Establecido por Naciones Unidas desde 1972, este Día Mundial del Medio Ambiente nos llama a combatir y reducir al máximo la contaminación por plástico. Aún estamos a tiempo de limpiar nuestros ríos, proteger los mares y respirar un aire libre de microfibras invisibles, aunque para lograrlo debemos comenzar por educar.
Nuestro ejemplo es la mejor lección para los niños. Deben saber que cada bolsa cuenta, que cada botella importa, que cada acción protege o daña el planeta. Se trata de reciclar más, pero también de pensar distinto. Y ese cambio comienza en lo cotidiano, desde cómo consumimos: qué elegimos y qué rechazamos. Solo con personas informadas y dispuestas a actuar podremos reducir el plástico que nos invade.
En 2025, en el marco de esta fecha, Naciones Unidas lanza la advertencia de que cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico, pero menos del 10% se recicla. La mayoría termina en ríos, mares y suelos, y parte de esos residuos, convertidos en microplásticos, acaba también en nuestros cuerpos, con consecuencias para la salud.
Costa Rica no escapa a esta crisis. Según el Ministerio de Ambiente, apenas el 3% de los residuos plásticos se reciclan, mientras unas 50 toneladas de desechos acaban cada día en nuestros ecosistemas. La prohibición del estereofón y las restricciones al uso de pajillas, bolsas y botellas plásticas, junto con el esfuerzo de algunas empresas e instituciones por reducir los plásticos de un solo uso, son avances valiosos, pero no bastan.
Sin una estrategia nacional de educación ambiental, estas acciones seguirán siendo insuficientes. El cambio debe nacer en las familias, consolidarse en las escuelas, sostenerse en las instituciones públicas, amplificarse en los medios y concretarse en el consumo cotidiano.
La gravedad de la contaminación por plástico ha llevado a la ONU a promover un tratado internacional para revertir esta crisis global. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que, si los países actúan con decisión, sería posible reducir hasta en un 80% la contaminación plástica para el año 2040. ¿Cómo lograrlo? El informe propone una hoja de ruta que consiste en eliminar los productos innecesarios, fomentar la reutilización, transformar el reciclaje en una actividad económicamente viable y sustituir los envases por alternativas compostables.
Ejemplos locales demuestran que el cambio es posible. Nueve clubes de fútbol de primera división lograron eliminar más de 1,5 millones de botellas plásticas en la temporada 2023-2024 gracias a un sistema de bidones retornables. Esta iniciativa, sencilla y efectiva, confirma que reducir el plástico es viable cuando hay voluntad.
En el río Virilla, una barda flotante logra detener toneladas de residuos plásticos que, de otro modo, terminarían en el mar. Además, algunas empresas ya distribuyen empaques compostables y promueven modelos de economía circular. Lo urgente es convertir estas iniciativas en política pública, y lo estratégico es educar para formar una ciudadanía con conciencia ambiental activa.
Primero, es necesario subrayar el mensaje de que la contaminación por plástico representa una amenaza real, pues altera hábitats y procesos naturales, reduce la capacidad de los ecosistemas para adaptarse al cambio climático y pone en riesgo la vida de millones de personas.
En segundo lugar, es crucial tener presente que la producción mundial de plástico sigue aumentando, mientras que cada año unos ocho millones de toneladas de residuos terminan en los océanos. Según National Geographic, eso equivale a depositar cinco bolsas de basura llenas de desperdicios en cada metro de costa del planeta.
Lo tercero es considerar que los plásticos contienen aditivos que los hacen más resistentes, lo que retrasa su degradación. Una vez convertidos en desecho, pueden tardar hasta 400 años en descomponerse. Por eso, es clave exigir en los comercios empaques compostables como sustitutos de las bolsas plásticas. Hechos con materiales renovables, estos pueden descomponerse en menos de seis meses bajo condiciones adecuadas.
Otra gran preocupación es que hoy respiramos micropartículas o nanoplásticos que flotan en el ambiente. También los ingerimos al consumir especies marinas contaminadas, lo cual debería alarmarnos porque estos residuos pueden provocar cáncer y alterar el sistema endocrino. Científicos del Centro de Investigaciones en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la UCR, detectaron presencia significativa de microplásticos en 24 playas del país y en ambos océanos.
Este Día Mundial del Medio Ambiente debe ser un llamado a enfrentar con decisión la crisis del plástico, tal como lo pide Naciones Unidas. No hay país verde sin personas informadas y dispuestas a actuar por el ambiente, y no habrá futuro si seguimos tolerando que el plástico se acumule en nuestros ríos, costas y mares; en nuestros cuerpos y en nuestra indiferencia.
