Durante las últimas semanas, Corea del Norte lanzó 13 misiles balísticos, incluido uno que sobrevoló el norte de Japón y generó la activación de las alarmas nucleares en esa parte del archipiélago. Ha sido su provocación más grave en cinco años, a la que se unieron otros despliegues militares.
Además, a principios de setiembre anunció un cambio en su doctrina de seguridad, según la cual las armas nucleares no solo podrían ser utilizadas como respuestas a ataques similares, sino también de manera “preventiva” en diversas situaciones de conflicto.
La dictadura norcoreana justificó sus lanzamientos como una “respuesta” a ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. En realidad, fue un escalamiento deliberado de tensiones, destinado a fortalecer su imagen de poderío militar, exacerbar la inestabilidad regional en un momento de disrupciones geopolíticas y tratar de obtener concesiones.
Las respuestas a su acción fueron inmediatas: protestas bilaterales, nuevos ejercicios militares, enérgica denuncia del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, y la realización, el 5 de octubre, de una sesión de emergencia de su Consejo de Seguridad.
Rusia y China fracasaron en su intento por que fuera a puerta cerrada, pero, con su poder de veto, impidieron una condena. Apenas se produjo una declaración conjunta de nueve de sus 15 miembros: Estados Unidos, Francia, el Reino Unido (permanentes y con poder de veto), Albania, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, la India, Irlanda y Noruega (temporales).
¿Implica lo anterior un debilitamiento en la actitud del Consejo y la ONU ante las temerarias acciones de Kim Jong-un? Mucho hay de esto, por desgracia, pero la responsabilidad no es de la organización, sino de China y Rusia, que ponen sus intereses geopolíticos por encima de contener las amenazas norcoreanas.
Estado paria. Con su conducta a lo largo de siete décadas, Corea del Norte se ha convertido en el país más denunciado, condenado y sancionado por las Naciones Unidas.
La acción de la ONU emana de sus organismos más emblemáticos: el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y el Consejo de Derechos Humanos. Hasta ahora, sin embargo, sus resoluciones no logran modificar la conducta de la dinastía Kim, que se mantiene como una amenaza creciente a la paz mundial y oprime férreamente a su población.
La reacción de las Naciones Unidas es impulsada por tres móviles esenciales: primero, la invasión de Corea del Sur; luego, su programa de armas nucleares y misiles balísticos; y sus atroces violaciones a los derechos humanos.
La invasión. Tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón perdió el control de la península coreana, que ejercía desde 1910, y se crearon dos zonas de ocupación —una soviética y otra estadounidense— divididas por el paralelo 38.
En el norte se estableció un régimen totalitario, bajo el control absoluto de Kim Il-Sung: la República Popular Democrática de Corea (RPDC). En el sur surgió la República de Corea (RC), bajo el mando autocrático de Syngman Rhee. Ambos Estados se proclamaron como representantes de toda la península y rechazaron la frontera divisoria.
El 25 de junio de 1950, las fuerzas del norte cruzaron el paralelo 38. De inmediato, el Consejo de Seguridad declaró una “ruptura de la paz” y exigió el cese de la invasión. Dos días después, recomendó a los países miembros de la organización otorgar asistencia para repelerla. El 7 de julio, estableció un Comando Unificado, liderado por Estados Unidos, para coordinar la respuesta militar. Esta fue la primera acción de seguridad colectiva emprendida por el entonces joven sistema de Naciones Unidas.
La robusta respuesta fue posible porque la Unión Soviética, como protesta porque Taiwán ejercía la representación china (la perdió en 1967), había decidido boicotear las sesiones del Consejo de Seguridad. De lo contrario, habría ejercido el veto e impedido la acción.
Los enfrentamientos armados cesaron con la firma de un armisticio entre las partes beligerantes, el 27 de julio de 1953. Sin embargo, no se suscribió un acuerdo de paz, y actualmente ambas Coreas siguen, formalmente, en guerra.
Incorporación a la ONU. El siguiente paso relevante de la organización vinculado con las Coreas se produjo el 8 de agosto de 1991, cuando el Consejo de Seguridad recomendó a la Asamblea General que la RPDC y la RC se incorporaran a la ONU. Fueron admitidas el 17 de setiembre siguiente.
