El consumidor de café debe sentirse orgulloso de cada taza con la que comienza sus mañanas gracias a que el sector cafetalero nacional, conformado por productores, beneficiadores, exportadores y tostadores, es un referente no solo por su histórica aportación a la democracia costarricense y a la oportuna distribución de la riqueza que lo identifica como motor de desarrollo de la ruralidad, sino también por su destacada organización, amparada a una ley única en el mundo que regula las relaciones entre ellos y permite esfuerzos conjuntos por la sostenibilidad con que producimos cada grano.
Somos reconocidos por la producción de uno de los cafés más finos del mundo y porque atendemos los componentes sociales y ambientales desde la mata hasta la taza a través de la traceability and sustainability statement, innovadora herramienta tecnológica, única en el mundo, desarrollada por el Instituto del Café de Costa Rica (Icafé).
Gestionamos 93.697 hectáreas cafetaleras en 50 cantones, cosechadas y cultivadas por 27.393 familias que todos los días nos deslumbran con sus acciones.
Nuestro parque cafetalero se ubica mayormente de manera adyacente entre las áreas de conservación y la urbana, en donde producimos café mediante esquemas de asocio con especies de árboles maderables, frutales y de servicio, los cuales ayudan tanto a incrementar la sostenibilidad del sistema agroproductivo como a la resiliencia climática.
Son un espacio similar al que ofrece un corredor biológico, donde muchas especies de aves, mamíferos, polinizadores, anfibios y otros se desarrollan y coexisten junto a la producción del café, como se constata en estudios de universidades como Cornell y Stanford, con las que trabajamos de la mano.
Nuestros productores utilizan sistemas sustentados en una serie de buenas prácticas agrícolas, tales como conservación y protección de suelos, muestreo de suelos y foliares que permiten realizar ajustes en la fertilización de manera que solamente se utilice lo necesario a fin de evitar el desperdicio y, por tanto, la contaminación de suelos y fuentes de agua.
También se toma en cuenta la productividad del café, y su estimación puede ser cuantificada mediante herramientas tecnológicas que reducen el error y posibilitan las decisiones más acertadas de manejo.
Además, se realizan monitoreos de plagas y enfermedades para hacer un manejo integrado de estas y preparar la caficultura para la adaptación al cambio climático. Se logra así incorporar tecnología de punta, como el uso de cultivos mejorados, con los ajustes necesarios en el paquete técnico donde se ponen en funcionamiento sistemas de podas con el propósito de mantener tejido joven y productivo y promover el manejo y disposición de envases. Todo esto permite a los productores ofrecer un producto de excelente calidad con bajo impacto ambiental.
Por ello, no podemos permanecer indiferentes ante las aseveraciones de la internacionalista Manuela Ureña Ureña, quien en el artículo “Su taza de café y las políticas ambientales”, publicado el 22 de junio, al parecer sin información adecuada, incluye a Costa Rica dentro de un diagnóstico global en el que se acomodan muchos orígenes sin distinción y, por tanto, presupone que nosotros somos parte de esa problemática.
La base técnica de Ureña es el artículo titulado “Designing effective and equitable zero-deforestation supply chain policies”, publicado en la revista Global Environmental Change en setiembre del 2021.
Si bien plantea el problema de la deforestación para las actividades agrícolas y ganaderas, y los productos directos e indirectos, es para índices globales, punto endeble en el argumento de Ureña al tratar de incluir el café de Costa Rica en la misma situación.
El apartado tres sobre la metodología y los materiales utilizados en el desarrollo del artículo dice en el tercer párrafo: “nos basamos en evidencia empírica en cuanto a materias primas agrícolas de mayor riesgo para los bosques: aceite de palma, soya, ganado vacuno y cacao”.
Las conclusiones en lo referente a política ambiental son exclusivamente para estos cultivos, por lo cual es incorrecto presuponer que el cultivo del café contribuya a la pérdida de bosque tropical, al menos en Costa Rica, en donde la cobertura forestal aumentó hasta el 60% a principios de esta década, tras más de 40 años de esfuerzo nacional para recuperar y proteger área forestal.
Contamos con la primera NAMA agrícola del mundo. NAMA es el acrónimo en inglés de acciones de mitigación nacionalmente apropiadas, la cual nos ha conducido en la última década a contar no solo con un café de altísima calidad, sino también con un producto ambiental, social y económicamente responsable.
Entre el 2016 y el 2019 se redujeron 71.000 toneladas de dióxido de carbono equivalentes en 24.000 hectáreas de café y se plantaron 75.000 árboles para la creación de sistemas agroforestales.
Por otra parte, 100 beneficios de café (micros, medianos y grandes) emplean buenas prácticas para la reducción del consumo de agua, electricidad y uso de cascarilla en sustitución de la leña, y poseen tecnología de punta para reducir su impacto en el medioambiente, por ejemplo, paneles solares.
En el artículo también se menciona la falta de trazabilidad de los productos agrícolas. En el caso del café, la Ley 2762 obliga la trazabilidad desde la mata hasta la taza.
Los autores son la directora ejecutiva y el sub director ejecutivo del Icafé.
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Es incorrecto presuponer que el cultivo del café en Costa Rica contribuye a la pérdida de bosque tropical. (Rafael Pacheco Granados)