festín de críticas e incluso cuestionaron la permanencia de Ramírez.
El pesimismo se materializó el 17 de junio en la ciudad de Samara, donde un golazo de tiro libre de Alexánder Kolarov decantó el partido para los serbios.
Ese día no hubo presa en la Fuente de la Hispanidad y como el partido se jugó a las 6 a. m. (hora tica), la trasnochada –o la levantada– fue en vano.
El sueño se terminó de desangrar ante Brasil, el 22 de junio en San Petersburgo con un tanto al 90’ –cuando más duele– de Philippe Coutinho y que acabó con la casi milagrosa resistencia del portero Keylor Navas y compañía.
Tras la eliminación, el periodista Gabriel Vargas del portal TicoDeporte dio a conocer que Óscar Ramírez y sus familiares recibieron amenazas por parte de un sector de la afición.
“Una fuente a lo interno de la Tricolor le confirmó a TicoDeporte.com que el ‘Machillo’ está desorbitado, su cabeza está en todas partes menos en lo deportivo. Lo único que desea en estos momentos es abandonar la concentración de La Sele en San Petersburgo y agarrar un vuelo –si por él fuera directo– con destino al Aeropuerto Juan Santamaría”, explicó el periodista Gabriel Vargas el 25 de junio.
“No es posible que una persona humilde y trabajadora como lo es Óscar Ramírez, por más bien o mal que la gente piense que está haciendo su trabajo, en su familia tengan miedo ahora de que algo pueden vivir o que se sientan amenazados de que algo puede pasar en su propia casa”, clamó el capitán de la Tricolor, Bryan Ruiz, en medio de un julio caluroso.
Pero Ramírez continuó con el equipo y pudo salvar parte del honor el 27 de junio ante la delegación de Suiza. Este cotejo terminó 2-2, con gol de Kendall Watson y un autogol del arquero Yann Sammer, tras un penal errado por Ruiz.
Costa Rica se despidió de Rusia en la fase de grupos, ocupando la casilla 29 entre las 32 delegaciones participantes. Esta vez, La Sele no fue la sorpresa. Fue lo que el todo el planeta fútbol esperaba, todo excepto esos aficionados con el ego del tamaño de plaza Cibeles, esos que aún le reclaman a Óscar Ramírez por no convocar a Jonathan McDonald, por alinear a Johan Venegas y no a Joel Campbell, por no jugar como el Barcelona, pero sobre todo le reclaman por la Rusia que no tuvieron.
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Tras regresar a Costa Rica, Ramírez se volvió a juntar con el cuerpo técnico de la Federación Costarricense de Fútbol para realizar el informe de su fallida expedición en Europa y desde entonces, el “Machillo” no ha vuelto a hablar del deporte que lo obsesiona.
Pero esos hinchas que celebraron la destitución de nuestro personaje, el 4 de julio, ya se olvidaron de esos tres partidos, ya hallaron su revancha en el Real Madrid, en la Champions o en cualquier pasatiempo con el que se sientan identificados . Superaron Rusia y el sabor amargo que dejaron esos extraños amaneceres. Pero mientras ellos ya están pensando en el mundial de Qatar 2022, Óscar Ramírez sigue en el exilio, pendiente de como sus naranjas crecen.