Nuestras costas miran hacia dos océanos, pero la historia fue asimétrica. Desde el Atlántico nos colonizaron, y hacia esa costa orientamos nuestro desarrollo. Era el signo del siglo XIX cuando la vocación natural de nuestras ciudades, orientadas hacia el Pacífico, necesitaron fórceps para el difícil parto de su comercio con el Atlántico, adonde iban café y banano. En cambio, el siglo XXI nace para tender las alas hacia nuestras costas naturales del Pacífico. Esa historia está por escribirse.
Occidente llegó a China forzando con cañoneras el comercio de estupefacientes. Fue la Guerra del Opio. China no llega así a ninguna costa. Ningún revanchismo nacionalista anima su acercamiento con su paradigmática nueva Ruta de la Seda. Nuestro país ya está vinculado con esa iniciativa, pero su aprovechamiento sigue siendo convidado de piedra en el discurso público. Otra, entre tantas ausencias discursivas.
Es una contradicción con el brillante gesto de realpolitik de Óscar Arias, en el 2007, quien estableció relaciones diplomáticas y negoció un TLC con China. Fuimos los primeros en Centroamérica. En esta cancha siempre brillamos. Fue un giro estratégico. Era ya uno de los pilares económicos del mundo. Fue lo apropiado. Eso nos debería haber destinado a aprovechar ese lazo como ninguno. ¡No lo hizo!
Hasta la retórica electoral calla con China. Cuando se dice “canal seco”, se omite referencia a la única potencia interesada en desarrollarlo. ¿Por qué tanto silencio? Tal vez por el componente europeizante de nuestra cultura. Aún nos falta descubrir que no somos suizos y quizás eso nos ciega a un destino más armónico. Aprovechamos los mercados europeos y norteamericanos, pero seguimos sin dar la talla con los asiáticos. Ahí somos burdamente lentos. Pero los problemas son probablemente más políticos que comerciales.
Los Estados Unidos perciben con sentido de amenaza el crecimiento de la influencia china. Nos toca emular a Panamá y al Cono Sur, y desembarazarnos de presiones geopolíticas. Como lo hicimos en los 80. Aún no se escribe el libro de las ventajas que tenemos que ofrecer a la República Popular y a Asia: gran tradición de paz, enorme biodiversidad y privilegiada posición geográfica, en la garganta pastoril de América. Un deber de diligencia histórica nos apremia a superar esta omisión.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.