Tres países europeos –Rumanía, Polonia y Portugal– realizaron el domingo elecciones que, en medio de sus diversas índoles y resultados, revelan una mezcla de luces y sombras para la democracia liberal, la Unión Europea (UE) y la apuesta a la alianza occidental representada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El gran triunfo para esos tres bastiones de independencia, progreso y libertad, se produjo en la segunda ronda para la presidencia de Rumanía. El independiente Nicusor Dan, un matemático de centro con orientación reformista, luchador contra la corrupción, claramente europeísta y alcalde de su capital, Bucarest, se impuso con holgura a George Simion, un nacionalista de derecha dura, con aires autoritarios y tendencias prorrusas.
Fue un triunfo notable. En apenas dos semanas, Dan logró remontar una diferencia de 20 puntos porcentuales frente a su rival, y obtuvo casi el 54% de apoyo. Lo anterior habla muy bien de las convicciones democráticas de una mayoría de la población, que rompió su apatía y elevó la participación electoral de apenas 53,21% el 4 de mayo, a 64,71% este domingo.
El resultado tiene connotaciones geopolíticas de gran relevancia: Rumanía, por sus costas en el mar Negro, es un bastión estratégico esencial para el flanco este de la OTAN; además, es uno de los principales conductos para el comercio con Ucrania, país fronterizo.
El reverso gris del desenlace es que el 46% de los votantes optara por la opción ultraderechista. Una cifra tan significativa genera justificada inquietud, sobre todo por los enormes desafíos del país, uno de los más pobres de la UE que, además, padece la mayor inflación y el peor déficit fiscal entre sus 27 miembros.
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Reencauzar la economía, recomponer las finanzas públicas, dar pasos firmes contra la corrupción y mejorar el desempeño del Estado, serán tareas urgentes para Dan. Como independiente, deberá emprenderlas sin un partido estructurado que lo apoye, y dado que Rumania es una república semipresidencialista, el reto político inmediato será designar un primer ministro que logre formar una coalición funcional en un parlamento ya constituido.

Los polacos acudieron a las urnas para primera ronda de las presidenciales, con 13 candidatos. Sin embargo, la real competencia estuvo entre Rafal Trzaskowski, alcalde liberal de Varsovia, apoyado por Plataforma Cívica, coalición europeísta del primer ministro Donald Tusk, y Karol Nawrocki, ficha de los ultraconservadores del partido Ley y Justicia. Trzakowski quedó en primer lugar, pero con apenas 31,36% de los votos, frente a 29,54% de su principal contendor, una diferencia mucho menor a la que indicaban las encuestas.
La suma de los votos obtenidos por partidos afines le otorga al derechista indudables posibilidades de triunfo en la votación final, el 1.° de junio. Aunque no fuera así, el mensaje es que también en Polonia un considerable sector del electorado se inclina por el tradicionalismo, el nacionalismo y el conservadurismo. La gran diferencia, favorable para la seguridad europea, es que prácticamente todos comparten su rechazo al régimen de Moscú.
Por su ubicación geográfica y los temas en disputa, las elecciones parlamentarias de Portugal no tenían connotaciones estratégicas importantes, pero sí como un gran termómetro que se sumó a las otras dos. El resultado fue un modesto triunfo de Alianza Democrática, coalición gobernante de centro-derecha, liderada por el primer ministro Luis Montenegro, que, con 32,1% de apoyo, pasó de 80 a 86 escaños de los 230 disponibles. Esto le permitirá, nuevamente, formar un gobierno de minoría, pero no garantizará su estabilidad.
La gran noticia en Portugal fue otra: el considerable crecimiento de Chega, partido de extrema derecha antiinmigrantes, a expensas del Socialista, que sufrió una de sus mayores derrotas históricas, con apenas el 23,38% y una reducción de 78 a 58 diputados; Chega, en cambio, lo igualó en representación parlamentaria y casi en votación: 22,56%. La implicación es que el modelo bipartidista tradicional de la política portuguesa parece haber llegado a su fin. Además, al igual que en Rumanía y Polonia, las propuestas de derecha inflexible obtuvieron votaciones importantes.
El claroscuro que muestran estos resultados da razones para un gran alivio en Rumanía, pero no carente de inquietudes, que también se reflejan con fuerza en Polonia y con menores riesgos momentáneos en Portugal. Corolario: los demócratas europeos, como los de todos los continentes, deben incrementar sus esfuerzos por perfeccionar la gobernabilidad, ofrecer respuestas a las aspiraciones de la población y no ceder ante los embates autoritarios, excluyentes o retrógrados, en particular los manipulados desde Moscú.
