Arturo Mejías Madrigal tiene muy claro lo que sintió al volver a entrar al mar a finales del 2021: libertad, agradecimiento y amor. Sus cabellos negros se empaparon y también sus mejillas. Sus labios volvieron a sentir el sabor del agua salada y todo su ser disfrutó de la delicia de consumirse en la acuosa inmensidad mientras el sol brillaba.
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Hace varios años a Arturo se le arrebató la posibilidad de escaparse junto a sus amigos y zambullirse en la playa de Quepos, comunidad puntarenense de la que es originario. Tenía solo siete años cuando una conductora invadió la acera y le atropelló dejándolo con paraplejia. Él iba para su casa, en San Carlos (donde vivía en ese tiempo), tras jugar fútbol con sus hermanos.
Arturo Mejías Madrigal recuerda poco de su vida antes de que una silla de ruedas se convirtiera en su aliada para movilizarse y trabajar. Han pasado más de dos décadas desde aquel día en el que todo cambió. Ser un niño pequeño le permitió adaptarse con facilidad a su nueva realidad.
Lo más complicado, admite, fueron sus años de adolescencia, en los que sus conocidos andaban por todas partes y él no podía acompañarlos porque sus papás cuidaban mucho de él. Entonces dedicó sus energías a estudiar y también a ser voluntario de la Cruz Roja.
Haber nacido en Quepos hizo que su amor por la playa fuera natural. Sin embargo, existe cierta dificultad para que su silla de ruedas ingrese en la arena, por lo que pensar en meterse al mar no era una opción que contemplara. La última vez que entró a las aguas fue en el 2008. Uno de sus hermanos lo llevó alzado.
Fue el 1.° de diciembre que Arturo volvió a saborear la libertad de moverse al ritmo de las olas. Lo consiguió gracias a la implementación de una pasarela hecha con tapas, la cual se instaló en Playa Espadilla, en Quepos, sitio en el que además colocaron dos sillas anfibias en las que personas con diferentes discapacidades pueden tener un acceso sencillo al mar.
Para poder hacer la pasarela, la cual es movible y permite el fácil ingreso a personas que usan sillas de ruedas, personas no videntes, coches o adultos mayores, se recolectaron 1.500 kilos de tapas con las que hicieron madera de plástico.
Tiendas Monge habilitó sus 180 establecimientos para que allí se recogieran todos esos plásticos. Además, la empresa cubrió los costos para que estas se convirtieran en madera y posteriormente en 16 pasarelas retráctiles y en una silla anfibia. La iniciativa de hacer que las playas sean más accesibles viene de la Red Costarricense de Turismo Accesible (quienes donaron una silla más) y se logró a través de su proyecto de responsabilidad social Donatapa y, en esta ocasión, gracias al apoyo de Monge.
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El proyecto, además de ser noble con el medio ambiente, busca aportar para que Costa Rica sea un destino inclusivo.
Con la implementación de esta pasarela, de 48 metros de largo, esta playa se convierte en el octavo destino turístico inclusivo del país. Hasta ahora, Playa Madrigales en Jacó, Playa Hermosa, en Guanacaste; playa Hermosa en Osa y playa Manuel Antonio cuentan con un sendero similar. Además, las playas Cangrejal y Samara tienen un muelle accesible.
A la infraestructura inclusiva se une un remolque, el cual funciona como un espacio acondicionado para que las personas con discapacidad que acudan a la playa tengan un espacio cómodo para bañarse y cambiarse. Cada año lo rotan de playa. Aún no se informa cuál será la próxima en contar con este beneficio.
En Playa Espadillas la fundación Sayú, que trabaja gracias a voluntariado, es la encargada de administrar la pasarela plegable y las sillas anfibias a las que se puede tener acceso de viernes a domingo, de 8 a. m. a 5 p. m.
Arturo no dudó en resaltar la labor de Sayú, organización local que desarrolla proyectos solidarios en áreas relacionadas con medio ambiente, cultura y ayuda social.
Un día de emociones intensas
En diciembre, en el marco del Día Internacional de la Persona con Discapacidad, Arturo y Bryan Picado Picado no solo se reencontraron con el mar, también practicaron surf.
“Cuando me volví a meter al mar reviví el recuerdo. Hace unos seis años que escuchamos del proyecto de las tapas. Estuvimos recolectando en la Cruz Roja. No volví a saber nada. Luego empecé a ver que iban a inaugurarlo aquí. Cuando supe me puso feliz, me hizo sentir muchas cosas. Podía volver a entrar al mar”, recordó Arturo.
