
Como casi todos los deportes, la Fórmula 1 se ha convertido en los últimos años en asunto de milésimas de segundo. Si los pilotos de antaño se reconocían más por el glamour del riesgo y el exceso inherentes a las carreras y las ciudades donde corrían, los actuales se acercan más a la idea de un cíborg: humanos plenamente entrelazados con máquinas de la tecnología más avanzada, miles de cálculos involucrados en cada operación y decisiones imperceptibles al ojo que, sin embargo, apasionan a millones de espectadores.
Para hacer posible que el espectáculo funcione a la perfección, y que competidores y público se mantengan a salvo, se requiere un equipo amplio y altamente especializado. En Mercedes, conjunto multiganador, trabajan unas mil personas y mil más elaboran los motores para la Fórmula 1, que se venden a otros tres equipos, reportaba The New Yorker hace un par de años.
Se necesita pericia, conocimiento, física, química, vigor y un ojo particular para que, al final, este esotérico deporte conserve la elegancia con la que nació a mediados del siglo XX. En un par de años, más de un profesional con esas cualidades podría ser costarricense.
Es más, podría venir de Turrubares, de San Vito de Coto Brus o de cualquier parte del país. De hecho, ya se están preparando.

Carros modelo y equipos completos
Un par de semanas antes del circuito de México del 26 de octubre, en el auditorio de Texas Tech University en Avenida Escazú, un grupo de chicos y chicas de colegio se inquietaba en la pequeña gradería de madera.
Nerviosismo de conferencia de prensa, los grupos que se van acomodando, cada cual con su uniforme, pero no el de su cole, sino el de su escudería. Un chico le roza la mano a otra para que vuelvan a ver a los fotógrafos. Uno de los muchachos que hablará camina, se acerca al podio, manos en las bolsas, repasando sus líneas, como si reconociera el papel que debe jugar. Los demás, un poco más nerviosos: una chica le toma la pierna a otra, emocionadas por lo que van a ver a continuación.
Verán en breve, entre prensa, la viceministra de Educación y ocasionales estudiantes de la U, el preámbulo de su visita a México. Sí, estarán en el paddock, la zona restringida donde ingenieros y expertos se reúnen antes de las carreras. El presidente de Automóvil Club de Costa Rica, Daniel Coen, les explicará cómo moverse, lo que pueden hacer, lo que pueden preguntar. Se van mañana.
Esto es STEM Racing Costa Rica, capítulo local de un programa oficial de la Fórmula 1 que pone a miles de estudiantes de todo el mundo a competir y a asistir a las carreras. Se organizan por equipos tal cual una escudería “real” lo haría, con diseñadores, técnicos, ingenieros, comunicación, patrocinios, y todo lo que se requiere para competir. Participan con modelos pequeños que les permiten conocer de aplicaciones de diseño y consumirse en este mundo hipertécnico.

Esta mañana hay tres equipos: uno del Cedes Don Bosco (Alajuelita), que competirá en la sección Entry Level; el Colegio Técnico Profesional de Turrubares, en Development Class; y el Liceo Experimental Bilingüe José Figueres Ferrer, en impresión 3D.
Fuera del salón, dos miembros de Macaw Racing, del CTP de Turrubares, comentan sus ansiedades ante lo que han logrado: “Un poquito presionado, porque mucha gente no dimensiona lo que es la Fórmula 1″, confiesa Albert Espinoza, de 18 años. Adentro, Coen les decía que no es un premio de ir a México, sino un premio para la vida, y eso lo agradecen.
“Siento que ha sido muy enriquecedor porque este tipo de competencias empuja a los estudiantes a llevar un poquito más allá sus habilidades blandas. Nos ha ayudado mucho en temas como inglés, algunos detallillos más como el manejo de software, colaboración con empresas, trabajo en equipo...“.
Y, para ser francos, una de las grandes experiencias formativas de la vida es, en efecto, aprender a trabajar en equipo (o tirar la toalla y arrepentirse). “Ha sido... bueno, no siempre ha sido de lo mejor, obviamente”, acepta su compañero Caleb Hernández, de la misma edad.
“Cada quien tiene sus preferencias, pero lo que tratamos es de hablarlo siempre, de llegar a la solución, a lo mejor llegar a un acuerdo entre dos ideas, que alguien quiere que sea verde y el otro quiere que sea rojo”, dice.



