Las consecuencias de la desinformación y los discursos de odio las vemos por doquier. Afectan procesos electorales democráticos, bienes públicos, la estabilidad económica y la reputación de seres humanos. Causan daños a la salud pública y caos, como la toma del Capitolio, en Washington D. C., y el asalto a las sedes de los principales poderes de Brasil recientemente.
Esos dos hechos tienen como denominador común procesos continuos de desinformación malintencionada. Como sociedad, debemos poner freno a la mala práctica de difundir noticias falsas antes de que sea demasiado tarde y nos lamentemos por hechos violentos que amenazan la vida y la sana convivencia.
Me preocupa que en Costa Rica ya no se acepte la crítica constructiva, ni la posibilidad de disentir sobre un asunto u otro, y se recurra entonces a deslegitimar la institucionalidad y a las personas, con absoluto irrespeto por las formas de pensar y a la manifestación de las ideas.
Es preciso que las instituciones, los tres poderes de la República, los medios de comunicación, los colegios profesionales y la sociedad civil forjemos un frente común contra la desinformación, el uso de troles y las cuentas falsas, recursos perversos que deslustran la imagen de las instituciones y la dignidad de las personas.
La crítica sana y el disenso son positivos porque originan nuevas ideas y enriquecen proyectos y planteamientos. No debemos tener miedo a la crítica cuando se formula con buenos argumentos y se fundamenta en la evidencia y el rigor de la ciencia, la tolerancia y el respeto. Por el contrario, la crítica a ultranza, malintencionada y, por supuesto, falsa, asesta un duro golpe a nuestra sociedad, como ocurre en este momento.
Es necesario legislar al respecto y manejar los niveles de tolerancia para que aprendamos de una forma madura a recibir la crítica como una apuesta por el enriquecimiento de un programa, de un proyecto… Claro, con el respeto y la tolerancia que merecemos como seres humanos.
Los puestos de autoridad no dan derecho a destruir a una persona ni a una institución simplemente porque no piensan igual. Adelante el debate de ideas con sólidos argumentos. ¡Alto a la desinformación!
En una declaración conjunta de organismos internacionales en el 2017, el entonces relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Edison Lanza, dijo que la desinformación y propaganda afectan intensamente la democracia, erosionan la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales, interfieren con el derecho de las personas de buscar y recibir información de todo tipo y pueden aumentar la hostilidad y el odio en contra de ciertos grupos vulnerables de la sociedad.
Destacó la importancia de las iniciativas de la sociedad civil y los medios de comunicación para identificar y desenmascarar noticias deliberadamente falsas, desinformación y propaganda, y contribuir a la toma de conciencia en torno a estas cuestiones. “Es preocupante que los gobiernos utilicen el fenómeno de las llamadas noticias falsas o fake news como una excusa para censurar a la prensa independiente y suprimir el disenso”, subrayó Lanza.
Pido fehacientemente que tomemos conciencia de los efectos nocivos de la desinformación y empecemos a organizar, entre todos, un frente común contra este flagelo, que lo único que causa es violencia y más violencia, como lo estamos viendo en Costa Rica primera vez. Si no actuamos con prontitud, luego será demasiado tarde.
La autora es subfiscal de la Junta Directiva del Colegio de Periodistas de Costa Rica y Profesionales en Comunicación.
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