
¿Qué nos dicen los objetos, los documentos, las evidencias del pasado? Para desentrañar sus significados, requerimos de la disciplina de la Historia, y sus investigadores deben echar mano de un sinfín de herramientas. En el caso de los barcos daneses hallados en la costa de Cahuita, ese conocimiento fue crucial para reconstruir un relato de esclavitud, naufragio y mestizaje.
Así nos contó Rina Cáceres, profesora emérita de la Universidad de Costa Rica, mientras reconstruía la extensa y caótica travesía de los dos navíos, el Fridericus IV y el Christianus V. Cáceres es una de las académicas más destacadas de la región en lo que se refiere a los estudios africanos y de la influencia de ese continente en nuestros países.
La confirmación final de la identidad de los buques, tras décadas de indagación histórica dentro y fuera de Costa Rica, renueva varias inquietudes académicas y plantea desafíos para la necesidad de promover ese conocimiento. “Me parece que es una reivindicación fundamental de que el parque nacional, los parques nacionales, pueden incorporar en su ideario a las comunidades; no pueden existir sin los intereses de las comunidades”, dice Cáceres.
“La historia de esas personas fue más allá del parque e impactó la sociedad costarricense”, dice la historiadora sobre las 105 personas esclavizadas que pasaron a otras partes del territorio. “Porque eso nos permite entender por qué ciertos prejuicios hoy en día, por qué el prejuicio con respecto a la pobreza negra, porque son prejuicios que existen y que se expresan en el salón de clase”.
“Nuestra sociedad no es blanca, nuestra sociedad es mestiza, profundamente mestiza y esa historia debe ser rescatada para iluminar ese pasado y entenderlo”, explica la investigadora. En la Cátedra de Estudios de África y el Caribe de la Universidad de Costa Rica, así como en otros espacios, Cáceres ha promovido este aspecto de nuestra cultura con herramientas de divulgación de todo tipo, aparte de minuciosos libros: folletos, exposiciones, documentales... Cuanto haga falta para hacernos comprender que, junto a lo español y lo indígena, lo africano estaba allí, al puro inicio de la mezcla que deviene Costa Rica.
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Para Cáceres, conocer estos aspectos de nuestra historia renueva el compromiso que debemos tener con la sociedad. Para ella, es importante que el tico “se involucre consigo mismo y con su pasado”. “Yo creo que muchas veces vivimos creyendo que es gratuita la institucionalidad que tenemos y que es gratuita en la sociedad en que vivimos. No es gratuita, cuesta muchas lágrimas y muchas disrupciones y mucha violencia. Y entonces es fundamental cuidar eso que hemos construido, no destruirlo”, dice.
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De muchas maneras, recuperar historias como las de las personas esclavizadas que llegaron a Cahuita, que se esparcieron por Cartago, Esparza, Bagaces y muchos pueblos más, nos recuerda el error de ver nuestras identidades “en singular”.
“Creo que nos haríamos sociedades más tolerantes si comprendemos que nosotros vivimos en una diversidad, si cada individuo comprende que viene de una diversidad”, opina Cáceres. “Al mismo tiempo seríamos menos ingenuos, porque la gente que no tiene capacidad de imaginar otras formas, termina siendo vulnerable a discursos demagógicos, a discursos de una sola perspectiva, unilaterales. No, nosotros no somos así: somos sociedades nacidas de una gran diversidad”.