A hurtadillas, como oscura sombra, una figura femenina emergió aquella madrugada con un bulto negro entre las manos. La aparición volvió a ver hacia la izquierda y luego hacia la derecha, y, cuando comprobó que no había moros en la costa, colocó el paquete sobre la acera y corrió como alma en pena hacia la oscurana.
No se trata de un cuento de brujas o fantasmas. Es el relato de una experiencia que vivió recientemente un amigo que pilló a una vecina que dejó una enorme bolsa de basura al frente de su portón. La mujer decidió deshacerse del bulto porque no pudo sacarlo a tiempo para que se lo llevara el camión recolector.
Es probable que usted haya oído o sufrido situaciones similares, porque nunca falta un desvergonzado o un maldoso que encuentre más cómodo echar al prójimo sus desechos que guardarlos mientras encuentra un sitio adecuado para depositarlos, en especial aquellos que el servicio municipal no recibe.
Tan inescrupulosa conducta es la que mantiene aceras, frentes de alamedas, alcantarillas, parques, ríos, carreteras y lotes llenos de porquerías de todo tipo, como el desvencijado sofá que alguien dejó “olvidado” esta semana a un lado de la carretera hacia Limón, cerca del cruce de San Miguel de Santo Domingo, en la provincia de Heredia.
El dichoso mueble “apareció” en el sitio solo unos días después de la limpieza de las cunetas con maquinaria. Posiblemente, pronto se le sumarán electrodomésticos dañados, piezas de vehículos, ramas de árboles, escombros, pedazos de portón, envoltorios y cuanto chunche se le ocurra a alguien poner.
Resulta lamentable que la cultura de la holgazanería y la desfachatez condene muchos espacios a convertirse en botaderos a cielo abierto. Esta práctica no solo genera disgusto y afea el paisaje cercano, sino también incrementa el riesgo de enfermedades e inundaciones por la acumulación de desechos.
Cuenta mi amigo que cuando se confrontó con su vecina, con bolsa en mano, la señora negó todo y hasta se molestó. Sin embargo, no contaba con que su furtiva incursión había quedado grabada en las cámaras, por lo tanto tuvo que recibir de vuelta su paquete con la promesa de no volver a colocarlo en el vecindario. Esperemos que haya aprendido la lección.
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El autor es jefe de información de La Nación.