“Pulga” es una mala traducción de “bug” y “bug” es el término que se les ha dado a los errores en el software, por eso decimos que el software está lleno de pulgas, o es un pulguero. Hasta donde tengo entendido, el término “bug” se usó por primera vez en 1947, por una de las primeras programadoras, Grace Hopper, almirante de la Marina de EE. UU. En una computadora enorme, de la época, un programa estaba fallando y no podían encontrar el error, hasta que Grace encontró el “bug”, era una enorme polilla metida en un relay dentro de la máquina.
Recientemente, Chris Anderson, presidente de TED.com, se quejaba del “cognitive bug” que hace que los seres humanos prestemos más atención a lo negativo que a lo positivo. Anderson está promoviendo un cambio para hacer crecer TED en el futuro. Actualmente, es una fundación sin fines de lucro, dueña de empresas con fines de lucro (o algo así), con costos de operación de $100 millones anuales.
Yo pienso que la pulga cognitiva no es un error, es una característica de diseño (“design feature”) porque, sin este sesgo de negatividad, la humanidad no hubiera sobrevivido. Históricamente, fue un mecanismo de supervivencia. El cerebro humano aprendió a enfocarse en lo negativo porque nos ayudaba a mantenernos a salvo.
En el mundo de hoy, ese mismo instinto sigue activo, aunque tal vez no sea tan necesario como lo era hace miles de años. Esto nos hace más sensibles a las malas noticias y los estímulos negativos, y es un sesgo que nos hace más propensos a consumir –y compartir– malas noticias.
Para TED y los más de 3.500 TEDx alrededor del mundo, el sesgo de negatividad hace la misión de “compartir ideas que valen la pena difundir” un poquito más difícil, ya que hay que competir por la atención de la gente, con las redes sociales y algunos medios de comunicación que casi exclusivamente difunden malas noticias, insultos, agravios, mentiras y otras necedades semejantes.
Las buenas ideas son, sin duda, responsables del progreso de la humanidad. Las ideas no son suficiente pero son necesarias. Sin ideas, todo queda igual, se estanca y, eventualmente, se pudre. Encontrar buenas ideas para difundir es relativamente fácil; presentarlas de una manera que derrote el sesgo de la negatividad no es tan fácil. No hay duda de que el sesgo de la negatividad es malo, no solo para la salud del ser humano, sino también para el funcionamiento de la sociedad.
En Costa Rica, hemos de disfrutado de 75 años de paz y relativa prosperidad basados en educación, salud y seguridad. Ahora nos estamos contagiando de negativismo global; estamos inundados de malas noticias. Ver o leer las noticias ya no es agradable, ni un momento de relajación; más bien, se está volviendo una experiencia estresante y a veces deprimente.
En nuestro país, antes era bastante más fácil difundir buenas ideas que en otros sitios. Consistentemente, hemos salido muy bien calificados en los índices de felicidad, y el “pura vida” resumía bastante bien nuestra manera de ser y de vivir. Pero eso está cambiando, si no es que ya cambió. Y no para bien.
Ahora es más difícil difundir ideas valiosas, pero que algo sea difícil no es motivo para no hacerlo. En este caso, el que sea difícil lo hace más importante y hasta urgente. En el desierto de mentiras, insultos, incertidumbre y menosprecios, necesitamos construir oasis de buenas ideas, confianza y pensamiento crítico. Aunque, claro, es más fácil decirlo que hacerlo.
La salud, seguridad y, sobre todo, la educación, pueden y deben recuperar la senda del progreso. Para eso, necesitamos, sin duda, muchas buenas ideas de cómo lograrlo y buenas estrategias para implementarlas. Es solo la implementación exitosa de las ideas que necesitamos para retomar el rumbo correcto lo que podría hacer volver el optimismo y la confianza. De lo contrario, las malas noticias generan desazón, desconfianza y pesimismo de manera casi autónoma. La maldad genera más maldad y se puede construir un círculo vicioso del cual cada vez es más difícil salir.
Ahora bien, a las buenas ideas no les basta ser buenas para llamar la atención. Deben, además, enfatizar la solución más que el problema, y dicha solución debe ser creíble, como dicen en la facultad de matemáticas más rigurosa del mundo: no hay mejor demostración que un argumento convincente.
Las ideas también deben contener por lo menos una pizca de humor, ya que el humor aligera la mente y la hace más receptiva. Un toque de humor, aun en las ideas más serias, hace que el mensaje sea más memorable.

Finalmente, las ideas deben ser relatadas como un cuento. El “storytelling” es una herramienta muy poderosa que ayuda a atravesar el sesgo de la negatividad y conecta a las personas con ideas positivas.
Hace 15 años, muchos pensamos que las redes sociales iban a ser una gran ayuda para el esparcimiento de buenas ideas, pero la falta de regulación, aunada a la avaricia extrema, llevó al desarrollo de algoritmos realmente tóxicos. Hoy hablan abiertamente de los algoritmos adictivos como si fuera una gran idea que abrió un gran negocio.
Compartir ideas es ahora más fácil que nunca, se puede compartir una idea con cientos de millones de personas en pocos segundos. Compartir ideas es diferente a compartir bienes físicos. Si compartimos una manzana, dejamos de tenerla y, aunque nos sintamos bien por haberla compartido, lo cierto es que ya no la tenemos. Cuando compartimos una idea, la seguimos teniendo, y cuando el receptor de la idea reacciona, los dos estamos mejor que antes. Si la idea se comparte con mucha gente, el conocimiento efectivamente se multiplica.
No es lo mismo compartir buenas ideas que compartir mentiras e insultos: mientras las primeras pueden crear un círculo virtuoso, las segundas casi siempre generan uno vicioso.
Los que estamos convencidos de las bondades de compartir ideas valiosas debemos esforzarnos por compartirlas bien: enfatizando en soluciones, con un poquito de humor y con narrativa de cuento. De esta manera, será siempre cierto que cuando las ideas se comparten, el conocimiento se multiplica. Y como todos sabemos, hoy el conocimiento es moneda de curso.
Roberto Sasso es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.