Era inevitable que Rodrigo Chaves aprovechara la última celebración de la Independencia como presidente para insistir en su retórica de culpas, división, insultos y velados mensajes electoreros. Así ocurrió: de su boca en Cartago; desde la de Mary Munive, vice y reemplazo de última hora en San José, debido a su ausencia no explicada.
Nada de llamados a la unidad; de honrar lo construido durante 204 años y lo ganado por la lucidez y empeño de tantos; tampoco, respeto genuino a quienes piensan o hacen distinto. Tras un video propagandístico, Chaves arengó contra los “mentirosos”, “opresores”, “sátrapas”, “traidores” y la “institucionalidad amañada”. Hasta desempolvó la agónica amenaza comunista. Munive atacó a la Contraloría, los “filibusteros” legislativos que “paralizan” e “imponen ideologías” (no dijo cuáles) y a las “castas” que, por supuesto, conforman otros. Echó las culpas de la inseguridad a las leyes, y reiteró el espejismo de “una nueva república”.
Más allá de su estridencia divisiva, ambos mensajes revelaron un profundo desdén por esa parte tan arraigada de la identidad nacional que induce, naturalmente, al respeto mutuo, el apego a la paz, el valor del trabajo y el sentido de casa común. En ambos actos, un adolescente y un niño se encargaron de rescatarlos.
Bryan Garita Sánchez, del Colegio Seráfico San Francisco, reivindicó el papel de su provincia en la historia nacional y recordó que “la democracia, la paz y la institucionalidad que caracterizan a Costa Rica tienen profundas raíces en la tierra cartaginesa”. Mencionó los problemas en seguridad, salud, educación, agricultura y vulnerabilidad humana como amenazas a la soberanía, pero evitó repartir culpas; sabía que no era el momento. Con madurez, nos llamó a “ser protagonistas, no simples espectadores”.
Santiago Mena, de la Escuela España, recordó que “no somos un país perfecto”, pero sí “tenemos algo muy valioso: gente trabajadora, gente buena, con el corazón lleno de esperanza”. Reiteró el sentido de unidad al decir que, juntos, “podemos lograr cosas grandes”, y llamó a que, “con cada acción buena, sueño bonito y palabra amable” mantengamos encendida la “tea” de la esperanza.
Lo que Chaves y Munive torpedearon, Bryan y Santiago rescataron. Las suyas fueron, sin duda, las más genuinas y mejores palabras.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.