A partir de entonces, su interacción con las Naciones Unidas ha sido marcadamente divergente. La RPDC nunca ha obtenido uno de los diez asientos no permanentes del Consejo de Seguridad, que se eligen por mitades cada año; la RC, en cambio, ha sido elegida en dos oportunidades.
En el 2001, el surcoreano Han Seung-Soo ocupó la presidencia de la Asamblea General. En el 2006, su compatriota Ban Ki-moon fue elegido secretario general y obtuvo la reelección en el 2011.
El epicentro. El Consejo de Seguridad ha sido el epicentro de la acción de la ONU sobre Corea del Norte. Tras su enérgica reacción ante la invasión de 1950, su siguiente paso fue una resolución unánime, aprobada en 1993, pidiéndole reconsiderar su decisión de abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN). El régimen no la acató.
Su primera prueba nuclear se produjo en el 2006. El 17 de octubre de ese año, el Consejo respondió con una fuerte resolución, también unánime, de condena y sanciones, la emblemática 1718. Entre sus principales disposiciones estuvieron exigirle abandonar todos sus programas de armas nucleares y otras de destrucción masiva, así como de misiles balísticos, “de manera completa, verificable e irreversible”. Además, dispuso el embargo a la venta de armamentos, el congelamiento de sus fondos y de otros recursos económicos en el exterior.
La resolución estableció un Comité para velar por su aplicación, que luego complementó con un Panel de Expertos para apoyarlo.
Desde el 2006, el régimen ha realizado cinco pruebas nucleares más. Ante ellas, el Consejo ha respondido con renovadas condenas y sanciones.
Otros órganos. En el 2005, la Asamblea General adoptó la primera resolución contra las violaciones a los derechos humanos en Corea del Norte. Desde entonces, se ha ratificado, con actualizaciones, cada año. La Asamblea, además, conoce los informes del relator especial sobre los Derechos Humanos en ese país, un cargo que existe desde el 2004.
El 21 de marzo del 2013, el Consejo de Derechos Humanos constituyó una comisión investigadora de más amplio alcance. Su informe, publicado el 7 de febrero siguiente, fue demoledor. Concluyó que las instituciones y funcionarios norcoreanos “han cometido y siguen cometiendo violaciones sistemáticas, generalizadas y graves de los derechos humanos”, que en muchos casos “constituyen crímenes de lesa humanidad”. Las calificó como “componentes esenciales” de su sistema político, al cual definió como un Estado totalitario “que no se contenta con asegurar el gobierno autoritario de un reducido grupo de personas sino que trata de dominar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos y los aterroriza desde dentro”. Y añadió que “la gravedad, escala y naturaleza” de tales violaciones revelan un régimen que “no tiene paralelo en el mundo contemporáneo”.
El Consejo también ha adoptado múltiples resoluciones de condena contra el régimen de Kim.
Los límites. Es posible concluir que la ONU ha tenido una preocupación sistemática por el impacto de la dictadura norcoreana en el derecho internacional, la paz, la no proliferación nuclear, los derechos humanos y las condiciones de su población.
Sin embargo, el régimen sigue en el poder; no cesan ni sus arbitrariedades internas ni las pruebas de sofisticados armamentos, y su actividad económica es suficiente para financiar su aparato represivo y expansivo andamiaje militar, aunque a costa de la desnutrición crónica y las frecuentes hambrunas que han afectado a gran parte de su población.
Esto quiere decir que el modelo de totalitarismo cerrado seguido por Kim Jong-un le ha permitido resistir las presiones para que cese su programa nuclear, mejore la situación de los derechos humanos y deje de ser una amenaza para Corea del Sur y la paz en general.
Las sanciones decretadas por el Consejo de Seguridad han restado velocidad y eficacia, pero no frenado significativamente su ímpetu armamentista. Sin embargo, la eficacia de ellas, siempre limitada, ha sido reducida aún más por la actitud de China y, sobre todo tras la invasión de Ucrania, Rusia, que han boicoteado las actividades del Comité de Sanciones y su Panel de Expertos. Más recientemente, se han negado a ampliar las medidas sancionatorias.
Todo indica que, conforme han crecido las tensiones geopolíticas, para rusos y chinos la amenaza nuclear norcoreana pierde importancia y, más bien, puede ser utilizada como fuente de presión sobre los estadounidenses y sus aliados. Entretanto, el peligro que representa el régimen de Kim Jong-un crece; su despotismo, también.
El autor es periodista y analista.