Costa Rica aún no aprecia cuán indispensable era y cuánto la está beneficiando la consolidación fiscal liderada por la entonces ministra de Hacienda Rocío Aguilar
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Las perspectivas económicas mundiales auguran dificultades para los países emergentes. Ante el inminente incremento de las tasas de interés en los países desarrollados para combatir la desbordada inflación, las economías más débiles sufrirán fuga de capitales. El fenómeno ya se observa. La presión sobre los tipos de cambio exacerbará los efectos de dos años de pandemia en las economías de estos países y en la confianza de sus habitantes. Además, cuando por fin los esfuerzos de vacunación empezaban a surtir efectos, la descabellada invasión de Rusia a Ucrania deterioró los términos de intercambio y causó el incremento en los precios de los combustibles y la energía.
Costa Rica aún no aprecia cuán indispensable era y cuánto la está beneficiando la consolidación fiscal liderada por la entonces ministra de Hacienda Rocío Aguilar, apoyada desde una responsable oposición en el Congreso por Carlos Ricardo Benavides, del Partido Liberación Nacional. El sábado informamos de que los buenos resultados fiscales reducen la prima de riesgo del país. Sin la reforma que amplió la base de contribuyentes y creó el impuesto sobre el valor agregado (IVA), además de la adopción generalizada de la factura electrónica, habría sido imposible lograrlo. Tampoco habría sido posible sin las medidas de reducción del gasto incorporadas a la misma reforma del 2018, con su regla fiscal y las enmiendas iniciales a los pluses pagados por el gobierno a muchos de sus empleados.
Como referencia, el premio (spread) exigido por los inversionistas en bonos costarricenses sobre los bonos del Tesoro de los Estados Unidos es de 397 puntos base (p. b.), es decir, 21 menos que el promedio regional. Antes de emprender las reformas, el premio por invertir en nuestro país apenas figuraba por debajo de El Salvador, cuyo spread es todavía el más alto de América Latina, con más de 1.875 p. b.
Pero la consolidación fiscal, reconocida por los mercados financieros y también por el Fondo Monetario Internacional (FMI), no constituye la única herramienta de Costa Rica para enfrentar los nubarrones que se vislumbran en el mundo. Ese mismo sábado, en la página opuesta de la sección de “Economía”, titulamos: “Compañías tecnológicas foráneas crearon 4.560 empleos en 12 meses”.
Costa Rica, gracias a la labor de Cinde, obtuvo el año pasado el primer lugar mundial en inversión extranjera directa per cápita. Según fDi Intelligence, el país alcanzó el mayor índice GPI (Greenfield Performance Index) con un 11,4. La consolidación fiscal y la resiliencia nacional frente a la pandemia fueron determinantes para este logro, cuyos beneficios ya disfruta la población con la recuperación del empleo. La atención de la pandemia por el Ministerio de Salud y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) permitió al país mantener la mortalidad por covid-19 en rangos comparables con los de Alemania: 1.600 muertes por millón de habitantes. Entre las principales consideraciones de las empresas extranjeras para decidir dónde invertir se encuentra el sistema de salud.
Los resultados económicos y sociales de un país dependen del trabajo y dedicación al servicio público de miles de personas en múltiples instituciones. Sin embargo, el responsable, en última instancia, es el presidente, Carlos Alvarado, merecedor de reconocimiento en estos últimos días de su mandato. Transitó un camino difícil. Las reformas fiscales solo fueron posibles después de enfrentar la huelga más gravosa en muchas décadas. La negociación con el FMI, otro elemento indispensable para la recuperación de la confianza, también pasó por un período de turbulencia y desestabilización. Y, para entonces, todavía estaba por delante la pesadilla de la pandemia.
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