Columnistas

Mente abierta y corazón airoso

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Vivíamos en un mundo ancho y lejano que, de repente, se volvió angosto y cercano. El lente de la historia hizo un violento zoom y nos plantó un coloso frente a la puerta. Era el dragón chino. Primero nos sorprendió como segundo socio comercial, impensable aquí. Después, llegaron invitaciones a senderos compartidos. Era nuevo, era grande. ¡Enorme! Era diferente. ¿Cómo no sentirnos amenazados? Era, además, el único lugar del mundo donde los pobres desaparecían dejando atrás su miseria. ¿Cómo no sentirnos seducidos?








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