Los cinco países centroamericanos están en setiembre en el mes de la patria, y, en esta ocasión, el mes de la conmemoración del bicentenario de su independencia de la corona española.
Esta efeméride es para muchos la remembranza de un episodio de despojo sangriento de nuestra identidad que deberíamos olvidar; para otros, uno que nos recuerda nuestro origen común y lo que compartimos.
Independientemente de lo que esta fecha signifique para usted, es un momento oportuno para tomar conciencia sobre nuestra condición de países pequeños, con recursos compartidos y fuertemente entrelazados por sus dinámicas sociales, económicas, ambientales y políticas que trascienden las fronteras entre los países y que los influencian recíprocamente.
De esta condición, emergen retos y oportunidades comunes frente a los cuales los márgenes de maniobra que tiene cada país, actuando por separado, son muy limitados.
Cinco naciones de la antigua provincia colonial —ocho, si se incluye a Belice, Panamá y República Dominicana— son miembros plenos del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).
Contrario a otros países o regiones del mundo, que cuentan con grandes yacimientos de petróleo y «commodities» altamente cotizados en los mercados internacionales, las fortalezas de estos ocho países para impulsar su desarrollo son su rico patrimonio natural y su gente.
Ello hace necesario también tomar conciencia de nuestra condición en el entorno global. La región tiene una población cercana a los 60 millones de habitantes, aproximadamente la mitad de la de México, y un PIB de $361.520 millones en el 2019, una cuarta parte del que tiene Brasil.
El territorio continental de cerca de medio millón de kilómetros cuadrados, similar al de Francia, cuenta con una rica biodiversidad: un 12 % de las especies del planeta en el 2 % del territorio, y cerca de 4.000 kilómetros de costa en el océano Pacífico y poco más de 3.000 en el Caribe.
El istmo centroamericano comparte además condiciones de clima que viabilizan actividades sociales y productivas todo el año y cuenta con valiosos activos que hoy deben reconocerse y revaluarse para impulsar el desarrollo y el bienestar de su gente.
Centroamérica posee sobresaliente infraestructura compartida: 11 puertos internacionales en el litoral Pacífico y 14 en el Caribe, 20 aeropuertos internacionales, el canal de Panamá como punto neurálgico del comercio mundial y una carretera que se extiende a lo largo de 5.470 kilómetros entre Nuevo Laredo, México, y Yaviza, en Panamá.
Como en toda familia, sus integrantes son distintos. Aunque algunos de ellos se hayan distanciado porque tienen visiones de vida y futuro distintas o están lejos y no conviven bajo el mismo techo, no por ello dejan de tener un origen común o anulan los vínculos que su condición y la realidad les impone. Además, cada uno tiene conocimiento, experiencias y recursos valiosos que aportar en la búsqueda del bienestar de los demás.
Ser parientes, pertenecer a una familia, está determinado por nuestra existencia, pero también se elige. Si bien cada integrante se reserva para sí una significativa cuota de autonomía sobre la forma de conducir su destino, hay normas de convivencia que es fundamental cumplirlas: el respeto a la vida, la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Pese a los distintos rumbos y proyectos que cada integrante ha elegido, la familia se reúne, en algunas ocasiones para recordar o celebrar momentos memorables de sus vidas; en otras, para resolver problemas o solidarizarse y compartir con los demás angustias y penas.
De acuerdo con el «Sexto Informe Estado de la Región (2021)», el bicentenario de la independencia encuentra a Centroamérica sumida en la peor crisis de las últimas tres décadas debido, por un lado, a la convergencia de los rezagos históricos y tendencias desfavorables en materia de desarrollo humano sostenible y graves retrocesos en el ámbito político-institucional, y por otro, a los considerables efectos de la pandemia.
En esta, una de las coyunturas más complejas de su historia contemporánea, es necesario reunir a la familia para, con sensatez y responsabilidad, buscar solución a nuestros problemas, conscientes de que no hacerlo implicará renunciar a que somos herederos de un valioso patrimonio. Hoy como en el pasado tenemos márgenes de maniobra para conjuntamente impulsar iniciativas concretas a favor del desarrollo humano y la democracia en la región.
Asuntos críticos. Hay tres asuntos críticos en que la acción regional es necesaria y particularmente importante: la compra conjunta de vacunas para acelerar el proceso de inoculación que requiere la reactivación económica y social de la región y definir un protocolo para la gestión de las migraciones, especialmente las masivas y transregionales.
Reunir a la familia es clave en este momento histórico, no para celebrar sino para enfrentar amenazas que implicarán, tarde o temprano, grandes riesgos para todos sus integrantes. Hace 40 años, cuando la región estaba en guerra e imperaban los regímenes autoritarios, las economías estaban deprimidas e imposibilitadas para crecer, había muchas más personas pobres que en la actualidad y las posibilidades de tener empleo e ingresos estaba limitado por el entorno de la guerra. En ese momento, líderes de muy diversa naturaleza rescataron al Istmo de las llamas y la destrucción y sentaron las bases para un futuro mejor.
Ahora la situación es distinta; sin embargo, continúan vigentes muchos de los principios enunciados en el Protocolo de Tegucigalpa (1991), especialmente consolidar la democracia y fortalecer las instituciones sobre la base de la existencia de gobiernos elegidos por sufragio universal, libre y secreto, y del irrestricto respeto a los derechos humanos.
Centroamérica está mejor preparada que en el pasado para enfrentar los retos y promover el desarrollo humano sostenible y el fortalecimiento de la democracia. La región tiene una población mayor, con flujos crecientes de personas en edad laboral y con un mayor nivel educativo que en el pasado, y sus economías, pese a los graves efectos de la pandemia, se han diversificado y han establecido fuertes vínculos con los mercados internacionales.
Por último, la población es consciente de sus derechos y libertades, y los Estados y sistemas políticos, aun con sus debilidades, tienen posibilidad de reconstruirse para garantizar la vigencia de la democracia y los derechos humanos.
Afrontar los retos y aprovechar las oportunidades de Centroamérica es una responsabilidad compartida, pero quienes ocupan posiciones de liderazgo social, económico y político tienen un compromiso indelegable y determinante para evitar convertir esta aspiración en frustración, y que ello perpetúe la existencia de perdedores y ganadores netos de los beneficios y oportunidades del bienestar y el desarrollo.
albertomora@estadonacion.or.cr
El autor es coordinador de investigación del Informe Estado de la Región.