Desde que, el 30 de junio del 2021, el expresidente de Guatemala, Vinicio Cerezo, concluyó su período como secretario general del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), la entidad ha estado acéfala por dos años alternos. Esto la ha privado de dirección política y ha generado enormes obstáculos para cumplir con su tarea de impulsar los intereses de sus integrantes: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.
La razón del vacío es que el gobierno nicaragüense, al que, por un sistema rotativo, le corresponde proponer sucesor en el cuatrienio que comenzó entonces, ha pretendido forzar la elección de candidatos que, por su perfil estrictamente político-partidista y falta de competencia profesional, no son aceptables para varios países miembros, entre ellos el nuestro.
La primera parálisis se produjo inmediatamente después de la salida de Cerezo, cuando el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo presentó una terna con candidaturas sin adecuadas calificaciones, encabezadas por un exguerrillero. A partir de entonces se inició una puja que duró un año. Logró resolverse cuando, en agosto del 2022, la Cancillería nacional, en medio de protestas locales, decidió sumarse al consenso que se había generado y aceptó el nombramiento de Werner Vargas, candidato nicaragüense, a quien se atribuyó un perfil más “técnico” que las anteriores personas propuestas.
Vargas, sin embargo, renunció en noviembre del 2023, sin aclarar las razones, tras una mediocre labor. La nueva terna propuesta estuvo encabezada por el excanciller y general retirado Denis Moncada, a quien acompañaron otras dos personas que, como él, solo pueden mostrar como antecedentes su militancia y lealtad al régimen Ortega-Murillo. Comenzó entonces una nueva mezcla de parálisis y pugnas internas, que se mantiene hasta ahora, por la negativa nicaragüense a presentar otros nombres, y por el justificado rechazo de Costa Rica, Guatemala, Panamá y República Dominicana a los propuestos.
El 9 de enero, nuestro país asumió la presidencia semestral pro témpore del SICA, por sétima vez desde su creación, en 1991. En cumplimiento de ese papel, y ante la imposibilidad de lograr consenso alrededor de los candidatos de Ortega, el canciller Arnoldo André solicitó a su gobierno reconsiderar la propuesta y, así, abrir el camino para un proceso de elección exitoso.
La propuesta, nada extraña en la diplomacia, encendió la inverosímil y deliberada ira de su contraparte nicaragüense, Valdrack Jaentschke, quien la calificó como “una incalificable e injustificable agresión”, protestó “enérgicamente contra el usurpador Gobierno de Costa Rica” y, con cierto tono de opereta, añadió: “Ante sus inaceptables términos, nuestra única respuesta es: ¡en Nicaragua no nos vendemos, ni nos rendimos, ni se confunde nadie”.
La respuesta nacional fue parca y prudente, como corresponde. Aclaró la necesidad de romper la parálisis mediante nuevos candidatos y reiteró “su disposición a conducir el diálogo constructivo entre los Estados miembros para facilitar los mecanismos diplomáticos que permitan aclarar cualquier inquietud”.
Nada de lo anterior es particularmente grave en sí mismo. La virulencia verbal de la diplomacia nicaragüense es de sobra conocida, y los insultos, lejos de debilitar a sus destinatarios, dejan muy mal parados al remitente. El problema es otro: su intransigencia ha sumido a la organización sombrilla de la integración centroamericana en una crisis política. Y si bien es cierto su desempeño deja mucho que desear, una de sus tareas fundamentales es representar a Centroamérica ante otras agrupaciones regionales. Es algo de particular importancia en una época de incertidumbre, en la que el diálogo multilateral es parte de las herramientas para buscar opciones de comercio, inversiones y cooperación en general.
Es por esta razón que la parálisis que se ha generado en el SICA resulta inaceptable y hay que verla como una forma de agresión al resto de sus miembros. Por desgracia, la voluntad nicaragüense de ceder o negociar parece nula. Habrá que esperar, entonces, a que concluya el período de la vacancia, que será en la segunda mitad de este año. Esperamos que entonces regrese un aceptable grado de normalidad a la organización, a pesar de las grandes diferencias que existen entre muchos de sus miembros.
