
El 21 de mayo último, quienes estábamos en el servicio de Valoración del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG), fuimos testigos de cómo un hijo maltrataba de palabra a su madre, de 92 años de edad, porque no se podía colocar adecuadamente la mascarilla.
Ante aquel grotesco episodio, otras personas –entre ellas acompañantes y pacientes– reaccionaron, increparon al señor, pidieron respeto hacia la señora y la intervención del personal hospitalario no se hizo esperar: atendió el caso y protegió a la señora, quien quedó hospitalizada en ese centro especializado.
El caso sirve de ejemplo para hablar de los constantes atropellos que sufren las personas mayores. La violencia contra esta población abarca, como lo dice la jefa del Servicio de Trabajo Social del de HNGG, Jeannette Martínez, muchos aspectos: violencia física, psicológica, abuso sexual, patrimonial, negligencia y hasta el abandono.
Martínez explica que ahora las familias se han transformado y la persona adulta mayor cada vez tiene menos redes de apoyo que la protejan.
Solo el año pasado, el HNGG atendió 148 casos de violencia contra el adulto mayor. Estamos hablando de casi tres casos a la semana que requirieron la intervención hospitalaria. ¿Pero, cuántos casos quedan ocultos en las cuatro paredes de una vivienda?
Entretanto, el área de Estadísticas de la Salud de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) registró, ese mismo año, 129 casos por abandono y negligencia.
Si ese hijo maltrató a su madre al frente de decenas de ojos que lo veían y oídos que lo escuchaban, ¿cómo será el trato que recibe la anciana a diario? Desconozco el desenlace de este caso, pero quiero creer que ese hijo aprendió la lección de que maltratar a su madre podría llevarlo incluso a enfrentar problemas con la justicia.
A pesar de que en Costa Rica existe la Ley Integral para la Persona Adulta Mayor (N.° 7935), se producen y se denuncian constantemente maltratos y hechos de violencia contra esta población vulnerable.
En los hospitales se narran terribles historias de maltrato contra esta población: desde la paciente que dejaron abandonada en la Consulta Externa del HNGG y fue descubierta por el director quien afortunadamente pasó por uno de los pasillos solitarios cuando se dirigía a su casa al final de la jornada, hasta el hijo que engañaba a su madre haciéndose pasar por un pretendiente para sacarle el dinero de sus ahorros.
También hay hijos e hijas que viven de la pensión de sus padres y otros que llegan a los hospitales cuando su padre o madre se hallan en su lecho, para sacarles una firma y apoderarse así de sus propiedades y otros bienes.
Los derechos de las personas adultas mayores son violentados de diversas maneras: cuando se vigilan sus gastos y el uso de su dinero; cuando se les controlan sus salidas; cuando no se atienden sus necesidades básicas ni se está pendiente de si comen o no, si asisten o no las citas hospitalarias, si se toman o no sus medicamentos.
Necesitamos en Costa Rica un Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) más enérgico, que luche y proteja a esta población en forma aguerrida; un Conapam que desarrolle políticas y estrategias reales de contención de la violencia y del maltrato para este sector de la población; un Conapam que se interese por la creación de centros diurnos y de cuido donde esta población pueda permanecer durante el día para que socialice, desarrolle habilidades y realice actividades que favorezcan su salud física y mental.
Necesitamos municipalidades y asociaciones de desarrollo que arropen a este sector de la población y que pongan en marcha programas recreativos, sociales y deportivos en su favor mediante la gestión de recursos comunales que protejan al adulto mayor del abandono, la violencia y la negligencia.
Ahora que el país está en un envejecimiento pleno, es necesario que todos pongamos las barbas en remojo y actuemos para detener esta violencia. No se vale hablar del tema únicamente cada 15 de junio, cuando se conmemora el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez, decretado así por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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María Isabel Solís Ramírez es periodista y salubrista.