No estuviste la noche de diciembre en la que la rotativa imprimió la última edición y luego se quedó en silencio, hace ya cuatro años, sin que nadie supiera si volvería a trabajar. No estuviste el día en el que un tropel de soldados de la Guardia Nacional entró sin previo aviso al periódico y notificó que el edificio pasaba a manos del hombre que te tiene en el exilio.
Tampoco estuviste ahí la tarde del viernes en la que el régimen extendió la censura y dejó el acceso a la web de El Nacional bloqueado en toda Venezuela.
Estuviste en Madrid, en Bogotá, en Miami, en Washington. Estuviste en todos lados, excepto en Caracas. A un avión de distancia, pero sin posibilidad de regresar.
La sentencia posiblemente la firmaste vos mismo, Miguel Henrique Otero, presidente editor del diario El Nacional de Venezuela. Fue el 18 de mayo del 2015, cuando el periódico informó de que al hombre todopoderoso del régimen lo investigaban en Estados Unidos por narcotráfico y lavado de dinero.
No te arrepentís de haberlo publicado. Tu papá y tu abuelo habrían hecho lo mismo. ¿Qué dirían ellos si vieran en lo que se convirtió Venezuela? ¿Reconocerían algún eco del país en el que fundaron el periódico, hace ya 79 años?
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Decís que ahora todos reniegan del chavismo, de Hugo y de Nicolás. Los culpan de la devastación de Venezuela. Pero hace 24 años, ellos mismos llegaron al poder con el abrazo del pueblo y un mensaje de prosperidad.
6 de diciembre de 1998. Nunca habías visto a un presidente ganar una elección con tanto apoyo. Los venezolanos se cansaron del bipartidismo que se alternó en el poder durante 40 años y los sumió en la corrupción, la pobreza y la desigualdad. Entonces la figura del joven Hugo Rafael Chávez Frías, líder del golpe de Estado que seis años antes intentó (sin éxito) derrocar a Carlos Andrés Pérez, cautivó al país con su promesa de cambio.
Arrasó en los 24 estados del país, con más del 56% de los votos del electorado de 11 millones de personas, dejando muy por atrás a sus rivales de los partidos tradicionales.
“Llamo a mis compatriotas a no tener miedo. No voy a instalar una dictadura tipo cubano o comunista en Venezuela. Eso está muy lejos de la verdad. Los hechos demostrarán que todo eso es mentira”, dijo Chavez al conocer su victoria.
Para ese entonces tenías 4 años de haber asumido la presidencia del periódico. No era algo que hubieras planeado desde joven, por algo estudiaste Matemática, Economía y Sociología en Inglaterra y también en París, y regresaste después a hacer carrera como político, llegando incluso a ser diputado.
Pero con la muerte de tu padre, el deber familiar se impuso.
El Nacional lo fundaron Henrique Otero Vizcarrondo y Miguel Otero Silva, padre y abuelo tuyos, en 1943, cuatro años antes de tu nacimiento. La rotativa la compró Don Henrique en Estados Unidos. La enorme máquina se la decomisaron los Aliados a unos alemanes, quienes la utilizaron para imprimir propaganda nazi antes de la Segunda Guerra Mundial.
Te sentís orgulloso de decir que desde sus inicios, el periódico ha llevado como estandarte el ejercer la oposición hacia el Gobierno, sea cual sea.
La primera vez que dejaron a El Nacional sin papel fue durante el Gobierno de Jaime Lusinchi, en la segunda mitad de los 80. Eras diputado, pero estuviste ahí el día que doña Gladys Castillo, la esposa del presidente, anunció en conferencia de prensa, en uno de los salones del Congreso, que se divorciaba. Con una risa que se te escapa, recordás que nunca antes habías visto tantos periodistas en el lugar. Pero al día siguiente, nadie publicó. Solo ustedes.
Supiste que Blanca Ibáñez, la entonces secretaria privada de Lusinchi, llamó a cada periódico, radio y noticiero para convencerlos de parar la publicación. El Nacional no le hizo caso, aquello era noticia y debía imprimirse. “¿Cómo no vas a publicar porque te llama la secretaria? Eso nos costó que nos quitaran el suministro de papel”, decís. En 1988 el Tribunal VII Civil aprobó el divorcio de Lusinchi y su primera señora, y tres años después, él se casó con la famosa Blanca Ibáñez.
