Si a usted lo pusieran a contar la historia de Guanacaste, quizás trastabillaría. Si le pidieran describir qué es la provincia hoy, dudaría. Que la provincia no es solo folclor y playa queda claro. Pero lo que no está tan definido es su futuro.
Hace unos 25 años, la provincia tomó una ruta muy particular: la del turismo. Es, al fin y al cabo, un territorio de belleza incomparable, de playas que no acaban y sol perpetuo. Fuente de expresiones culturales complejas y diversas, terreno fértil para el arte y cuna de poetas, Guanacaste tiene una influencia inmensa en lo que imaginamos como “Costa Rica”.
Pero no todo es tradición, folclor, costumbre y herencia. Guanascaste es también un hilo tenso, una región siempre al borde. Hay mucho por cuestionar: Guanacaste no es uniforme ni estático. Y por ese motivo, quisimos preguntarles a sus jóvenes qué sueñan, qué piensan, qué imaginan para ellos y para su provincia.

Grevin Montero Mejías (16 años), Tilarán
Grevin Montero nació en Tilarán. Las montañas, los vientos y los paisajes de este cantón en la altura guanacasteca lo han visto crecer. Con el paso del tiempo, ha profundizado el amor por su tierra y solo tiene palabras de orgullo para su cantón: gente trabajadora, amable y costumbres arraigadas, a través de las cuales, honra a sus abuelos, su historia y sus raíces.
Aún se debate entre dos caminos: su corazón le sugiere que estudie Medicina, pero su pasión lo inclina hacia las Ciencias Políticas. Está bien. A sus 16 años, apenas comienza a forjar su futuro. Sin embargo, si algo tiene claro es su deseo de trabajar por la comunidad, llegar algún día a la alcaldía de Tilarán y, por qué no, convertirse en el primer diputado que represente a su cantón en la Asamblea Legislativa.
Sus anhelos le demandan trabajo desde ya. Grevin integró el Comité Cantonal de la Persona Joven en Tilarán y tiene un espacio de representación en la Asamblea Nacional de la Persona Joven.
Mientras cultiva sus metas, también reflexiona sobre los cambios que ha vivido su cantón. En los últimos años, dice, ha sido evidente el auge en la infraestructura. En 2023, por ejemplo, se inauguró el cine y desde entonces ha crecido la oferta comercial. Lo ve con buenos ojos, pues afirma, son oportunidades de empleo y atractivos para que personas de cantones vecinos, como Cañas o Bagaces, lleguen a visitar.
Aunque reconoce los avances en su cantón, a este joven guanacasteco también lo invaden algunas inquietudes, sobre todo la seguridad y la pérdida de las costumbres y tradiciones.
“Tilarán es un cantón muy seguro, pero últimamente ha habido delincuencia, carros a altas horas de la noche pasado a hacer bulla, desorden. Últimamente se ven jóvenes vendiendo droga. Mi preocupación es que ellos no tengan un futuro acertado, por estar perdidos en esto, por no estar en el estudio”, afirma el joven.
En este cantón de la altura, la tasa de incidencia de asaltos, tacha de vehículos y robos se mantuvo “muy baja”, de acuerdo con Atlas de Incidencia de Delitos durante el 2024, publicado por el Observatorio de la Violencia y el Ministerio de Justicia y Paz. Esto, sin embargo, no quiere decir no se deba prestar atención.
Quizá Tilarán comienza a sentir las repercusiones de la ola de violencia que asedia a Costa Rica desde 2023, el año más violento en la historia del país.
Para Grevin, analizar la juventud de su cantón no resulta complejo. “La mayoría, un 80% queremos superarnos, queremos salir adelante, tener nuestro trabajo, ganarnos las cosas honradamente. El otro 20% está más rezagado, no tiene ese interés por el estudio”, estima. El contexto de inseguridad nacional lo lleva a proyectar el futuro de Tilarán y, aunque es incierto, anhela seguridad, un territorio sin delincuencia y una juventud comprometida.
Aunque el cantón crece y atrae inversión, la pérdida de tradiciones también le angustia. “Debemos tenerlas arraigadas a nosotros, son lo que nos identifica a nosotros como tilaranenses, son parte de nuestra identidad y lo que nos hace sentirnos en Tilarán, que estamos en casa”, afirma.
