Yorleny Villalobos fue diagnosticada con cáncer de piel hace 17 años. Cuando la vecina de San José recibió el parte médico tenía 26 años.
“Me hicieron estudios exhaustivos y me llegaron a decir que era un caso de libro porque no había, ni hay nadie todavía, que haya pasado por algo similar. Mi caso fue una vivencia médica empírica y gracias a Dios todavía existo y estoy aquí”, cuenta.
Lo experimental que significó para el equipo médico atender el Linfoma Cutáneo Cutis Laxa Granulomatosa que padece Yorleny –aún no le dan de alta–, los llevaron a considerar varias opciones de tratamiento, entre ellos la fototerapia y la radioterapia.
Villalobos fue tratada con la segunda; sin embargo, lo desconocido de la enfermedad llevó a los médicos a la negligencia. “Fui iradiada más de lo que debía”, afirmó Villalobos.
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Al difícil diagnóstico y el principio de un tratamiento que le complicó más la ruta de su recuperación, la profesional en Psicología le suma otro golpe emocional: la pérdida de su cabello.
“Me estaba dando un baño y cuando me lavé la cabeza todo el pelo se me cayó. Fue una impresión tan grande para mí que lloré amargamente porque en ese momento es una pérdida y no sabés si lo vas a recuperar o no. Hay mucho dolor emocional”, relata.
Para ese entonces estaba incapacitada de su trabajo en la Municipalidad de San José –hoy es una mujer pensionada– . Al mismo tiempo en que convalecía en su casa tomó una decisión crucial que, al menos, “vestiría” el impacto de la enfermedad en su cuerpo: usar una peluca.
“Le decía al Señor que me perdonara si era vanidad mía, pero es que nunca vi la opción como vanidad sino como una forma de recobrar algo que ya no estaba”, enfatiza Yorleny.
Apenas días después de iniciado el tratamiento, cuenta que se levantó decidida, salió de su casa y caminó sin rumbo a buscar la peluca.
Llegó al centro comercial Condominio Las Américas, en San José, y en uno de los locales se encontró con Ana Yancy Campbell, propietaria del centro de belleza “Su toque” y una experta en el tema de pelucas, postizos y extensiones.
Aquel encuentro representó una esperanza para Yorleny. “Para mí fue superinnovador (lo del tema de las pelucas) y lo más lindo fue saber que venían las extensiones y que entonces podía jugar con mi pelo, porque es mío, nadie me ha dado la plata para comprármelo”, dice con algo de humor.
Yorleny usa peluca desde hace 17 años. Las primeras que lució fueron de cabello sintético y las ocho que actualmente tiene en su casa son de cabello natural y confeccionadas por Ana Yancy.
Cada 15 días ella visita el salón de belleza de la estilista para darle tratamiento a sus pelucas. Corte, lavado y aplanchado son algunos de las solicitudes que suele hacerle a Campbell, con quien hoy mantiene una estrecha amistad.
Peinar esperanza
Ana Yancy Campbell tiene 25 años de trabajar en estilismo. Su conocimiento en el tema es empírico: nunca estudió nada relacionado con ello, de hecho se graduó como socióloga y mercadóloga.
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Durante los años que ejerció su carrera profesional se enfrentó a realidades que, lejos de causarle satisfacción, la motivaron a replantearse.
“Trabajé con una ONG en la época de las guerras de Centroamérica pero no soy buena para ver necesidades insatisfechas. Los presupuestos eran limitados y el alcance de los proyectos muy reducidos, entonces siempre terminaba con ese sinsabor. Renuncié, saqué una maestría en Mercadeo, di clases un tiempo y luego puse a rodar este negocio aprovechando el don que Dios me dio”, cuenta Campbell.
Si bien, un sector del establecimiento de Campbell se enfoca en la fabricación de pelucas para cualquier necesidad de sus clientes, la estilista reconoce que tiene empatía para trabajar con pacientes de cáncer.
“La gente no sabe lo increíble que es para una mujer paciente de cáncer el poder volver al trabajo o retomar su vida cotidiana sintiéndose completa; que nadie la vea con lástima y que pueda seguir con su rol de vida. Es maravilloso porque el cabello a nosotras nos hace sentir bonitas y el hecho de perderlo y de poder ofrecerles a ellas algo mucho más hermoso que el propio cabello que perdió, para mí es increíble. No sé si para el hombre el cabello tendrá el mismo significado”, refiere Ana.
Las pelucas que fabrica ella son a base de pelo natural virgen y tejido pelo a pelo, técnica que garantiza una apariencia más orgánica de la peluca.
“Yo no me pondría cualquier peluca solo por tener pelo, entonces no esperaría que nadie lo haga tampoco. Me enfoco en lo que a las personas les gusta y cuido de que siempre se lleven una peluca que se vea sana, natural, brillante y con corte perfecto, tal y como me gustaría a mí”, refiere.
