
La mejor noticia política para los bolivianos, porque votaron para que se produjera, tiene dos facetas. La primera fue el rechazo a los gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS), que durante los últimos años precipitaron al país en una aguda crisis de dimensiones múltiples. Sucedió en la primera ronda presidencial, el 17 de agosto, cuando su candidato fue derrotado estrepitosamente, y el llamado de su líder histórico, Evo Morales, para el abstencionismo, aunque tuvo eco, no alcanzó un porcentaje contundente. Implicó el inicio de un cambio de ciclo. La segunda ocurrió el pasado domingo, con la sólida elección de Rodrigo Paz para suceder al presidente Luis Arce.
A la vez, de estos resultados surge otra excelente “noticia”, o mensaje esperanzador, para la democracia y la sensatez. Enfrentados, durante ambas etapas del proceso, a elegir entre dos polos políticos –el de la izquierda mucho más extremo que el de la derecha– o una opción centrista, los votantes optaron por esta última. Es la que encarna y proclama Paz. Con la divisa del Partido Demócrata Cristiano, se impuso por nueve puntos porcentuales al derechista no extremo, pero sí estridente, Jorge Tuto Quiroga, de Líder.
Esta dimensión del resultado esperamos que logre impactar de manera muy positiva en Bolivia. Por un lado, el nuevo mandatario tendrá más posibilidades de restañar heridas en una sociedad altamente fragmentada por factores ideológicos, étnicos y territoriales; por otro, sus propuestas económicas tienen mayor sentido que las de Quiroga para salir del virtual precipicio en que ha caído el país. Esta, al menos, es la esperanza, porque las medidas que se imponen implicarán inmediatos tragos amargos.
Existe, además, otra dimensión tan o más importante de los comicios, que trasciende su ámbito nacional. Es el ejemplo de un electorado que logró superar, mediante los votos, un largo periodo de crisis, conflictividad, intransigencia y polarización. Lo hizo con una apuesta al centro democrático, la sensatez programática y la cordura personal de quien encabeza el movimiento.
Este estimulante ejemplo posee enorme relevancia en un hemisferio que, junto a otras regiones del mundo, es blanco de populismos autoritarios de diferente factura. Debe ser leído con atención en todas partes, incluyendo Costa Rica.
En una entrevista con el diario español El País, publicada dos días después de su triunfo, Paz fue muy claro al definirse. “Soy de centro. Podríamos decir que somos nacional-popular-democráticos, con una fuerte vinculación nacional, pero democrática. Porque hubo momentos en la historia de Bolivia en que lo nacional popular estuvo vinculado a lo cívico-militar”; también, añadimos, a un estatismo iluso y, a la larga, destructivo. También prometió un gabinete basado en méritos y que refleje la rica diversidad de la nación.
Su partido no tendrá mayoría en el Congreso; apenas será el primer grupo tanto en la Cámara de Representantes –45 de los 130 asientos– y el Senado: 13 de 36. Sin embargo, dado que, al menos en ciertas líneas centrales de su propuesta económica, existe cercanía con Libre, convertido en la segunda fuerza, y Unidad, agrupación menos de centro-derecha, existen posibilidades de lograr acuerdos importantes sobre legislación.
Tender puentes políticos y sociales será la misión de arranque más importante para Paz. La emprendió desde la campaña, con un discurso que captó apoyos de importantes sectores que antes habían votado por el MAS, a la vez que consolidó respaldos desde el centro hasta la derecha. Será una tarea muy relevante y difícil. Pero otra lo será aún más: conjurar la profunda crisis económica del país, que no ha cesado de agudizarse en años recientes.
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El modelo estatista impulsado por Evo Morales durante 14 años en el poder fue exitoso durante una década con altos precios internacionales de hidrocarburos, principal fuente de ingresos de Bolivia. En cuanto bajaron, su castillo de naipes se desplomó. Se redujeron los ingresos, los subsidios se tornaron insostenibles, creció la inflación y la moneda se desplomó. Como resultado, se produjo un virtual colapso económico. Superarlo pasará por difíciles medidas de ordenamiento macroeconómico, y al éxito dependerá no solo de su eficacia, sino también de la capacidad de liderazgo y concertación que puedan implementarse sin traumas.
En ambos sentidos, Paz es la mejor opción posible. Su gobierno no será fácil. Encontrará múltiples obstáculos. Morales hará todo lo posible por impulsar la inestabilidad, y está por verse cuál será la actitud de Quiroga. Esperamos que tenga una visión nacional que se imponga sobre sus aspiraciones políticas fallidas. Es lo que corresponde de los verdaderos demócratas. Bolivia, dichosamente, ha demostrado que dispone de muchos. Su trabajo conjunto será determinante.