Grevin tiene solo 16 años y cursa último año del colegio, pero desde ya piensa en todo lo que hará cuando llegue a la alcaldía.
“Sueño con un Tilarán desarrollado, con unir a los jóvenes, que tenga oportunidades, que puedan estudiar, que puedan trabajar. Que sea un cantón que tenga sus universidades, que las empresas vengan y digan ‘quiero invertir aquí’”, dice.
“Sueño con que no tengamos que irnos a estudiar a San José, que podamos estudiar en la universidad aquí. Sueño con que haya una Universidad de Costa Rica en Tilarán, universidades privadas y públicas, que nosotros mismos digamos: ‘estudiamos en Tilarán y ahora sí, vamos a devolverle invirtiendo en infraestructura y desarrollo’”, agrega el joven.
Oscar Guevara Dumani (21 años), Santa Cruz
Su número de cédula no comienza con cinco, sello de cualquier guanacasteco; sin embargo, creció en Santa Cruz y allí cursó la escuela y el colegio. Se siente profundamente arraigado a esa provincia del Pacífico y, por eso, aunque recientemente se mudó a San José para estudiar Derecho, emprende el viaje de más de cuatro horas para ver a su familia al menos una vez al mes, o incluso con mayor frecuencia.

Hoy, con 21 años, reconoce que ha le falta vivir para forjar un criterio más profundo sobre la realidad del cantón, pero ha atestiguado lo suficiente como para ver hacia atrás y reconocer los cambios en el territorio.
Cuando era niño, viaja a ver a sus abuelos en la capital. Era notoria diferencia entre su hogar, situado en un escenario más rural y la urbe en la que residían sus familiares. Hoy, aunque San José y Santa Cruz son radicalmente distintos, se han desmarcado Las distinciones.
“La evolución del cantón ha estado muy marcada por el boom que ha tenido Costa Rica, especialmente después de pandemia, con respecto a inversión extranjera directa. Ahí es donde más podríamos ver este cambio”, afirma.
El distrito principal se ha modernizado: hay muchos más negocios, centros comerciales y empresas internacionales. En las zonas más cercanas a la costa, como Tamarindo o Conchal, el auge en inversión es también evidente.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) indican que Santa Cruz fue el cantón con más área de construcción de vivienda en los primeros seis meses del 2024 con 108.981 m². El apogeo; sin embargo, viene desde antes. Durante 2023, el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA) registró 948.000 m² en proyectos constructivos en este cantón, lo que equivale a la cantidad de m² tramitados en otros 40 cantones juntos.
A pesar de ello Oscar explica que la carencia en infraestructura es latente y, sobre todo, preocupante, pues Guanacaste es uno de los principales focos económicos del país. “Es lo que mantiene a este país en la esfera de lo que lo hace atractivo internacionalmente”, afirma.
La carencia de lo más básico, como aceras, estancamiento en obras viales, así como la inversión en la infraestructura necesaria para abastecer de agua a sendos territorios y aliviar la carga a los mantos acuíferos en las zonas costeras. Estos temas, insiste, deben ser prioridad y han pasado años desatendidos.

“Guanacaste puede que tenga el problema de que la política se ha mantenido todavía muy tradicional. Han sido siempre los mismos mecanismos, los mismos partidos, las mismas personas. Se vuelve ese círculo vicioso en el que se entienden nada más las preocupaciones de las mismas personas”, explica.
Las oportunidades laborales en el cantón, ―profundamente dependiente del turismo―, obedecen a la capacidad que tenga el sistema educativo para formar profesionales competitivos, capaces de responder a la demanda de los puestos que hoy exige el mercado.
“Guanacaste claramente ha tenido la incursión de algo nuevo y eso es cultura y costumbres extranjeras. (...) Cuando integrás mucho la influencia extranjera, se va difuminando la local. Con este tipo de inversión, se incursiona en un mercado en el que predomina el inglés. Tanto en Guanacaste como a nivel país, todavía hay una clara disparidad entre los colegios públicos y privados”, dice.
La indecisión del gobierno por crear una ruta de educación, afirma, solo genera más disparidades.
