La frase es de Alessandro Baricco, en su más reciente novela, Abel. Cuando el personaje homónimo reflexiona sobre el concepto de sustancia en Aristóteles, lo plantea en estos términos: “Era un lugar que no se podía tocar, pero que se podía pensar” (énfasis del autor).
Al leerla, me resultó inevitable referirla al país. La realidad que tocamos (énfasis mío) no la considero catastrófica, pero nos confronta cada día con mayores retos y problemas. Apunto algunos: política intoxicada desde las más altas esferas de poder, amenazas autoritarias, deterioro de servicios públicos, inseguridad, desigualdades múltiples (regionales, de ingreso y oportunidades), cohesión social en retroceso, dualidad económica, reducido espacio fiscal, pérdida de competitividad, golpes arancelarios de Trump y salidas de multinacionales.
A esta lista parcial podemos añadir otros temas “tocables” del hoy inevitable e inquietante. Presumo que estarán entre los ejes temáticos de la campaña política. Sería conveniente, y ojalá se perfilen a pesar de inevitables excesos retóricos, reclamos, ataques, golpes bajos y desinformación acelerada por las redes sociales y la inteligencia artificial.
Sin embargo, y aunque muy difícil en nuestro entorno enrarecido, deberíamos esperar algo más: precisamente, que utilicemos la oportunidad de una competencia electoral para que sus contendientes digan cómo piensan el país del mañana cercano. Me refiero a los proyectos de largo aliento, que tocan esa sustancia a la que, desde Aristóteles y Ariel, se refiere Baricco.
¿Qué cambios introducir en un modelo de desarrollo con límites visibles? ¿Cómo reactivar nuestro pacto democrático, liberal y social, y reforzar el tejido de relaciones solidarias del país? ¿Qué tipo de Estado impulsar? ¿A qué acuerdos –entre ellos fiscales– llegar para reformarlo? ¿Cómo rediseñar y financiar los modelos educativos, de promoción social, pensiones, salud, inversión, gestión ambiental y transporte público?
Este es el pensar que necesitamos para explorar y construir nuevos ámbitos de encuentro y bienestar. La campaña debería estimularlo. ¿Cajita blanca para mí? Posiblemente. Pero si los competidores no lo hacen, quienes estamos fuera del ring deberíamos, al menos, tratar de llenar el vacío de sustancia y visión que nos aqueja.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.