El 23 de julio de 2018, en medio de la gran crisis en las finanzas públicas, la contralora general de la República, Marta Acosta, publicó un artículo que, lejos de centrarse en la emergencia inmediata –que había abordado en otros momentos–, propuso una visión de largo plazo. Haciéndose eco de un estudio publicado por su institución, planteó la necesidad de establecer un marco fiscal climático, destinado a orientar y financiar una parte de la política pública hacia ese desafío estructural.
El creciente deterioro del ambiente cada vez da más sentido a su propuesta. Cierto, la dimensión fiscal es solo un componente de la política ambiental, pero resulta indispensable para planificar cómo abordar, desde los presupuestos públicos, los retos de la resiliencia y adaptación al cambio climático. Otros aspectos cruciales, más preventivos, son el transporte, la generación y consumo de energía, el uso y disposición de recursos y residuos, y la protección de la biodiversidad terrestre y marítima. Todos tienen implicaciones sociales, económicas y fiscales.
Como los retrocesos locales y universales han sido mayores que los avances, los efectos del calentamiento global comienzan a sentirse en todo el país, mediante mayores sequías, suelos más áridos, aumento en el nivel del mar, cambios en el régimen de lluvias y temperaturas crecientes. Dada la limitada acción para contrarrestarlos, todo indica que empeorarán.
El Estado ha incumplido compromisos sobre emisiones de gases con efecto invernadero adoptados voluntariamente, tanto como resultado del Acuerdo de París de 2015, como del Plan Nacional de Descarbonización de 2019; también, metas nacionales sobre disposición y reciclaje de desechos, manejo de aguas, servicios forestales y pesca sostenible.
Es en estas condiciones, de alguna manera ocultas por las buenas políticas impulsadas y la buena imagen cosechada en décadas previas, que ayer conmemoramos el Día Mundial del Ambiente. Y es gracias a ellas que copresidiremos, con Francia, la tercera Conferencia Mundial sobre los Océanos, que comienza el lunes en Niza.
Más allá de reconocimientos inerciales, debemos volver la mirada hacia los desafíos de hoy y mañana, con responsabilidad, visión y buenos datos. En 2017, la contralora señaló uno de los caminos. Actualicémoslo y emprendámoslo.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.