Considerás que bajo tu dirección el periódico ha mantenido la línea opositora, y que tu principal legado fue haber innovado en la industria de la comunicación, como antes lo hiciera tu padre. Tomaste un diario y lo convertiste en una corporación de medios. Creaste un periódico popular, un suplemento gratuito, una editorial de libros y adquiriste la franquicia de la revista Hola.
Pero el sueño dorado prometido por Hugo Chávez se derrumbó a solo meses de su elección y dio paso a una política autoritaria contra múltiples sectores, incluyendo a los medios. La situación no mejoró tras su muerte, con el ascenso al poder de Nicolás Maduro, en el 2013.
En noviembre del 2018, tu periódico informó que durante los primeros cinco años del mandato de Maduro se cerraron 115 medios de comunicación, incluyendo 65 emisoras y 41 periódicos impresos.
Fue en ese contexto de persecución que El Nacional publicó, a inicios del 2015, la noticia que desató la ira del número dos del régimen. A Diosdado Cabello, entonces presidente de la Asamblea Nacional y hombre fuerte de Maduro, lo investigaban fiscales de Nueva York, Miami y una unidad de élite de la DEA, la agencia antidrogas estadounidense, por presunto narcotráfico y lavado de dinero.
Ni siquiera se trató de una exclusiva, el periódico replicó la información revelada inicialmente por The Wall Street Journal. Pero Cabello prometió ir tras El Nacional, y lo cumplió, con una demanda por daño moral. El 5 de mayo, cuando el proceso apenas había empezado, se dictaron las medidas cautelares en tu contra.
Por gracia de la suerte, justo en ese momento estabas fuera del país, en Israel. Los abogados te llamaron, te dijeron que no volvieras.
Podías arriesgarte, aún podés, pero sabés perfectamente que sería comprarte un pase directo a la cárcel. En enero de este año, la organización Foro Penal denunció que en Venezuela había 245 presos políticos, de los cuales un 86% aún no tenían condena y 91 llevaban más de tres años bajo prisión preventiva. Ponés un pie en suelo venezolano y te sumás a la estadística.
Pensabas que sería temporal. Que el régimen caería pronto, que el ambiente iba a cambiar y regresarías a casa. Pasó un año, temporal. Pasó otro año, temporal. Con los meses tuviste que aceptar que no sería temporal y te instalaste en España. Ya ahí tenés más de tres años.
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En tu ausencia, El Nacional ha vivido sus días más oscuros. Decís que estás muy presente, o tanto como se puede estar desde el otro lado del Atlántico y a seis horas de diferencia en el huso horario.
En diciembre del 2018 ordenaste detener la rotativa. Tu equipo retrasó el momento lo más posible, pero el régimen se aseguró de impedir que pudieras comprar papel. Y sin papel, no hay periódico.
El día 14 se publicó la última portada: El Nacional es un guerrero y seguirá dando la batalla.
Los siguientes dos años y medio, un reducido equipo siguió informando desde la edición digital, con todo y pandemia.
Pero en abril del 2021, Diosdado Cabello atacó de nuevo. La misma demanda por daño moral que te tenía en el exilio desde el 2015 fue acogida por la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia y le concedió a él una indemnización de $13 millones. Ustedes se negaron a pagar.
Entonces Cabello se apoderó del edificio.
Jorge Makriniotis, quien era el gerente de El Nacional (e hijo de tu esposa), recuerda cada momento como si lo hubiera vivido en cámara lenta. Se estaba tomando un café cerca de la oficina, la tarde del viernes 14 de mayo del 2021, cuando lo llamaron para avisarle que el embargo se estaba ejecutando. Corrió a todo lo que le dieron las piernas y se coló por las rejas de atrás. Llegando al parqueo, se topó a un medio centenar de policías equipados con armas largas.
Cuenta que los militares no fueron violentos, él tampoco opuso resistencia. Llamó a los abogados, a las organizaciones, a la prensa. Grabó videos, los publicó en redes sociales, hizo todo lo que se le ocurrió para que la noticia del embargo del principal periódico de Venezuela se conociera en todas partes.
