Entre las revelaciones que el director del OIJ, Randall Zúñiga, compartió el martes con la comisión legislativa de Seguridad y Narcotráfico, dos me causaron particular inquietud, porque exponen gravísimas tendencias: la sobreoferta y caída en los precios de drogas en el mercado local, y el salto cualitativo del país en lo que podríamos llamar la “cadena global de suministros” de tan funesto negocio.
Interrogado por la diputada Alejandra Larios, Zúñiga dijo lo siguiente: “Estamos viviendo la mayor expansión de drogas que vienen hacia Costa Rica en toda la historia”. Sin embargo, los datos de capturas revelan que “no se está detectando, lastimosamente”. Resultado inmediato: caída en los precios –en cocaína, de $7.000 a $3.500 el kilo–, y más vendedores y consumidores; es decir, expansión del mercado de consumo.
Y cuando el diputado Horacio Alvarado le preguntó si nos hemos convertido en un almacén de drogas, aclaró: “Costa Rica ya está almacenando desde hace mucho tiempo”; lo distinto es que se volvió un país “que terceriza los servicios de exportación... una fase muy superior al almacenaje”, y también al tránsito.
Ambos fenómenos, por supuesto, se relacionan. El primero conduce a mayor adicción, exclusión, violencia callejera y deterioro social, con enorme impacto en las barriadas de pocos recursos; además, se enraíza en las comunidades y perpetúa un control territorial que se superpone al del Estado.
El segundo, donde se mueve el gran dinero, es una brutal fuente de penetración institucional, lavado de dinero y corrupción de alto nivel. De sus engranajes sale la droga para pagar servicios a las pandillas territoriales, que corren a venderla, inundan el mercado y extienden la adicción. Esa mayor sofisticación en las operaciones de “tercerización” exportadora es lo que más inquieta a los mercados de destino, en particular Europa y Estados Unidos.
Llama la atención que, ante desafíos de tan enorme magnitud, el Poder Ejecutivo, principal responsable de afrontarlos, siga inmerso en el tráfico de excusas. Más que intentar justificar quién se reunió con quién y enredar el debate serio con desinformación, debería concentrarse en qué hacer, cómo y con qué coordinación para contener esas dos cabezas de la fatídica hidra. De lo contrario, cada vez estaremos peor.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.