Los costarricenses no podemos resignarnos a lamentos mientras vemos caer la llegada de turistas. La disminución del 13,8% en la llegada de visitantes entre setiembre y marzo –una pérdida de más de 250.000 turistas respecto al mismo periodo anterior– exige una respuesta inmediata. No es momento de culpar exclusivamente los factores externos, sino de actuar con decisión y de que el gobierno y los empresarios turísticos asuman su parte, y desplieguen creatividad, innovación y trabajo conjunto.
Las circunstancias de la caída son múltiples y están bien identificadas: altos precios de hoteles, restaurantes, alquiler de vehículos y tours, los cuales desmotivan a los turistas porque los dólares que traen valen menos por la apreciación del colón; está la palpable inseguridad causada por la ola de homicidios desatada por el auge de narcotraficantes; se suman a ello las alertas de Estados Unidos y Canadá a sus ciudadanos por asaltantes y ladrones en ciertos sitios, e imposible es ignorar las deficientes carreteras que implican peligro y largos traslados debido a los congestionamientos.
A esto se suman factores externos, como la guerra arancelaria impulsada por el presidente Donald Trump y la incertidumbre económica causada en Estados Unidos, país del cual proviene el 60% de nuestros visitantes. No obstante, atribuir la caída exclusivamente a fuerzas externas es tapar el sol con un dedo.
La crisis es resultado de problemas internos no atendidos a tiempo. Así lo prueban el desempeño de países como El Salvador, Guatemala, Panamá y República Dominicana, que en 2024 superaron a Costa Rica en crecimiento de visitantes internacionales.
Como revelamos en un reportaje publicado este domingo, en 2019 recibimos 3,1 millones de turistas, muy por encima de Jamaica (2,7 millones), El Salvador, Guatemala y Panamá (todos con 1,8 millones). Sin embargo, al cierre del 2024, el cambio fue dramático: El Salvador alcanzó los 3,2 millones de visitantes; Guatemala, los 2,3 millones; Panamá, los 2,1 millones, y nosotros, lejos de crecer, apenas igualamos a Jamaica, con 2,9 millones.
Sin duda, estamos ante un desafío en el cual se impone revivir la actitud audaz con la cual afrontamos la crisis turística provocada por la pandemia de covid-19 en 2020. Las soluciones emergieron de gobierno, empresarios y diputados. De ellos, resultó la exitosa ley para unir feriados a fines de semana, la creación de paquetes especiales y las campañas de promoción que fomentaron el turismo local.
La creatividad e innovación son urgentes, porque el turismo genera 183.000 empleos directos (7,7% de la fuerza laboral del país) y 366.000 indirectos, para un total de 550.000 puestos de trabajo. Los visitantes, por su parte, dejan un ingreso anual de divisas de $5.434 millones, como ocurrió en 2024. Esas enormes cifras de empleos y divisas obligan a responder de inmediato con el fin de rescatar la competitividad del país.
Gobierno y empresarios deben sentarse a la mesa para diseñar acciones concretas a corto y mediano plazo con el fin de atraer turistas extranjeros. De ellos deben salir propuestas, entre las que pueden considerar la promoción de productos diferenciados que respondan a la realidad de un turista más cauteloso con los precios y en sus gastos, como lo advirtió el informe de la Organización Mundial de Turismo citado en el reportaje del domingo.
En este contexto, los empresarios turísticos deben hacer su parte. La revisión de estructuras de costos y la búsqueda de mayor eficiencia operativa son tareas indispensables. No se trata de sacrificar calidad, sino de ajustar modelos de negocio para no perder mercado. Es un esfuerzo que debe ser articulado junto con el gobierno, en un proceso de diálogo transparente y ágil.
Si la culpa de la caída en visitantes es de las aerolíneas por recortar vuelos a Costa Rica –como justifica el gobierno–, es momento de que el ministro de Turismo, William Rodríguez, tenga ya un plan preciso para responder al porqué lo hicieron y negociar más frecuencias. Luego de que el país abriera fronteras por la pandemia, se ideó toda una estrategia para incentivarlas a volver. Es de esperar, ahora, que el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) ya la tenga en marcha.
Frente a la inseguridad ciudadana conocida y sufrida por quienes vivimos en Costa Rica –la cual fue advertida por gobiernos como el estadounidense y el canadiense, así como por medios internacionales como The New York Times y Le Monde–, se necesitan medidas inmediatas de la administración Chaves.
Por ejemplo, es necesario reforzar la presencia y patrullajes de la Fuerza Pública y la Policía Turística en sitios de alto riesgo ya identificados en los comunicados de Canadá y Estados Unidos a sus ciudadanos. Es fundamental que el Ministerio de Seguridad trabaje de la mano con las comunidades, sus líderes y sus empresarios y garantizar una respuesta rápida a los delitos denunciados. Recuperar la seguridad es vital para preservar nuestra marca-país, porque los ataques a turistas aquí se difunden ampliamente en Internet en sitios de recomendaciones de viajes.
Costa Rica invirtió décadas en construir una “marca país” asociada a paz, democracia, educación, sostenibilidad y biodiversidad. Esa imagen nos permitió diferenciarnos del resto de Centroamérica y atraer un turismo de alto valor agregado. Se logró atraer visitantes que gastan, en promedio, $1.892 durante su estadía. El ministro Rodríguez lo reafirmó al decir que debemos apuntar hacia turistas que ganan más de $100.000 por año. Para mantener ese objetivo, el país debe diferenciarse en su promoción y en su oferta, para no ser uno más entre destinos masivos. La estrategia no puede perder ese foco.
Además, el ICT debe reenfocar con inteligencia sus esfuerzos hacia mercados estratégicos como Estados Unidos (no hay que renunciar, en medio de la incertidumbre, a nuestros turistas más leales), Canadá, Europa, y nuevos emisores como India, pero con la oferta de experiencias únicas que justifiquen cada dólar. Y esto no se logrará sin un compromiso gubernamental firme con la seguridad ciudadana. No puede haber promoción internacional sin garantías fiables para quien nos visita.
Además, es indispensable reactivar el turismo interno. En 2024, más de 1,4 millones de costarricenses viajaron al exterior y gastaron $1.900 millones, en parte porque muchos saben que en ciertos casos resulta más barato vacacionar fuera del país que hacerlo dentro de nuestras fronteras. Recuperar a esos viajeros nacionales también debe ser prioridad, con ofertas atractivas, accesibles y de calidad, que les devuelvan el entusiasmo por conocer mejor Tiquicia.
Salvar la “gallina de los huevos de oro” exige creatividad y acciones conjuntas de gobierno y empresarios, pero sobre todo, decisiones contundentes, porque 550.000 empleos directos e indirectos están de por medio.
