¿Cuál es la doctrina de Donald Trump en política exterior? Esta ha sido una inquietud recurrente en múltiples círculos de Estados Unidos y el mundo desde antes de que ganara la presidencia y su Partido Republicano alcanzara mayoría (modesta) en ambas cámaras del Congreso.
Dados sus antecedentes, era claro que no apostaría al multilateralismo, en ninguna de sus versiones: organizaciones globales (ONU, OMS, OMC, Unicef, por ejemplo), alianzas defensivas (OTAN), tribunales internacionales, o redes en ambiente, derechos humanos o educación, que implican, todas, una activa participación de su país. Entonces, ¿involucramiento selectivo en ámbitos y zonas prioritarias?; ¿aislacionismo parapetado en la “fortaleza americana”, para que el resto del mundo se las arregle solo?
Mi hipótesis es que la procesión va por otro lado. En la medida en que se pueda atribuir alguna “doctrina” a un personaje tan volátil, Trump ha optado por la del unilateralismo abusivo, asentada en una concepción de “suma-cero” con sentido transaccional. En esencia: para que yo gane, alguien debe perder, y si otro gana en una interacción, es porque yo pierdo. El corolario es que las relaciones de mutuo beneficio, típicas, por ejemplo, del comercio abierto y las ventajas comparativas, son virtualmente imposibles. Por esto, las transacciones puntuales –qué me das y que te doy– prevalecen.
La Unión Europea fue creada para “atornillar” (screw) a Estados Unidos. Taiwán nos “robó” la industria de semiconductores. La OTAN se ha aprovechado de la “generosidad” estadounidense. Debemos “recuperar” el canal de Panamá, que “perdimos” en un pésimo trato. A partir de esta victimización sin fundamento, la ruta son las acciones y presiones unilaterales: tengo suficiente poder económico, financiero y militar para imponerme, y lo haré a mi antojo... aunque luego rectifique.
Decirlo es más fácil que hacerlo, pero basta con lo primero para generar conflicto, incertidumbre o caos, y darles armas reales o simbólicas a los mayores adversarios: China y Rusia.
“Vamos a forjar la civilización más libre, más avanzada, más dinámica y más dominante que jamás haya existido sobre la faz de esta tierra”, afirmó el martes en su discurso ante el Congreso. Si las palabras son armas, su línea ofensiva no puede quedar más clara.
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