Keyler Morera Garro (22 años), Nicoya
“En Guanacaste nos conformamos con que nos pongan una marimba en el parque, pero nos están tocando música que no es guanacasteca. Nos conformamos con la forma, pero no analizamos el fondo”, dice Keyler Morera, un joven docente de primaria de 22 años. Él ha visto cómo se desdibuja la identidad cultural de su tierra y reconoce que es una realidad que avanza con rapidez y desplaza siglos de historia.
Keyler evoca una Nicoya distinta. Recuerda cómo, años atrás, el parque era un punto de encuentro cultural: pintores realizaban sus obras al aire libre, otros musicalizaban el parque frente a la marimba, y los bailes tradicionales brotaban bajo el sol candente, tan propio de la provincia. En cada esquina, cuenta, había un autor cultural. Esa escena, que alguna vez fue cotidiana, hoy parece cada día un poco más lejana.
“Cada vez se va normalizando más no tener cultura. (...) Estos espacios se han ido reduciendo cada vez más, y diría que en unos años ya no vamos a tener cultura, más que la que queda en los libros de texto históricos”, lamenta.
Para él, el problema radica en la tendencia a “hegemonizarlo todo”. Aunque reconoce que su gente es trabajadora y emprendedora, afirma que cada vez más queda relegada. Las empresas externas están desplazando a los productores locales, al tiemmpo que, a pocos kilómetros, en las costas, los hoteles se diseñan pensando en turistas extranjeros y no en los costarricenses.
Ahora, lamenta, todo está en inglés. Se han ido adoptando costumbres, tradiciones y actividades que no son propias de la región. “En los últimos años, se ha diseñado un Guanacaste que ya no es para los guanacastecos ni para los costarricenses; es para los extranjeros”.
“La gran problemática a la que estamos expuestos es a desculturizarnos, a perder nuestra cultura, perder nuestra identidad, y una identidad que ha llevado más de 200 años de lucha y resistencia, hablando del contexto de la Anexión”, agrega.
¿Por qué se escapa la identidad? ¿Quién la resguarda? ¿A quién interesa?
Los guardianes de la tradición y el legado, dice, están desatendidos y algunos, desamparados. “Yo sigo viendo aquí en Guanacaste adultos mayores viviendo en condiciones precarias. (...) No es posible que seamos la zona azul del mundo pero tengamos a los adultos mayores viviendo en esas condiciones”, afirma el joven.
Por otro lado, la juventud no parece mostrar interés en mantener la identidad, al menos así lo percibe desde su entorno.
“Los jóvenes, nosotros, no sé si es como se nos crió, o simplemente somos una nueva generación, pero ya no nos interesa tanto esa parte cultural, y entonces al final terminamos por adoptar otra música y otra cultura que no es la nuestra”, agrega.

Ahí radica otra de sus principales preocupaciones sobre el futuro del cantón y la provincia. Como Grevin, Keyler asegura que se ha vuelto común ver jóvenes, desalentados y rezagados, de 14 y 15 años, dedicados a la venta de droga y desaprovechando oportunidades educativas.
Como docente se cuestiona: ¿Hasta dónde lo que nosotros estamos enseñando, de acuerdo a los planes de estudio del Ministerio de Educación Pública (MEP), capacita al estudiante para tener competencias para enfrentarse a la vida cotidiana?
El sistema educativo, dice, tiene su cuota en el estado de la juventud. “(El sistema) No está listo para enfrentarse a esta época contemporánea, a esta época tecnológica. Hay un montón de cosas en las que yo creo que el Ministerio está atrasadísimo, y eso está llevando a que en las aulas nos estemos quedando en lo superficial”.
Camila Martínez Hernández (22 año), Liberia
La Ciudad Blanca atesora siglos de historia. Caminar por sus calles es viajar al pasado; quienes tienen la fortuna de haber nacido allí lo hacen con orgullo y un profundo aprecio por su gente: emprendedores que, con esfuerzo y dedicación, sacan adelante sus negocios a diario.
Para Camila, esta es una de las principales características del liberiano: a través de sus pequeños emprendimientos gastronómicos y artesanales, generan empleo para jóvenes y adultos que, de no ser por ellos, quizá no encontrarían fácilmente una oportunidad laboral.