De lo anterior explica una posibilidad que empezó a ofrecer a sus clientes pacientes de cáncer desde hace un tiempo: confeccionarles la peluca con su propio cabello.
“A mucha gente el pelo les puede causar alergias o simplemente se sienten extraños de usar una peluca con el pelo de otra persona; a ellos les doy la opción de hacerles la peluca con su propio cabello. Les sugiero tomar la primera quimioterapia, luego aquí les quito el cabello y ya antes de la segunda quimio tienen la peluca con su propio pelo y el mismo look”.
Talento solidario
Aunque ha procurado modernizar su negocio de confección de pelucas para distinguirse de las muchas ofertas que hay en el mercado local (y en línea), Ana Yancy reconoce que los comercios de servicios han sufrido una baja en las ventas.
Debido a esa situación y en respuesta a su personalidad inquieta, desde hace un año ella dona su talento y parte de su jornada de trabajo y recursos estéticos para la Fundación Nacional de Solidaridad Contra el Cáncer de Mama (Fundeso).
Ahí la estilista lidera un proceso de restauración de pelucas, con el fin de que las pacientes de cáncer hallen una variada oferta en estilos y formas que les permitan sobrellevar la enfermedad con un look a la moda.
Ana Yancy visita la fundación una vez a la semana para lavar, peinar y adecuar las pelucas.
“Lo que pasa es que ahora los negocios están bajos y yo me vuelvo loca si no tengo nada qué hacer. En Fundeso busqué ocupar mi tiempo. Solo llegué y le dije a doña Xinia (Quesada, presidenta de la fundación) que venía a ayudar. Recuerdo que tenían las pelucas en una caja, las comencé a revisar, algunas las boté porque ya estaban inservibles y las otras las arreglé para ponerlas en exhibición”, detalla Campbell.
La estilista aclara que las pelucas que hay en la fundación provienen de donaciones que hacen anualmente empresas a partir de campañas de donación de cabello que se organizan en el país; sin embargo, tales pelucas son hechas en maquilas y ella lo que se encarga posteriormente es de darles personalidad y naturalidad.
“No podemos tratar a una peluca como un guante. Las maquilas hacen las pelucas como si fueran una boina y no son boinas. Una peluca tiene que tener forma, estilo, tiene que estar acorde a la época porque las van a usar personas que viven en una época y en un momento. Entonces hay que tener estilos actuales porque esto también impactará en la autoestima de las personas. A las pelucas de Fundeso les estoy quitando ese concepto de boinas y las restauro completamente”, explica.
Campbell dice que la boina peluca suele no tener cara ni forma y está cosida en redondo. “Yo les hago una carrera que se vea natural, les hago una pava, las corto, les doy forma, movimiento, estilo y corte. En Costa Rica la gente es muy tradicional, aquí se pueden identificar seis tipos de cortes que toda la gente anda, entonces me muevo en estos cortes: el grafilado, a los hombros, redondo...”, indica.
También les realiza variaciones en volumen, colores y tonos, a partir de las mismas donaciones de cabello que casi diariamente llegan a Fundeso. Ese cabello donado fuera de campañas ella los aplica como extensiones a las pelucas ya fabricadas.
Campbell explicó, que por ejemplo, una peluca con high lights la logra con cabellos castaños y rubios en diferentes intensidades, sin necesidad de que se involucre ningún químico. “Nunca tendrán el problema de que se les vaya el color”, argumenta.
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El trabajo de Ana Yancy con Fundeso es más ambicioso todavía. Sus aspiraciones son capacitar a un grupo de voluntarios en la confección de pelucas para, en algún momento, fabricarlas ahí mismo con sus propios parámetros estéticos y técnicos.
Además, la estilista prevé tener fija a una persona en la fundación para que asesore estéticamente a las pacientes que lleguen en busca de una peluca. “Si llega una señora y yo estoy en Fundeso, la recibido, le pruebo la peluca, se la aplancho, le hago más variaciones en el corte para adaptarlas más al rostro de ellas, les enseño cómo se lavan y todos esos detalles. Mi plan es que haya ahí una persona permanente para que asesore a las pacientes y las haga salir satisfechas con lo que llevan y con cómo se ven”, añade.
Xinia Quesada, de Fundeso, dice que el trabajo de Campbell incidió positivamente en la actitud de las personas que llegan a la fundación en la búsqueda de una peluca. “Para nosotros es sumamente importante este trabajo que desde hace un año comenzó a liderar Ana Yancy porque les ha devuelto autoestima a las pacientes y eso, a nosotros como fundación, nos hace felices. Hasta lágrimas hay de por medio”, manifiesta Quesada.
Ana Yancy pretende que con su trabajo, las pacientes que buscan una peluca en Fundeso sientan el mismo orgullo que experimenta Yorleny Villalobos cuando las luce. “Las animo y procuro que siempre salgan sonriendo”, dice la estilista.