La crisis de la contaminación causada por el plástico se agrava. Regularmente se publican estudios que comprueban la presencia de plásticos en los lugares más remotos del planeta, en el aire, en la comida e, incluso, en la sangre humana.
A pesar de las campañas dirigidas a la reducción del uso de plásticos y de los cambios en políticas públicas para prohibir los de un solo uso, ¿por qué persiste la utilización de este material indiscriminadamente, no obstante los problemas que sabemos que ocasiona?
El asunto es muy complejo y existen diversas causas. Sin embargo, sobresale una en particular: la errada creencia en que el plástico es, en mayor medida, un material reciclable, y la igualmente errónea percepción de que los desechos plásticos que ingenuamente separamos día tras día van a llegar a ser reciclados.
Lo cierto es que numerosos estudios prueban que el reciclaje del plástico no es más que un mito. Mediante un estudio, llevado a cabo en el 2017, se confirmó que, a lo largo de la historia, solamente un 9 % de todo el plástico producido ha sido reciclado. El porcentaje es aún menor en ciertos lugares, como en Estados Unidos, donde es apenas un 6 % desde que China cerró sus fronteras a la importación de estos desechos.
El reciclaje del plástico es complejo y caro, desarticulado y separado del proceso productivo. No es rentable a gran escala, por lo que su crecimiento quedó muy atrás del desarrollo de la industria de producción de plástico virgen.
Un estudio de la Fundación Minderoo, publicado en febrero, determinó que el incremento de los plásticos de un solo uso provenientes del plástico virgen es 15 veces mayor que el de los plásticos producidos con resina reciclada.
El mito del reciclaje es una estrategia muy útil para la industria de este material, que le permite trasladar al consumidor la responsabilidad de los desechos (en vez de asumirla ella por producirlos) y esgrimir la falsa promesa del reciclaje como justificación para evitar la promoción de proyectos de ley tendentes a limitar la producción de plástico en la fuente. Además, se establece un sistema de greenwash, en el que el consumidor siente que contribuye a la solución al separar sus residuos, y motiva a consumir sin remordimiento, perpetuando el problema.
Es vital entender el trasfondo, debido a que la producción de plástico virgen no disminuirá, sino que va a continuar aumentando. Tras la merma progresiva en la demanda de combustibles fósiles alrededor del mundo, las compañías de hidrocarburos se están enfocando en incentivar vigorosamente la producción de plásticos para mantener la demanda del petróleo alta.
En el 2021 se estimaba que se producían unos 400 millones de toneladas de plástico al año. Según las últimas predicciones, de aquí al 2050 la producción crecerá a 1.100 millones anuales.
La solución a la contaminación por plástico requiere cambios sistémicos y acciones mucho más contundentes que los simples programas de reciclaje que se crean año tras año, basados en buenas pero infundadas intenciones.
Para solucionar el problema son necesarias políticas públicas ambiciosas, que reduzcan la producción de plástico virgen en la fuente e incentiven programas de manejo de residuos, como los sistemas de depósito, devolución y retorno, alternativas retornables, estandarización de envases y la imposición de impuestos elevados sobre los productos plásticos, que ayuden a interiorizar los costos ambientales de este material, como recomienda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) desde 1980.
La presión de la industria para incrementar la utilización de plásticos será más grande en los próximos años. Por esto, es clave entender y ser conscientes de que más del 90 % de los productos plásticos que adquirimos nunca llegarán a ser reciclados ni reutilizados, sino que terminarán acumulándose en rellenos sanitarios o en el ambiente.
El reciclaje de plástico es un sistema fracasado. Es hora de aceptarlo y buscar soluciones que produzcan resultados tangibles desde la fuente.
La autora es especialista en derecho ambiental.