El primero gestiona los recursos; el segundo, gestiona patrocinios y marketing. Así como en una escudería regular, muchas partes deben actuar en conjunto para apoyar al piloto, a la marca y ganar la carrera. El frenesí de la pista —entre humo, chillidos, golpes y vítores— no puede ocultar el hecho de que, para que esta fiesta ocurra, cientos de hormigas altamente especializadas corren de un lado a otro, cada quien atento al milímetro de esfuerzo que le corresponde.
En el salón, todo es expectación mientras desfilan en la presentación los hitos de un programa que, por tres ediciones, ha reunido a estudiantes del país en torno a las carreras. Un equipo ha tenido oportunidad de visitar la Fórmula 1 en Singapur y competir; alguien dice “¡Ahí están los chonetes!“ mientras pasan las fotos del evento, buscando a sus colegas. Todos quieren ser los próximos en la pista.

Un esfuerzo privado y público
Unos días antes de la conferencia, en una mesa de almuerzo que pronto se llenó de papeles, modelos a escala y materiales de construcción, el empresario Marco Cercone sostenía una réplica en sus manos.
El carrito parecía un juguete más, pero a los ojos del impulsor de STEM Racing Costa Rica es una promesa. Él lo ve claro: un muchacho o una chica con esa formación se casa con su par y, juntos, salen a crear una nueva clase media en un país donde se empequeñece, con su economía que solo parece crecer en zonas francas. Es una apuesta por el futuro.


“Los muchachos con estas capacidades, con estas inteligencias, deberían entender que el futuro de ellos está en estudiar ciencias, matemáticas, ingenierías, y así ayudamos al país”, considera Cercone.
También es su forma de agradecer, de alguna manera, por el éxito de sus empresas y las de su familia, de migrantes italianos. “Pudimos hacerlo muy bien y crecimos mucho como familia y como empresarios y realmente no queremos perder eso. Tenemos que ayudar a la economía y dar de vuelta un poco más como empresarios”, explica.
STEM Racing es parte de una organización basada en Inglaterra y apoyada por la Fórmula 1; provee los insumos técnicos y materiales para una ocompetencia que conecta a estudiantes, menores de 19 años, de distintos sistemas educativos del mundo. En Costa Rica, sus impulsores querían priorizar los colegios públicos para expandir la base de personas que deseen estudiar y crecer en las áreas tecnológicas y científicas.
La iniciativa ha contado con apoyo de múltiples empresas nacionales y regionales, LEAD University, Texas Tech, Universidad Estatal a Distancia, el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación Costarricense y fue cobijado prontamente por el Ministerio de Educación Pública.

Para la viceministra de Educación, Guiselle Alpízar, el desarrollo del trabajo en equipo y la coordinación interdisciplinaria es el mayor aporte. “Yo creo que ese el gran valor agregado, es el trabajo de coordinación tanto el ministerio como la empresa que necesitamos desde la educación técnica para poder trascender”, considera.
El concurso implica la organización de distintos grupos en los colegios; competencias regionales; y finales nacionales donde se eligen los equipos que, en distintas categorías, participan del evento internacional.

Este año se inscribieron 187 colegios, con estudiantes entre 12 y 19 años, repartidos en 49% hombres y 51% mujeres (en sí llamativo por los desafíos para que chicas opten por estas carreras). La mayoría son de colegios técnicos profesionales, y los bilingües experimentales crecieron, con científicos y centros privados completando la tabla.
Dos miembros de Iztarú Force, del Figueres Ferrer, hablan de su “una mezcla de emociones”, entre las que predomina la gratitud. Samantha Badilla y Dánae Esparza se expresan con la elocuencia de quien ya se acostumbró a hablar en público, sin que eso oculte la genuina felicidad por lo que este esfuerzo, tan riguroso, les ha permitido. La participación toma meses, y esto en colegios que ya son por su naturaleza más demandantes que el promedio.
Pero, ¿en qué piensan cuando oyen “Fórmula 1″? “En innovación, primero que todo, en innovación, en tecnología, sensores para absolutamente todo y esa control sobre un monoplaza, el entrenamiento, el trabajo en equipo”, enumera Badilla. “Fue algo nuevo, algo que tal vez nunca había explorado desde otro punto de vista y nada más pensaba que era como las carreras y ya”.