Entre sus sentimientos también estaba el miedo. Tenía temor de ahogarse, aún cuando sabía que había muchas personas alrededor velando por su bienestar. De repente estaba allí, zambullido, rodeado de palmeras y de inmensas nubes que de repente taparon el sol. El susto se disipó como en sincronía con la marea.
“Todo cambió cuando volví a sentirla (el agua), a sentir que flotaba. Luego me pasaron a la tabla de surf, esa fue una cosa increíble. Ahí fue cuando yo dije que hacía mucho que no sentía esto”, comentó.
Entrar al mar hizo que Arturo se sintiera cerca de su padre, pues pensó mucho en él. El señor falleció en setiembre del 2020 y él era un gran protector de su hijo.
“Pensé que ahí hubiera estado él, con un saco de miedos pero también muy feliz”, dijo Arturo conmovido.
Para Bryan Picado, un joven de 31 años que tiene las condiciones de discapacidad física y cognitiva, su regreso al mar fue inolvidable. Él padece una enfermedad considerada rara -esclerodermia lineal- y hace 16 años le amputaron su pierna izquierda. Él y su mamá, doña Xiomara Picado Méndez, hablaron, tras esta experiencia, de los deseos de Bryan de poder no solo volver al mar, sino de surfear.
“La verdad para mí significó una gran experiencia. Una experiencia inolvidable. Cuando voy a terapia me enseñan técnicas de surf. Fui solamente un día, la verdad me gustaría volver otra vez.
“Yo usé la silla anfibia y la verdad es que es muy cómoda. Es accesible para cualquier persona con discapacidad”, dijo Picado, quien considera que gracias a este sendero retráctil será más sencillo ingresar y poder practicar este deporte en el que disfruta moverse “con facilidad y destreza”.
Por su parte, doña Xiomara comentó que desde que su hijo era un niño buscaban maneras de llevarlo al mar. Hace poco, contó el muchacho, visitó la playa Manuel Antonio.
“Con muletas es más fácil entrar al mar”, añadió Bryan.
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Oportunidad para muchas personas
Arturo es honesto al decir que no extrañaba demasiado el mar, de hecho trabaja frente a él en la Marina Pez Vela. Cuando por alguna razón iba a la playa, su disfrute era descansar bajo alguna palmera. Ahora, sabiendo que hay más accesibilidad, él planea ir más.
“Ya he ido un par de veces, pero no me he metido”, contó.
Además de sentirse bien por su vivencia junto a las olas, le genera alegría ver los posteos de otras personas que gracias a la pasarela han podido volver a la playa y al mar.
“Estar en el mar es sabroso. Es libertad. En el 2019 hice parapente a 1.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Es la descripción más gráfica de libertad que puedo explicar y es la que volví a sentir esta vez que estuve en el agua. Fue emocionante. También siento mucho amor. Detrás de estos proyectos hay muchas personas trabajando, ayudando. Además, tengo un anhelo de que esto dure mucho”, agregó Arturo. Él ve urgente que el turismo en Costa Rica sea más accesible.
Playas accesibles
Stephanie Sheehy es la directora ejecutiva de la Red Costarricense de Turismo Accesible, organización sin fines de lucro que abrió en el 2017 con “la meta de convertir a Costa Rica en un destino para todas las personas”.
Ella es, además, propietaria de Il Viaggio Travel, agencia de viajes y tour operadora con sede en el país, que trabaja el turismo accesible. De esta experiencia surgió la iniciativa de crear la Red y así buscar que Costa Rica se convierta en un destino para todas las personas.
“En la Red trabajamos tres pilares fundamentales: informar, verificar y educar. Trabajamos de la mano de los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), la Organización Internacional de Turismo Social, la Red Iberoamericana de Turismo Accesible, entre otras”, comentó Sheehy.
Por su parte, DONATAPA es el proyecto de responsabilidad social ambiental de la Red Costarricense de Turismo Accesible y este se creó con el fin de “lograr accesibilidad en zonas naturales de Costa Rica”.
“El proyecto inicia con las playas accesibles y diseña lo que hoy en día se conoce como las pasarelas retráctiles de plástico reciclado así como la silla anfibia confeccionada con el mismo material. Al día de hoy, el proyecto ha recolectado 100 toneladas de plástico”, agregó Sheehy, quien resalta la necesidad de que este tipo de proyectos cuenten con apoyo público y privado.
“Por ello aplaudimos a las Tiendas Monge, porque no solo han abierto sus 180 tiendas para que todas las personas del país tengan donde entregar sus tapitas, sino también se pusieron la camisa y financiaron la transformación del plástico recolectado en sus tiendas, para lo que hoy es Espadilla Playa Accesible”, añadió.