
Mi abuelo tenía un radio valvular (“radio de tubos” le llamábamos siempre, por los tubos al vacío que procesaban la señal). Recuerdo, con fascinación de niño, sentarme a su lado y escuchar cómo, al mover las perillas, surgían melodías y voces que sonaban a lugares lejanos. Conocí así las rancheras que tanto le gustaban o los boleros que le recordaban a mi abuela los bailes de juventud en Puntarenas.
Ese patrimonio ha seguido vivo en estaciones de radio como Musical o Sinfonola, que con cada “Festival de Recuerdos” hacen que, los domingos, me sienta cerca de esos abuelos que ya no están.
Con sorpresa y sintiendo que perdía un espacio que me sonaba a familia, escuché el mensaje en el que Carlos Lafuente, gerente de radio Sinfonola, anuncia la imposibilidad material de la emisora de participar en la subasta convocada por Sutel en coordinación con el Micitt, ente rector en la materia desde el Poder Ejecutivo.
Como Sinfonola, decenas de emisoras y televisoras en todo el país han ido anunciando, una a una, que el monto solicitado como piso en la subasta les resulta prohibitivo. Son medios de comunicación que tejen comunidad en zonas rurales y conectan a la gente allá donde los servicios de pago no llegan.
Sirva mencionar que, según mediciones de 2024, seis de cada 10 costarricenses escuchan radio a diario, un millón de personas ven televisión de señal abierta y, en las zonas rurales, la mitad de las personas no paga televisión por cable.
Puede haber consideraciones técnicas mediante las cuales expertos en la materia expliquen detalles sobre el proceso y también confusión en los argumentos a favor de la subasta, pero es necesario ir al origen de esta acción en la que el Poder Ejecutivo lleva al límite la confrontación institucional mediante tropelías con dudosas formas y fondos.
En 2022, poco antes de la segunda ronda electoral, el actual presidente hizo una afirmación temeraria y contundente: “Somos un tsunami y sí, vamos a causar destrucción, vamos a causar la destrucción de las estructuras corruptas de La Nación y de canal 7”. Todos hemos sido testigos de los ataques institucionales contra este diario, mientras que los dirigidos a la televisora se han centrado en su aporte al Estado por el uso del espectro.
El resultado fue que no lograron destruir Teletica, que presentó su propuesta en la subasta que cerró el pasado viernes. Pero parece que destruirán radio Cartago, radio Santa Clara, Élite Radio y decenas de medios más a lo ancho y largo del país. Tal vez usted no las haya escuchado, pero hay personas para quienes estas son sus fuentes de información.
El “tsunami de la destrucción” sí ha sido exitoso en empeorar la deuda del Estado con la CCSS y en deteriorar sus servicios, en mantener a la deriva el sistema educativo, en destruir empleos en el sector turismo, en ensuciar las políticas de protección medioambiental que fueron ejemplares por años, en disparar ataques contra las instituciones que cuestionan o no se alinean. Todo esto, mientras las balas disparadas en nuestro territorio marcan dolorosos récords de muertes, muchas de víctimas inocentes.
La democracia se defiende en días como el próximo domingo 1.° de febrero, pero también garantizando espacios que promuevan el pluralismo, la libertad de expresión, la educación comunitaria y el fortalecimiento del tejido social.
Ante las acciones judiciales tomadas por quienes se han visto perjudicados por la subasta, la aún sólida institucionalidad con la que contamos tendrá que resolver priorizando el bien común. Y en nuestras manos ciudadanas está la bendita posibilidad de escoger autoridades que construyan (y reconstruyan) con sus palabras y sus obras, y que miren hacia el futuro sin olvidar a nadie, ni siquiera a quienes somos en el recuerdo de una canción.
Luis Paulino López Fernández fue fiscalizador asociado en la Contraloría General de la República, es máster en Administración Pública y estudió el programa de Ética, Economía, Derecho y Política en la Universidad Ruhr, de Alemania.