
Aunque desde el siglo XVIII, se planteó la necesidad de que Costa Rica tuviera un hospital en la provincia de Cartago, aquello no pasó de un clamor y no fue sino hasta el 3 de julio de 1845, cuando el Dr. José María Castro Madriz propuso al Congreso la creación de un hospital, cuyo proyecto fue sancionado al día siguiente por el entonces jefe de Estado, José Rafael Gallegos. Ese centro médico se llamaría Hospital San Juan de Dios, se levantaría en San José y sería administrado por una Junta de Caridad.
Pero los pasos para hacer aquella obra, según la tesis de grado de Eugenia Incera Olivas, no fueron nada fáciles y más bien aquel naciente hospital tuvo que superar múltiples escollos y atrasos, al punto de que, en 1861, cerró sus puertas para abrirlas unos años más tarde.
Aquel hospital, que hoy es un ícono en la ciudad San José y que recientemente cumplió 180 años de vida, ha transitado por un escabroso camino lleno de limitaciones, pero se ha levantado y ha sorteado las vicisitudes de las diferentes épocas, hasta convertirse hoy en una de las instituciones hospitalaria más importantes, más grandes y de mayor experiencia en Costa Rica: 661 camas, 17 quirófanos, un área de atracción de casi un millón de habitantes, 4.200 empleados y 207 médicos residentes.
Si las paredes del Hospital San Juan de Dios hablaran, podrían narrar con lujo de detalles las congojas que se sufrieron en aquel lugar para atender, con sus exiguos recursos y servicios, a los heridos de la campaña de 1856. En el libro Del Protomedicato al Colegio de Médicos y Cirujanos, Raúl Francisco Arias Sánchez señala que, en aquella oportunidad, se atendió a 661 enfermos, de los cuales 218 eran filibusteros norteamericanos.
En aquella época, según lo narra Arias Sánchez, el hospital tenía un solo cuerpo central con dos alas, en una de las cuales se atendían los enfermos y dementes de ambos sexos, y en la otra funcionaba provisionalmente la cárcel de la ciudad.
Según los periódicos de la época, el Hospital San Juan de Dios también recibió a parte de los heridos del terremoto que, el 4 de mayo de 1910, devastó y dejó prácticamente en el suelo a la ciudad de Cartago.
Tuvo una participación protagónica en la atención de los heridos de la tragedia del Virilla, ocurrida el 14 de marzo de 1926, y, hasta ahora, el accidente ferroviario de mayor envergadura en Costa Rica.
De acuerdo con un artículo de Wendy Granados, Edwin Alvarado y Laura Velázquez, publicado en la revista Médica N.° 18 de la Universidad de Costa Rica de 2024, para esa tragedia, uno de los médicos más destacados del San Juan de Dios, el Dr. Ricardo Moreno Cañas, se desplazó a la zona y desde allí empezó a realizar el primer “triage” (clasificación de pacientes) del que se tiene historia en Costa Rica.
Su propósito era muy concreto: valorar a los pacientes en el sitio y distribuir a las personas heridas, según su condición clínica, a los tres hospitales que había en el Valle Central: Alajuela, Heredia y el San Juan de Dios, con la finalidad de aprovechar al máximo los escasos recursos de salud que tenía el país para enfrentar aquel doloroso momento.
Por los pasillos, consultorios y quirófanos del San Juan de Dios desfilaron hombres de la talla de los doctores Moreno Cañas, Carlos Durán Cartín, Clodomiro Picado y Pedro Morera. Un artículo de la Revista cubana de Medicina Tropical de 2013 destacó la labor de Morera, quien dedicó más de 30 años de su vida al estudio del parásito Angiostrongylus costarricensis, responsable de la angiostrongilosis abdominal, que él descubrió en 1970.
Entre aquellas vetustas paredes se empezaron a realizar los primeros procedimientos médicos y quirúrgicos costarricenses y se inició la lucha contra enfermedades que atacaron al mundo en la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, como el cólera, la tuberculosis, la anquilostomiasis…
El San Juan de Dios ha sido cuna de formación de cientos de connotados profesionales costarricenses que han brillado por doquier y que han contribuido y siguen contribuyendo a levantar el edificio de la Seguridad Social de Costa Rica.
Este hospital ha tenido desde su creación un sinnúmero de transformaciones para responder a las necesidades de las diferentes épocas que le ha tocado vivir y sigue enfrentándose a los nuevos retos del siglo XXI: la crisis de especialistas, las listas de espera y las limitaciones de espacio físico.
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María Isabel Solís R. es periodista y salubrista.