1. No analice las ofertas presidencial y legislativa por separado, sino en conjunto. Si considera que ambas son robustas y sanas, lo lógico es votar en bloque; si alguna de ellas flaquea seriamente o propone a gente inaceptable, lo más probable es que ninguna valga mucho la pena.
2. Indague también en los partidos, para distinguir entre los de verdad y los “taxis” oportunistas, armados a última hora para satisfacer ambiciones personales o montarse en oleajes de ocasión. Inclínese por los primeros, pero repase su trayectoria, y dude mucho de los segundos, que dan malas sorpresas.
3. Los programas son importantes, pero más lo es la calidad personal, profesional y ética de candidatos y candidatas; la sensatez que demuestran; el respeto que ofrecen e inspiran; la independencia de criterio; su capacidad para rodearse de gente buena, abrirse a juicios distintos y trabajar en equipo. Se trata ejercer el liderazgo positivo, no impositivo; la autoridad legítima, no el mando arbitrario. Haga lo posible por informarse al respeto. Al menos, examínelos al hablar, discutir, proponer, refutar, reaccionar, inspirar.
4. Dude de quienes plantean propuestas vagas, mágicas o simplistas. El mundo es muy complejo; gobernar, aún más. Requiere de visiones integrales, estrategias, balance, mesura, interacción.
5. No se deje seducir por la charanga, las consignas o el odio.
6. Infórmese con fuentes responsables, reconocidas y de calidad. Evite los chats tóxicos o tribales, y dé, al menos, el beneficio de la duda a quienes piensen, actúen o sean distintos a usted.
Un par de semanas bastan para la reflexión retrospectiva y abordar con criterio el resto de la campaña. Podremos fallar en las decisiones, pero debemos hacer lo posible por ejercer nuestro derecho ciudadano con autonomía y responsabilidad.
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Twitter: @eduardoulibarr1
Eduardo Ulibarri es periodista y analista.