Como un mejenguero pasado de rudo, el Chaves FC le propinó una brutal zancadilla al régimen de pensiones de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM).
El gobierno se fue con la plancheta contra el IVM, cuando este año decidió incumplir, otra vez, el pago completo de las cuotas estatales.
Este golpe traicionero dejó un hueco contable en el 2023 de ¢51.000 millones en el principal fondo de jubilación del país.
Ahora, los responsables de administrar el sistema deberán acudir a una estrategia que tenían reservada para tiempos extras o penales.
La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) tendrá que meter un pellizco a las reservas del IVM para cubrir el faltante causado por el gobierno.
Se trata de una medida de emergencia que, en un principio, se tenía prevista para el 2030, si no se lograba el equilibrio financiero del fondo.
Pero la jugada tendrá que utilizarse siete años antes, debido a la insuficiencia de dinero para pagar a más de 330.000 pensionados.
Comerse esos recursos de forma tan prematura representa, sin duda, un enorme peligro para la sostenibilidad del sistema a mediano plazo.
A estas alturas del partido, en el Comité de Vigilancia del IVM se preguntan si esta situación precipitará el desfinanciamiento del sistema.
Ese temido momento llegará cuando las cotizaciones, los intereses generados por las inversiones y la propia reserva no alcancen para cubrir los gastos.
Y si el problema ya genera preocupación en el banquillo, cómo reaccionará la tribuna cuando comience a sentir los efectos en sus bolsillos.
Mientras tanto, tal parece que al Chaves FC poco le inquieta que sus actuaciones estén embarrialando la cancha.
De hecho, esta no es la primera vez que la actual administración incumple pagos que, por ley, debe hacerle a la CCSS.
La Contraloría General de la República detectó que, el año pasado, Hacienda quedó debiendo ¢102.808 millones en aportes al IVM.
Dichas maniobras ensanchan, aún más, la deuda histórica del Estado con la seguridad social, la cual ronda los ¢3 millones de millones.
No obstante, resulta evidente que ni las reprimendas del silbatero ni la amenaza de una tarjeta roja consiguen modificar esta conducta.
¿Será mucho pedir que la reflexión y la sensatez salten, al fin, al terreno de juego para evitar una debacle en las pensiones?
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El autor es jefe de información de La Nación.