La admiración crece cuando Camila describe la realidad que enfrenta la ciudad de Liberia. Grandes comercios provocan el cierre de pequeños locales. En estos espacios, destaca, no siempre hay oportunidades para los jóvenes, quienes se ven obligados a migrar en busca de empleo. Algunos quedan desalentados.
Para ella, es necesario que la voz joven sea valorada y escuchada. Muchos jóvenes, afirma, no tienen experiencia ni un currículum que se adapte a las necesidades de una empresa, pero sí cuentan con muchas ganas de salir adelante.
Heydi Luna Ávila (28 años), La Cruz
A 59 kilómetros de la ciudad de Liberia, en el cantón fronterizo de La Cruz, vive Heydi Luna Ávila, una joven de 28 años. Se mudó allí cuando tenía 12 años y, aunque era solo una niña, desde entonces se enamoró de Guanacaste.
Heydi integra el Comité Cantonal de la Persona Joven (CCPJ) del cantón, estudia inglés y se prepara para ser auxiliar de cocina. Para ella, uno de los principales retos que enfrenta la juventud en su entorno es que las oportunidades educativas son escasas, las necesidades en las viviendas se acrecientan y el turismo, uno de los principales ingresos en la zona, se está debilitando.
De hecho, es común que los jóvenes dejen los colegios para emprender, pues no cuentan con las habilidades necesarias para asumir un puesto de trabajo, pero deben ganar dinero para así mantener a sus familias.
“Al ser una zona fronteriza, tenemos muy bajas oportunidades de estudio. El Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) tiene un límite de personas. He visto haciendo fila hasta a 60 personas para estudiar inglés. El turismo es lo que necesitamos para trabajar y vivir, necesitamos estudiar inglés, turismo y servicio al cliente. Los cursos no tienen la capacidad de ayudar a toda la población”, relata.
Conscientes de esta realidad, desde el CCPJ, en alianza con la Asociación Costa Rica por Siempre, se han brindado capacitaciones para jóvenes que buscan emprender y buscar un ingreso por su cuenta. “Es una buena opción para ayudarnos a integrarnos a quienes en este momento no tenemos trabajo. (...) Aquí hay muchísimo talento, muchísimos jóvenes con potencial”, dice.
Ella misma tiene sus anhelos. Le gustaría crecer como líder comunitaria, aprender nuevos idiomas y estudiar turismo para aportar al cantón que la recibió 16 años atrás.
Emmanuel Arguedas Mora (25), Hojancha
Emmanuel nació en San José, pero su estancia en la capital fue breve. Pasaron pocos meses antes de que su madre, una guanacasteca que trabajaba en la ciudad, decidiera regresar a su hogar, en Río Oro de Hojancha.
Tenía claro que ese era el sitio donde quería criar a su hijo: allí estaría lejos del peligro, la droga y la delincuencia. Así se ha mantenido a través de los años su pueblo, con un espíritu pacífico, rural y comunitario.
Algunos cambios han llegado a este pequeño pueblo, pero también parece haberse congelado en el tiempo. Mallas en la cancha de fútbol, un redondel de toros más grande y una que otra mejora han ocurrido. Sin embargo, Emmanuel recorre hoy sus calles, y son las mismas que lo vieron crecer.
Hoy, este joven de 28 años, Asistente Técnico de Atención Primaria en la Caja Costarricense de Seguro Social, sueña con ir más allá. Quiere estudiar Medicina, pero la carrera no la imparte ninguna universidad en Guanacaste. Ama su tierra, y dejarla representa un reto.
En 2019, se mudó a La Fortuna de San Carlos para trabajar. Aunque recuerda la zona como bella y cálida, no había un solo día en que no extrañara su pueblo.
“Me hacía falta la gente, la cultura. Me hacía falta apear los mangos, llevarlos a la casa y comer. Me hacía falta ir a camaronear y hacer todo lo que se hace aquí. Hay muchas cosas que todavía se mantienen a pesar del tiempo y las seguimos haciendo aunque seamos más jóvenes”, cuenta.
Como miles de guanacastecos sabe que perseguir su sueño implica separarse de sus raíces. Pero también entiende que formarse como médico no solo es un anhelo personal, sino una forma de devolverle algo a su comunidad.