Creciente popularidad de la Fórmula 1
Por allá del 2012, una revista le preguntó al piloto británico Lewis Hamilton qué hacía falta para que, tras tantas décadas de popularidad europea, asiática y latinoamericana, la Fórmula 1 finalmente calara en el público de Estados Unidos.
“En realidad se trata de poner el auto frente a la gente”, dijo. “Una vez que lo escuchas y lo ves, sientes el ruido… entonces quizá vengan a una carrera“. Añadía que si bien no sabía cómo funcionaría en Oklahoma, los fans lo reconocían ya en California.
Ahora posiblemente lo identificarían allí y en muchas partes más. Ayudaron las redes sociales, un reality show en Netflix, varios pódcasts, transmisiones televisivas, un taquillazo con Brad Pitt...
Si bien al funeral de Ayrton Senna asistieron un millón de brasileños en 1994, hoy hay más héroes, más drama, más fama en todas partes; además, conforme otros circuitos se establecen en ciudades alrededor del mundo, más cercano se vuelve el deporte, distintos de otras carreras algo más caóticas como NASCAR.

En el caso de STEM Racing Costa Rica, el efecto también se ha sentido y repercute en la cantidad de participantes. Según los datos mostrados en conferencia de prensa, en 2023-24 participaron 25 equipos con 137 estudiantes; para 2024-25, fueron 155 equipos y más de 900 participantes. El impacto total se estima en unos 14.000 colegiales.
¿Esperaba Cercone un crecimiento tan acelerado? “Realmente no, no. Me ha sobrepasado, ha sido un crecimiento espectacular y es difícil de manejar porque a veces es difícil conseguir los patrocinadores para montar, ayudar, patrocinar equipos y patrocinar programas como este”, explica el empresario.
Empero, admite que cada vez se suman más personas que comprenden el impacto que puede tener en los colegiales. El costo de cada año puede rondar $200.000 o más, pues aunque la operación es pequeña, requiere inversión significativa para dotar a cada equipo de lo necesario para su exploración.

Ahora bien, una parte significativa del esfuerzo de los estudiantes es justamente buscar los recursos que requieren para completar sus proyectos. En las camisas oficiales se aprecian logos de empresas locales, cooperativas y otros patrocinios que se van sumando según tocan puertas.
En la conferencia de prensa, conversó uno de los muchachos que vivió pronto el estruendo de la pista y el agotamiento previo: Diego Hidalgo, de 19 años, oriundo de Sabalito de Coto Brus. No solo fue a México en la primera edición del certamen, sino que se ganó una beca (y habrá muchas más este año en LEAD y Texas Tech): lleva dos años en ingeniería eléctrica.
“Cuando fui a México, yo no sabía quién era Hamilton. Sabía quién era Max (Verstappen), pero no era muy fanático. Allá (en Coto Brus) el mundo es un poquito diferente. Era muy de fútbol, en todos lados.

“Y nosotros, claro, jugábamos fútbol todos los días. No veíamos Fórmula 1. Pero me hice fanático justo cuando lo vi en persona y también cuando estábamos investigando porque sabíamos que íbamos a viajar a a un Gran Premio”, explica Hidalgo.
En su equipo le correspondió hacer el diseño más aerodinámico posible, como ingeniero. Aprenden de programas especializados que les permiten dar forma a los bloquecitos de material, enviados de Inglaterra, para luego hacerlos lucir, ahora sí, como uno de los bólidos que cruzan millones de pantallas en cada Gran Premio.
Todo eso podría distraer del ritmo regular del colegio, pero la mayoría ya están acostumbrados al ajetreo en los CTP o los científicos. Cuando ganó su competencia, Hidalgo y su mejor amigo, Jorge Madrigal, regresaron un viernes en la noche, y por la mañana tenían que participar en la Olimpiada Nacional de Química. “Jorge ganó oro absoluto y no durmió toda esa noche”, dice.
¿Hubo algún momento de pánico? “Tal vez no de pánico, pero es que nos costó al inicio porque todos eran muy buenos, pero éramos muy buenos individualmente. Si no nos formábamos como un equipo hubiéramos perdido”, confiesa.

Aquella tarde en Escazú, todos iban de aquí para allá ansiosos por lo que avecinaba. Después, empezaron a llegar los mensajes de WhatsApp, las fotos y los video, y en todos, una cara sonriente. Estaban frente a los monstruos, los tubos, los cables, las llantas, el concreto, el ruido y todo lo demás, todo lo que apasiona a los seguidores de los autos y los hace soñar si algún día podrán estar allí.
Los chicos de STEM Racing Costa Rica ya estuvieron ahí, y ya conocen los esbozos de lo que se hace en el pit. Muy pronto, desde Turrubares, desde Alajuelita o desde Cartago podría salir, raudo como los costosísimos autos competidores, algún ingeniero que más bien reciba a otros compañeros suyos, que desde el colegio soñaban con ser como ellos.
