La pasada semana, con un día de diferencia, dos compañías tecnológicas de clase mundial, con considerables inversiones y décadas operar en Costa Rica, nos dieron sendas malas noticias. El jueves, Intel anunció el cese paulatino de sus operaciones de ensamblaje y prueba de microprocesadores en San Antonio de Belén y su traslado a las que desarrolla en Malasia y Vietnam. Al día siguiente, Qorvo, especializada en sistemas de radiofrecuencia, comunicó algo más definitivo: el cierre de su planta en la Zona Franca Metropolitana, en Heredia. Sus actividades también serán consolidadas en Asia.
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Ambas decisiones deben ser tomadas con mucha seriedad por parte de nuestras autoridades, porque dan una señal de alerta sobre dos ámbitos cruciales y relacionados. El primero es la creciente fluidez de los mercados y la enorme competencia que afrontan estas y otras compañías de tecnologías de información, procesamiento y comunicación. El segundo es la necesidad de que un país pequeño como el nuestro, incapaz de determinar las reglas del juego global, tome iniciativas inteligentes y adopte políticas flexibles para adaptarnos de la mejor manera posible a esa realidad.
Tal como declararon ambas, sus anuncios responden, precisamente, a estrategias empresariales transnacionales, destinadas a acelerar la innovación, incrementar la productividad y mejorar los rendimientos. Es algo totalmente comprensible. En un mundo plagado de disrupciones tecnológicas, el cambio y la adaptación constante son indispensables.
Intel no ha sido capaz, hasta ahora, de adaptarse a las oportunidades y desafíos de la inteligencia artificial para las empresas de microprocesadores. Se quedó a la zaga de otras, en particular Nvidia, TSMC y AMD, e incluso, en algunos ámbitos, de IBM y Samsung. Esto, sumado a un exceso de inversiones mal dirigidas, le ha hecho perder mercado, competitividad y rentabilidad.
En marzo de este año, Lip-Bu Tan asumió como nuevo director ejecutivo, con la tarea de cambiar el rumbo. Desde entonces, ha emprendido un amplio proceso de replanteamiento estratégico, reorganización y reducción de personal, del que forma parte el cese de sus actividades de ensamblaje y prueba en Costa Rica, que son las que aportan menos valor. Se mantienen, sin embargo, las de ingeniería y servicios corporativos.
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Qorvo, aunque sustancialmente más pequeña, ha sido mucho más exitosa que Intel en los últimos años. De hecho, este miércoles 29, su casa matriz anunció excelentes resultados financieros para el primer trimestre de su año fiscal de 2026. Además, su valor de mercado ha crecido en forma sostenida. Que, a pesar de lo anterior, tomara la decisión de terminar sus operaciones aquí, resulta algo más difícil de entender. Según su director financiero, es parte de una serie de acciones corporativas para escalar sus productos de alto valor y consolidar su huella de manufactura y de ensamblaje y prueba.
Tras reconocer la dinámica corporativa a que responden las decisiones de ambas empresas, la pregunta que debemos hacernos no es a qué responden sus replanteamientos, sino por qué decidieron eliminar actividades en nuestro país y transferirlas a otros.
No es fácil responder, pero existen ciertas pistas que deben analizarse. La primera es que, en ambos casos, se trata de operaciones con poco valor agregado relativo, si se las compara con otros procesos. En ellas, es muy probable que la escala de las actividades y el costo de la mano de obra sean variables fundamentales. En ambas, nuestra capacidad de competir es más limitada que en aquellas necesitadas de menos personal, pero más calificado. Conclusión preliminar: la formación del recurso humano se mantiene como factor esencial, no solo para mejorar la productividad en general, sino también para atraer operaciones de mayor valor agregado.
Es algo que trasciende el ámbito de las industrias de alta tecnología, y se relaciona con el conjunto de la economía. Lo mismo puede decirse de otras barreras que debilitan nuestra competitividad nacional, como el costo de la electricidad, la pobre infraestructura física y virtual, la sobrevaluación del colón y el exceso de trámites. Además, también se asoma la inseguridad como problema creciente.
Son aspectos que, lamentablemente, han sido descuidados de forma poco responsable, particularmente durante la actual administración. Si no se atienden con un sentido estratégico, buen planeamiento, visión de largo plazo y rapidez, su acumulación cada vez será más grave, y la factura que deberemos pagar como país, mayor.
Si los casos de Intel y Qorvo sirvieran para que mejoremos el rumbo, al menos podríamos rescatar un aspecto positivo. Es algo que está por verse. Mientras, el riesgo de otras salidas, sumado a la baja en la inversión extranjera directa, constituyen un preocupante augurio.
