La Gran Área Metropolitana no tiene más remedio que un sistema de transporte público eficiente y limpio. El congestionamiento vial, la contaminación sónica y del aire así como elementales razones de economía exigen soluciones de transporte colectivo más allá de los autobuses.
Según el Plan Nacional de Desarrollo Urbano publicado por el Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos en el 2013, el país perdía ¢170.000 millones al año por el caos vial de la zona metropolitana. El tiempo perdido en los embotellamientos, por las personas y los bienes cuyo transporte es esencial para la productividad, se suma al gasto excesivo de combustibles para arrojar la mayor parte de la impresionante cifra que, con el paso del tiempo, pudo haber aumentado. El costo de la contaminación del aire fue calculado en ¢12.000 millones y los accidentes de tránsito en otros ¢32.000 millones.
El sistema vigente debe ser mejorado. La sectorización podría evitar el ingreso de cientos de autobuses al centro de la capital y la renovación de flotillas puede ser aprovechada para estimular la adquisición de vehículos más amigables con el ambiente. También están en camino, o por lo menos proyectadas, importantes obras de infraestructura para aliviar los embotellamientos.
Esas mejoras serían significativas, pero tienen limitaciones. Es necesario pensar en otras posibilidades, como el tranvía. Funciona en muchas ciudades con éxito y la nuestra podría aprovecharlo de manera intensiva. La idea se ha planteado en varias oportunidades y existen estudios elaborados desde hace años.
En general, los planteamientos coinciden en conectar la zona de Pavas con la de San Pedro. La ruta podría ser parcial en un primer momento y ampliarse con posterioridad, pero sabemos cuál es el eje fundamental del servicio requerido. El país ha intentado remediar la falta de un medio de transporte como ese mediante la operación de trenes que no cumplen la función a plenitud.
Ahora, el gobierno de Corea aportará $400.000 para hacer nuevos estudios, esta vez tomando en cuenta otros elementos de un sistema de transporte público del cual el tranvía sería un elemento central. El examen comenzaría en marzo y tomaría en cuenta la sectorización de los autobuses y el uso de los trenes para conectar las ciudades.
Los diez kilómetros de recorrido del tranvía se complementarían con los trenes del Instituto Costarricense de Ferrocarriles y los autobuses sectorizados. El cambio en la calidad de vida en la ciudad podría ser dramático. La tecnología propuesta es eléctrica, con un sistema de levitación magnética. La operación sería limpia y silenciosa.
El Consejo Nacional de Concesiones está interesado en una actualización de los estudios de factibilidad elaborados en el 2012 para determinar si el sistema debe operar mediante concesión, bajo responsabilidad del Estado o mediante una alianza público-privada. Las ventajas de modernizar el transporte capitalino, incluso para la salud de los costarricenses, son motivo suficiente para encontrar un medio de ejecución rápido.
Ojalá el estudio financiado por Corea no sea uno más para los archivos y exista verdadera voluntad política para impulsar el cambio. El alcalde josefino, Johnny Araya, se ha manifestado comprometido con el proyecto desde su anterior gestión al frente del cantón central. Si mantiene el impulso, la Municipalidad de San José podría ser un importante catalizador de los planes.
En una reciente cita de gobiernos locales de la Gran Área Metropolitana, los alcaldes coincidieron en la importancia del reto planteado por la movilidad urbana y acordaron insistir en el ordenamiento del transporte público, incluida la sectorización de los autobuses y los proyectos de ferrocarril y tranvía. Juntas, las municipalidades pueden ejercer la presión necesaria.