Una pretensión de la abogada de Celso Gamboa, en un juicio que se desarrolla en Goicoechea, me permitió reafirmar que una de las labores más importantes de los periodistas es proteger el secreto de sus fuentes.
Natalia Gamboa, defensora del exmagistrado, solicitó al Tribunal Penal de Hacienda que obligara a la periodista Mercedes Agüero a revelar quién le suministró, en octubre del 2017, un documento sobre cómo el exmagistrado habría intervenido para borrar el nombre de Johnny Araya de un sistema informático, en donde figuraba como imputado.
La reportera se negó a revelar a su informante y los jueces concluyeron que no había razón para exigírselo, pues el documento en mención surgió más de un año después de los hechos que se debaten en el juicio.
Lo sucedido se suma a importante jurisprudencia que protege este secreto profesional.
En el 2008, la Sala Constitucional confirmó que los periodistas tienen derecho a mantener a sus fuentes en secreto y no pueden ser obligados a revelarlas; es parte del derecho a recabar y difundir información. La protección se extiende a los apuntes y archivos.
Este fallo surgió por un recurso del expresidente Miguel Ángel Rodríguez, quien pretendía que se exigiera a La Nación entregar documentos usados en publicaciones del caso ICE-Alcatel.
El voto estimó que el secreto tiene límites solamente frente al juez, en el sentido de que este puede ordenar la entrega de documentos.
Luego, en el 2024, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) protegió la confidencialidad de las fuentes al rechazar un recurso del exdiputado Dragos Dolanescu, quien quería conocer los nombres de los periodistas que solicitaron información sobre financiamiento de partidos políticos, así como los temas consultados y los funcionarios que los atendieron.
El TSE concluyó que acceder a la petición habría comprometido el secreto periodístico y la protección de las fuentes.
Todos los días, muchas personas se arriesgan para hacer llegar información a los periodistas. El reportero no está obligado a publicar todo, pues debe corroborar la veracidad y el interés público de los datos, pero lo cierto es que se revelan casos que incomodan al poder.
Todo se basa en la garantía de llevarnos el secreto a la tumba, salvo que la propia fuente quiera revelarse, como ocurrió en el caso de Mark Felt, la famosa “Garganta Profunda” del caso Watergate.
Sirva el caso de Mercedes Agüero para honrar este compromiso.