Hoy cierro el retrovisor electoral: ya se ha dicho suficiente sobre el resultado del domingo. Hago una pausa sobre lo que vendrá de aquí al 3 de abril, porque tendré oportunidad para comentarlo. Y aprovecho que todavía los fuegos de la re-campaña apenas calientan, para fijar la luz larga en tres reformas clave para nuestra democracia. Se refieren al financiamiento de los partidos, los requisitos para crearlos y umbrales para que se extingan, y las dobles postulaciones.
Los une que, aunque se aduzca lo contrario, operativamente se alimentan entre sí y, sobre todo, su funcionamiento actual distorsiona los mecanismos de representación ciudadana. Lo ideal, entonces, es una reforma a tres bandas.
La más importante, que las misiones de observación electoral de la OEA han destacado en cinco ocasiones y el Estado de la Nación analizado con reiterada profundidad, es modificar el retorcido sistema para el financiamiento estatal de los partidos. Lejos de equiparar oportunidades y facilitar la transparencia, conspira contra ambos propósitos: 1) Carece de mecanismos para allanar al inicio el terreno de la campaña para todos, porque incluso el 15% de adelanto requiere garantías líquidas. 2) Magnifica el papel de los intermediarios financieros y los “inversionistas” personales o jurídicos, que especulan con posibles resultados o pueden canalizar fondos turbios (los segundos) mediante la adquisición de bonos sin control. Más aún, la apuesta por el futuro, basada en las encuestas, da un poder inconveniente a lo que no es un instrumento para predecir, sino para medir opiniones en momentos precisos. Y su hipotética tarea predictiva se complica por la indecisión y la inflación de candidaturas.
La imprudente facilidad para constituir partidos y la virtual imposibilidad de que desaparezcan, aunque no lleguen ni al 1% de los votos, sumadas a las dobles postulaciones, estimulan el aventurerismo, las propuestas sin sustento, los tiros al aire o la simple expresión de vanidades, con la esperanza de que, tal vez, la visibilidad de una aspiración presidencial abra el camino a la Asamblea. Y no fomentan la democracia, sino la confusión.
Es hora de cambiar. Llegó desde hace tiempo, pero el reloj está paralizado. Los próximos diputados deben asumir la tarea con seriedad, y el TSE impulsarla con decisión.
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