Documentos de inteligencia estadounidenses filtrados a las redes sociales informan de conversaciones entre Nicaragua e Irán para incrementar su cooperación militar y contrarrestar la influencia de los Estados Unidos en América Latina. El canciller Denis Moncada visitó Teherán, en diciembre, y una delegación iraní encabezada por el ministro de Relaciones Exteriores Hoseín Amir Abdollahian le correspondió en febrero.
Las visitas fueron justificadas como medio para incrementar el comercio, pero los informes de inteligencia filtrados hablan de reuniones con participación de altos mandos militares nicaragüenses. Laureano Ortega, hijo del presidente, dio la bienvenida a los iraníes con expresiones de júbilo por el encuentro de dos “revoluciones hermanas”.
El 14 de junio del año pasado, la Asamblea Nacional de Nicaragua ratificó un decreto para permitir el ingreso de tropas rusas con la intención de estimular intercambios y asistencia humanitaria “de beneficio mutuo” en situaciones de emergencia o para el adiestramiento militar, el intercambio de experiencias operacionales y misiones marítimas contra el narcotráfico y el crimen organizado.
El decreto también autoriza el ingreso de militares cubanos y venezolanos. En un gesto con fuerte tufo a disimulo, incluye a México y Estados Unidos, cuya asistencia sería recibida con condiciones adicionales. No importa cuán extensa sea la lista, la presencia de Rusia destaca por inusual. El subsecretario de Estado para asuntos hemisféricos Brian Nichols calificó la decisión nicaragüense de “provocación” y criticó la apertura del régimen de Daniel Ortega a la asistencia del Ejército invasor de Ucrania y violador de los derechos humanos de su población.
En octubre del mismo año, la embajadora en Moscú, Alba Azucena Torres, recibió autorización para firmar un acuerdo “sobre la cooperación en el campo de las aplicaciones no energéticas de la energía atómica con fines pacíficos”, según el diario oficial La Gaceta. El convenio promoverá el desarrollo de la infraestructura nuclear nicaragüense “en una amplia gama de áreas”.
Si los estadounidenses ven como “provocación” el acercamiento de Nicaragua a Rusia o a un régimen promotor del terrorismo, vinculado a hechos de sangre en nuestro continente, como el ataque a la AMIA, en Buenos Aires, los centroamericanos debemos verlo como motivo de profunda preocupación y acción conjunta. Los informes filtrados llaman, una vez más, a abrir los ojos.
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.
En el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), el 18 de julio de 1994, murieron 85 personas y 300 resultaron heridas. (HUGO VILLALOBOS/AFP)
Laboró en la revista Rumbo, La Nación y Al Día, del cual fue director cinco años. Regresó a La Nación en el 2002 para ocupar la jefatura de redacción. En el 2014 asumió la Edición General de GN Medios y la Dirección de La Nación. Abogado de la Universidad de Costa Rica y Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, en Nueva York.
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