La arremetida pública de ocho diputados oficialistas contra Luz Mary Alpízar, compañera de fracción, fundadora y presidenta del partido al que deben sus curules, no sorprende. El conflicto se ha cocinado por meses, y se centra en quién mantendrá (o tomará) el control del Partido Progreso Social Democrático (PPSD) como plataforma para las elecciones municipales del próximo año y, quizá, las nacionales del 2026.
Don Rodrigo Chaves y sus diputados usaron el PPSD como partido taxi; un cascarón políticamente vacío, pero jurídicamente viable, disponible para participar en las elecciones. Lo contrataron, se montaron en él y llegaron a la meta: para el primero, la presidencia; para los otros (10 en total), la Asamblea. Allí se bajaron. Pero doña Mary siguió dentro y no les traspasó ni la propiedad ni la licencia. Más bien, todo indica que se dedicó a “chainearlo” y, tras superar la revisión técnica del TSE, puso al volante a su esposo, como secretario general, y comenzó a buscar pasajeros para enfilarse al nuevo destino.
Conscientes de que el PPSD no les pertenecía, desde su llegada a Zapote y Cuesta de Moras, don Rodrigo y aliados comenzaron a organizar otro partido:un vehículo propio. Lo llamaron Pueblo Soberano (PPS). Su ilusión ha sido apropiarse de la clientela del PPSD y prescindir de este. Sin embargo, pareciera que su arranque presenta averías, que no está claro quién lo manejará, y que la confusión generada sobre cuál de los dos partidos representa la franquicia política del presidente es una amenaza.
Ante el riesgo de quedarse sin santo ni limosna apenas un año antes de las municipales, al oficialismo solo le queda: a) organizar y fortalecer en corto tiempo el nuevo grupo; o b) arrebatarle el PPSD a doña Luz Mary y los suyos. Lo primero se ve cuesta arriba en lo político y organizativo; lo segundo, imposible, a menos que su fundadora y presidenta renuncie al control.
La estridente, pero inconsecuente, “censura” públicade ocho compañeros de curul a doña Luz Mary fue una acción extrema (¿desesperada?) para presionarla a irse. Hasta ahora, sin embargo, sigue bien sentada en su taxi y curul. Conclusión: con los planes A y B en problemas, y sin uno C en el horizonte, el oficialismo corre el riesgo de quedarse sin franquicia. Moraleja: la improvisación siempre pasa factura.
Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).
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