El científico británico Tim Berners-Lee es un prodigioso generador de ideas. La más consecuente y transformadora fue su invención, en 1989, de la World Wide Web, esa www que usamos más de 5.000 millones de humanos como puerta para conectarnos. Durante los últimos años, del entusiasmo pasó a la preocupación por la creciente disfuncionalidad y manipulación de sus usos. Pero, creador como es, ha trocado los lamentos en opciones para potenciar la comunidad universal, colaborativa y creativa que entonces logró crear.
De ahí surgió su más reciente libro, This is for everyone (Esto es para cada uno), todavía sin traducir. En él plantea la necesidad de pasar de una economía de la atención, manipulada y monetizada por los algoritmos, a otra de la intención, donde prevalezcan la autonomía, las necesidades y la privacidad de los usuarios, no los intereses de las tecno-corporaciones.
En esencia, que rompamos con la pasividad y asumamos nuestra capacidad de agencia, iniciativa e intencionalidad. Más allá del ámbito digital, su distinción y propuesta tienen particular importancia en el político. En este, candidatos, dirigentes y jerarcas se esfuerzan por acaparar nuestra atención. Su vía legítima es articular propuestas atractivas y emociones positivas que seduzcan; la ilegítima, manipular impulsos primitivos que alteren y crispen, y convertirlos en carnadas para el secuestro emotivo y cognitivo. Es, por ejemplo, lo que hace el presidente Chaves, con enorme daño social.
Ante ambos abordajes, sobre todo el corrosivo, los ciudadanos debemos poner barreras y filtros razonables, no sesgados, y hacer uso activo, deliberado y exigente de la intención. Me refiero a insistir en que quienes aspiran a tener o ya ejercen cargos, atiendan nuestras aspiraciones, reclamos e intereses; también, que planteen opciones ante problemas y desafíos.
Lo anterior implica salir de zonas de pasividad, decepción, cinismo o aislamiento individualista, y asumir el activismo de la intención y la expresión. En lo primero quieren encerrarnos los populistas, para desarmar nuestros criterios y convertirnos en manadas de seguidores; en lo segundo debemos colocarnos nosotros mismos.
Se trata de superar la sola condición de pasivos consumidores políticos y asumir también la de activos agentes cívicos. No es difícil.
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Eduardo Ulibarri es periodista y analista.