Diez meses después, Cabello anunciaría que en las instalaciones de las que te despojaron se echaría a andar la Universidad Internacional de las Comunicaciones.
El año siguiente fue uno de adversidades, aunque, en realidad, ¿cuál no lo ha sido? Cuando parecía que el régimen no podría arrebatarte nada más, fueron también por la página.
Diosdado lo había anunciado dos días antes, en su programa de televisión. Te amenazó directamente: “Ahora me provoca ir por la página, porque me debes. Me estás provocando a que vaya un paso más adelante”.
La tarde del viernes 11 de febrero, elnacional.com quedó bloqueado para millones de usuarios dentro de Venezuela.
Los periodistas siguen escribiendo, les piden a los lectores que instalen un VPN, que busquen la forma de burlar la censura. Pero la verdad es que muchos no tienen los recursos para hacerlo, no saben cómo, o simplemente no les importa.
Tus redactores se esfuerzan, Miguel Henrique. Creen en la causa, creen en el periodismo, no lo van a dejar morir. Pero están cansados. El salario no rinde y trabajan largas horas, muchos tienen dos o tres trabajos para poder subsistir. Y encima, saben que los venezolanos están hartos. De los políticos, de las noticias, de las promesas de un cambio que no llega.
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Pese a todo, decís que El Nacional seguirá resistiendo. Pero también te sincerás y reconocés que es frustrante hacer periodismo, a los 75 años, desde el exilio. Sabés que el país del que te fuiste ya no es el mismo, que ha cambiado, y que por más que lo intentés no conocés bien su realidad, porque no estás ahí.
“Estos 5 años han sido los más terribles para Venezuela. El país cayó mucho en términos de destrucción y yo ya no tengo la vivencia de ese desastre”, decís. Sabés que vivís en condiciones muy distintas a las de la mayoría de tus compatriotas, dentro y fuera de Venezuela.
En el país, según un estudio realizado en el 2021 por la Universidad Católica Andrés Bello, existe un 24,8% de los venezolanos en situación de pobreza extrema y un 60% que sufre inseguridad alimentaria de moderada a grave.
La diferencia también es abismal con respecto a tantísimos otros millones de venezolanos que comparten con vos la condición de exiliados.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados estima que a finales del 2021, había seis millones de venezolanos —el 20% de la población— en el exilio, el 84% de ellos en Latinoamérica y el Caribe.
No todos pueden salir en avión y refugiarse en Europa. Muchos no tienen opción más que viajar en bus y en panga a través de Colombia, para luego recorrer a pie la inclemente selva del Darién, que lleva a Panamá, entre precipicios, ríos crecidos, animales salvajes y grupos criminales. Solo en el 2021 fallecieron o desaparecieron allí medio centenar de personas, según las estimaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En San José, decenas de familias acampan a la intemperie, sin contactos ni dinero para continuar el incierto trayecto hacia el norte.
Todas esas cifras las conocés y pasás muy pendiente de ellas, allá en Madrid. Preferirías estar en casa, evidentemente. Libre, no en la cárcel, dirigiendo el periódico que te heredaron los dos Oteros que estuvieron antes de vos. Pero estás en Madrid.
Decís que desde Europa, al menos podés presionar por intervenciones de la comunidad internacional. Te has enfocado en evidenciar que Telefónica, la compañía de telecomunicaciones de capital español, ejecuta el capricho del régimen que mantiene a más de 30 portales de noticias bloqueados en Venezuela. Son cómplices, decís, y les exigís dejar de participar en la censura de la libertad de expresión.
Hay quien, en tu círculo cercano, te pide que des un paso al lado. Te dicen que mientras sigás al mando de El Nacional, el régimen seguirá asfixiando al periódico, porque no le interesa la imprenta, ni el edificio, ni la web, sino Miguel Henrique Otero. ¿Creés que sea cierto?
Pero querés publicar la portada que anuncie la libertad recobrada de los venezolanos, la tenés planeada hace años. “Venezuela regresa a la democracia”, dirá el titular en letras enormes.
“Y con base en ese titular resurgiremos como el ave fénix”, decís, con certeza, como si supieras exactamente cuál será la fecha. Será entonces cuando finalmente podrás volver a Caracas.