La composición del nuevo Directorio legislativo ha sumido a Rodrigo Chaves en una de las más delicadas coyunturas desde que llegó a la Presidencia. Si fuera realista, debería tomarla con preocupación; si fuera responsable, asumirla con humildad y propósito de enmienda. Porque ayer quedó de manifiesto algo que ni los discursos estridentes, ni los insultos, provocaciones o exhibiciones operáticas de poder han podido ocultar: una fuerza y capacidad política por debajo de la que intenta proyectar.
En lo inmediato, deberá ver cómo sale de una embarazosa situación: el anuncio de que mantendría vacante el Ministerio de la Presidencia si Rodrigo Arias era reelegido como presidente de la Asamblea. Así ocurrió, y ahora deberá decidir si cumple con la amenaza y se queda todo su último año sin interlocución regular con los diputados, una opción casi suicida; o si cede y revela una vulnerabilidad que golpearía su cuidada imagen de “duro”.
Pero hay otros factores por considerar. Los demás cargos del Directorio quedaron en curtidas manos opositoras. Señal: los diputados rechazaron sus desplantes, y dejaron claro que no se dejarán atemorizar. Además, para efectos prácticos, la fracción oficialista ha quedado reducida a siete de sus nueve miembros originales.
Lo que se llama “chavismo” no tiene aún ni partido ni candidato para las elecciones que vienen, y su capacidad de organización es reducida. La acusación de la Fiscalía contra Chaves, más otras que podrían venir, lo erosionan aún más. Y si el resto de las instituciones que componen nuestro andamiaje democrático han mantenido hasta ahora su independencia y frenado muchos de los excesos del presidente, con más razón lo harán en este último año. Añadamos que la situación socioeconómica, externa e interna, da señales de deterioro.
Ante tal panorama, lo lógico y conveniente sería moverse hacia el diálogo y la negociación; es decir, tratar de gobernar en serio. Pero también podría inclinarse por exacerbar aún más el conflicto, a extremos peligrosos para la estabilidad. El realismo y la responsabilidad irían hacia lo primero, pero abundan las señales de que podría prevalecer lo segundo. Por esto tiene tanta importancia la sólida composición del nuevo directorio. El mensaje es rudo para Chaves, pero estimulante para la democracia.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.