
Hace poco menos de dos meses, la ciudad de Nueva York fue protagonista y testigo de una acotada revolución política. Se mantiene y puede llegar a tener amplias repercusiones. Hasta ahora, se limita a la dinámica electoral del Partido Demócrata en un conglomerado urbano específico y sin paralelo en Estados Unidos; de ahí que sea acotada. Pero ha generado profunda conmoción en otros ámbitos de esas tiendas políticas y, además, sus ondas expansivas han adquirido carácter nacional e, incluso, internacional. Conviene tomarlas en cuenta en Costa Rica, a las puertas de una campaña electoral de enorme importancia.
Debido a las inclinaciones del electorado neoyorquino, desde hace años el candidato o candidata demócrata ha tenido casi la certeza de ganar la alcaldía de la ciudad. De ahí la importancia desmesurada que se adjudica al proceso para elegir quién representará al Partido. En las primarias del 14 de junio, los aspirantes eran muchos, pero en la recta final la competencia se decantó entre dos: Andrew Cuomo, exgobernador del estado, con 67 años y miembro de una familia política enraizada en el establishment local, y Zohran Mamdani, de perfil radicalmente distinto.
Con la mitad de su edad, su experiencia política se limita a un cuatrienio como representante en la asamblea estatal. Se define como socialista democrático y profesa el islamismo. Nació en Uganda en 1991, de padres indios (un académico y una cineasta) que luego emigraron a Sudáfrica y finalmente a Nueva York, cuando él tenía siete años. Incluso en la más cosmopolita ciudad estadounidense, estas características pueden convertirse en grandes barreras políticas. Sin embargo, Mamdani las superó o volcó a su favor, venció a Cuomo por 20 puntos porcentuales y se convirtió en el candidato oficial demócrata.
La carrera que ahora tiene al frente será difícil. El actual alcalde, Eric Adams, correrá como independiente. Su caudal se ha reducido en medio de grandes escándalos, pero no es desdeñable, sobre todo entre los afroamericanos. Cuomo hará lo mismo, y cuenta no solo con el apoyo de la élite demócrata local, sino también con una buena maquinaria electoral y abundante financiamiento. Se habla, incluso, de que el presidente Donald Trump podría apoyarlo para frenar a Mamdani. Además, siempre existirá un contendor republicano.
Si la elección de noviembre se resuelve a favor de este astro emergente, su impacto será enorme, en dos sentidos. Uno tiene carácter programático. Sus propuestas para combatir el costo de la vida, controlar los alquileres, construir viviendas accesibles, incrementar impuestos sobre altos ingresos, y hacer gratuitos el transporte de autobuses, las guarderías y la educación hasta nivel de bachillerato en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, entre otras cosas, tienen un claro matiz izquierdista o progresista, según sea la denominación preferida.
Su eventual éxito en la elección y el gobierno local impactaría la oferta electoral demócrata más allá de la ciudad, y podría implicar un giro profundo en ese partido. Sin embargo, si las expectativas con que llega a la alcaldía resultan irrealizables o generan efectos secundarios negativos, como el descalabro de las finanzas, su ejemplo sería contraproducente.
Todo lo anterior está por verse. Sin embargo, la segunda dimensión de su impacto no hay duda de que fue exitosa y, por ende, ofrece relevantes lecciones. Se trata de cómo, mediante ofertas que atiendan las aspiraciones y necesidades más urgentes del electorado, sumadas a una personalidad empática del candidato, una campaña no tradicional, un uso inteligente de las plataformas digitales, y el aporte de voluntarios para tocar puertas, explicar ideas y pedir votos, se pueden impactar de manera determinante las preferencias y motivaciones ciudadanas.
Mamdani apostó a clips audiovisuales breves, empáticos y fluidos. Habló con convicción sobre los temas de mayor impacto. Persuadió a nuevos electores para que ejercieran su voto. Abordó problemas tangibles. Forjó coaliciones heterogéneas en una ciudad que lo es por antonomasia. Y no ha cejado en escuchar, caminar, dialogar y tender puentes hacia quienes lo adversan o ven con recelo.
Nuestra tarea periodística no consiste en dar consejos a los candidatos o candidatas. Sin embargo, sí les recomendamos tomar en cuenta, en tiempos de turbulencias nacionales, los enormes desafíos, pero también las posibilidades de volatilidad política, la dispersión del electorado y los nuevos parámetros organizacionales. A esto se añade no descuidar la necesaria mezcla entre lo programático y lo emocional, y la trascendencia que tanto las necesidades y aspiraciones concretas como la autenticidad personal tienen para los electores. En este sentido, los mensajes políticos que vienen de Nueva York tienen indudable relevancia.
