
Si usted caminó Amón hace algunas décadas, quizá recuerda cómo se veía la casa de Rafael Ángel Calderón Guardia, la vivienda de la familia Castro Saborío y Quesada López-Calleja, o bien, la casa Van Der Laat y el bar Limón. Todos fueron demolidos entre 2010 y 2024.
Hoy, Amón vive un proceso acelerado de degradación y transitar sus calles desalienta: los edificios preservados son asediados por construcciones desmanteladas. Decenas de edificaciones están cubiertas de rótulos que anuncian su alquiler o venta. Mientras el barrio da un giro sin presentes hacia el comercio sexual, la violencia se expande y el narcotráfico acecha.
Tras la pandemia, la Dirección General de Migración, la Fuerza Pública y la Policía Municipal de San José centraron su atención en el barrio.
“Lo que tenemos es un problema de drogas en el sitio, o de trata y tráfico de personas, de legitimación de capitales o de legitimación de fondos a través del gota a gota. Es cualquiera de esos escenarios, pero todo dentro de una sombrilla de crimen organizado”, describe Marcelo Solano, director de la Policía Municipal en la capital.
Aunque la destrucción del patrimonio, que se extiende al resto de la capital, ha sido asunto de décadas, los vecinos de Amón continúan firmes en su lucha por conservar su historia y riqueza cultural.
En mayo de 2024, un grupo de vecinos del barrio impugnó, ante la Sala Constitucional, la demolición de los muros de una propiedad histórica en Amón, la cual pertenece al Instituto Nacional de Seguros (INS). Hoy es un parqueo.
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Algunas edificaciones que no son demolidas y quedan desocupadas, en pocos días quedan en las ruinas. El resultado: columnas que a duras penas quedaron en pie, rodean un lote baldío cubierto de escombros y basura. Una fuente más de inseguridad.
“Es como si la ciudad se desmoronara”, dice Natalia Salas, síndica por el distrito de El Carmen, donde se ubica Amón.
Uno de los casos más recientes ocurrió en las cercanías del edificio de la Alianza Francesa, que cada sábado recibe 130 estudiantes que aprenden francés. Emmanuelle Gines, directora de la institución, cuenta que los propietarios del inmueble decidieron irse de Amón, pero el monto para adquirirlo era muy elevado.
Hace seis meses, recuerda, “las hormigas del barrio” se encargaron de desmantelarlo. Desde sus paredes hasta sus muebles. Ya no queda nada.
“Pasan en la calle con el material y nadie dice nada”, cuenta Gines. Durante ese tiempo, en la Alianza incrementaron las medidas de seguridad, pues intentaron subirse al techo y robar aires acondicionados.

“Nosotros somos una resistencia en el barrio Amón. Todos los vecinos amamos Amón, es nuestra casa, es linda, es un barrio lindo y no queremos irnos”, insistió Gines.
Esta es la realidad de decenas de edificaciones en la capital. Herencias familiares, memoria y cultura se borran de la noche a la mañana. La Municipalidad de San José no tiene una respuesta clara ante esta problemática.

“Yo no veo que haya una política. Aunque se habla del centro histórico y se han propuesto cosas del centro histórico”, afirma Natalia Salas.
Ante la falta de reglamentación, los vecinos de Amón crearon un protocolo para denunciar con prontitud cuando una casa está en riesgo. Primero, avisan a la sindicatura, la cual remite la información a la regiduría para solicitar a la municipalidad colocar un límite y evitar que las personas ingresen. Salas afirma que la iniciativa no está funcionando.
La vecindad también se organiza para denunciar ante la policía las situaciones delictivas que, cada noche, se adueñan de sus calles.

El 22 de abril de 2024, la Asamblea Legislativa declaró el desarrollo turístico, cultural, ecológico y natural de Amón y barrio Otoya como de interés público. El texto establece que el Estado debe apoyar iniciativas de desarrollo local, para proteger el medio ambiente, fortalecer la condición social, cultural y económica de la zona.
Este medio solicitó conversar con Diego Miranda, alcalde de San José, para conocer si se tramita algún plan para gestionar la crisis que enfrenta el barrio, pero no accedió a conversar, sino a recibir las preguntas por escrito. Se le enviaron las consultas por mensaje de WhatsApp, pero no hubo respuesta al cierre de esta edición.
El Tecnológico de Costa Rica (TEC), cuya sede en la capital se sitúa en Amón, ha presentado dos iniciativas a la municipalidad para conservar el barrio, incentivar a empresarios creativos y de cultura, resguardar y ofrecer alternativas para evitar que los edificios históricos desemboquen en parqueos. Ambas naufragaron por falta de interés de la municipalidad en gestiones anteriores.
El TEC ha propuesto al ayuntamiento reconocer Amón como un paisaje urbano y no como un conjunto de edificaciones aisladas. Esto implicaría que, por ejemplo, no se pueda instalar el comercio dedicado al sexo y que las industrias y las empresas creativas y culturales tengan incentivos de exoneración del pago de cargas municipales, entre otros beneficios que permitirían potenciar el valor cultural. Así lo explicó Alexandra de Simone, coordinadora del proyecto del TEC, Amón Cultural, y gestora de la Casa de la Cultura de esa institución.

Por su parte, Jimmy Zúñiga, vicepresidente de la Asociación de Vecinos, insiste en que Amón debe convertirse en una zona estudiantil y universitaria.
Por décadas, son los vecinos, las instituciones culturales y educativas las que buscan sin cansancio resguardar Amón. Lo cierto es que el barrio mantiene un encanto y sus residentes y visitantes no quieren dejarlo.
“¿Qué nos dice ese deterioro? Ahí es donde nosotros como institución cultural y de conocimiento estamos motivados a reflexionar, generar conocimiento y actuar. Nos dice algo muy complicado de qué está pasando con la construcción actual de lo que importa como memoria, de lo que importa conservar, de lo que importa recordar“, manifiesta con esperanza De Simone.
De esta reflexión han nacido iniciativas como Amón Cultural, un festival que cada verano recuerda el espíritu artístico e histórico del barrio, que congrega creadores, vecinos y gestores culturales de todo tipo. Como este, casi todos los espacios culturales públicos están en las cercanías de Amón. El Centro de Cine se mantiene activo, con propuestas artísticas cada semana. En la misma época se lleva a cabo Transitarse, que si bien involucra a otros sitios del casco central, Amón sigue continúa siendo un epicentro.
Teorética también le da vida al barrio. Este proyecto, independiente y sin fines de lucro, se fundó en 1999 y tiene su sede en Amón. En más de dos décadas, ha ganado reconocimiento internacional por su impulso al desarrollo de las artes.
Como otros, para De Simone, este es un signo de que la gente quiere que las cosas cambien. “No hay nada más poderoso que un colectivo que tiene consenso, aunque esté un poco enojado y un poco triste, recuerda que vale la pena”, dice.
Pese a reconocer que la vecindad no es suficiente para enfrentar los desafíos que amenazan la comunidad, Daniel Chavarría, presidente de la Asociación de Vecinos de Amón, insiste en que cuidar el barrio vale la pena.
“Nosotros nos mantenemos firmes en dar la lucha”, finalizó.
