FIRMAS PRESS.- Miami aparece en los medios como una ciudad vibrante, glamorosa y próspera, un símbolo de riqueza y un imán para la inversión extranjera. Los elevados y modernos edificios que se alzan en su litoral la han convertido en la tercera ciudad de Estados Unidos con más rascacielos, solo superada por Nueva York y Chicago.
Pero detrás del esplendor de Brickell, de los lujosos condominios de Sunny Isles y de las mansiones de multimillonarios en Star Island, se esconde una realidad muy dura: un alto porcentaje de los hogares en el condado de Miami-Dade tiene dificultades para cubrir sus necesidades básicas. En el 2023, según un informe de la organización sin fines de lucro United Way, aproximadamente el 37% de los hogares en Miami no tenía la estabilidad financiera necesaria para garantizar el pago de los alimentos, la vivienda, el transporte y otros servicios esenciales. Tampoco contaban con suficientes ahorros para cubrir gastos inesperados.
Esta realidad no es una sorpresa. Desde hace años, los precios de la vivienda se han disparado, los salarios se han estancado y los servicios básicos son cada vez más costosos. El alza en el costo de la vida ha generado una creciente desigualdad social en el sur de la Florida, donde la brecha entre ricos y pobres tiene dimensiones abismales. Mientras algunos compran condominios por millones de dólares para usarlos como inversión o segunda residencia, otros deben elegir entre pagar el alquiler o llenar la nevera.
El precio de los alimentos en Estados Unidos ha subido el 30% desde el 2020. Esa alza ha causado un aumento del 50% en la tasa de inseguridad alimentaria en Miami-Dade. Cada día, unos 400.000 habitantes de Miami –el 15% de la población del condado– no saben si podrán costear su próxima comida.
En Miami-Dade, casi el 15% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, según datos de la Oficina del Censo. La cifra supera al promedio nacional de 12,4% y es una prueba de que en la “tierra de las oportunidades” no hay oportunidades para todos. Muchos de los residentes de Miami que están en la pobreza trabajan a tiempo completo en sectores esenciales como la limpieza, la construcción, el comercio minorista o el cuidado de personas mayores, pero no ganan lo suficiente para vivir sin aprietos.
Las decisiones políticas radicales del Gobierno federal bajo la batuta de Donald Trump agravan aún más el problema. Los recortes propuestos por el presidente a programas federales de ayuda social —como el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP)— dejarían a miles de familias sin un apoyo muy necesario para sobrevivir. Si el proyecto de ley que Trump llama “grande y hermoso” es aprobado en el Senado, se calcula que cerca de cuatro millones de personas dejarían de recibir cupones mensuales para adquirir alimentos. Esos beneficios son un salvavidas para muchas personas mayores, madres solteras y trabajadores con bajos ingresos.
El objetivo declarado de la reducción de los programas de ayuda es disminuir los gastos del Gobierno. Pero ese mismo gobierno destina fondos cuantiosos a otros intereses, o rebaja los impuestos a los más acaudalados. La reducción de la ayuda no es una solución para la gente, sino una sentencia. Los que defienden los recortes alegan que de esa manera se incentiva el trabajo y se reduce la dependencia del Gobierno. Pero ese argumento falaz ignora una realidad elemental: muchas de las personas que reciben ayuda ya trabajan, a menudo en más de un empleo. Lo que falta no es voluntad de trabajar entre los necesitados, sino justicia económica.
Si queremos construir una sociedad más equitativa, debemos reconocer que la pobreza no es un fallo individual, sino un problema estructural. Se requieren políticas públicas responsables que garanticen vivienda asequible, acceso universal a servicios de salud, transporte eficiente y programas sociales sólidos. Y también se requiere inversión pública en redes de apoyo para los necesitados.
Miami no puede seguir ignorando las penurias que sufre una parte sustancial de su gente. No puede seguir ignorando la pobreza al pie de los rutilantes rascacielos que se exhiben en los medios. Hay que mirar más allá de las fachadas lujosas y revelar, con valor y humanidad, la otra cara de Miami.

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Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso y La espada macedonia, publicadas por Mundiediciones.